Dmitri Kósirev, RIA Novosti
Las negociaciones que sostienen EEUU y Japón en Tokio sobre el futuro de una base militar estadounidense son acompañadas de amplias manifestaciones de protesta. Si el primer ministro japonés, Yukio Hatoyama, comete un error, puede perder su puesto, ya que la tasa de su aprobación por el electorado bajó desde el 72% hasta el 20,7%. Sin embargo, es imposible que no lo cometa. En esencia, haga lo que haga Hatoyama, puede darse por fracasado. En todos los casos, es mejor actuar que estar con los brazos cruzados. Tres alcaldes de pequeñas ciudades ubicadas en la isla de Tokunoshima deben llegar a Tokio en breve para expresar su protesta contra el traslado de la base estadounidense Futenma de la isla de Okinawa. El pasado 3 de mayo, el jefe del gobierno nipón concluyó su visita a Okinawa durante la que había anunciado que la retirada de la base aérea de Futenma de la isla sería inaceptable. El caso parece tener poca importancia. Se trata del traspaso de unos dos mil efectivos de la Infantería de Marina. La base de Futenma es mucho menos que la base aérea estadounidense de Cadena que también está emplazada en la isla de Okinawa. El quid del problema estriba en que la pequeña Futenma está situada en el centro de un área densamente poblada. El rugido de motores estorba el proceso didáctico de los escolares japoneses, además de otras molestias. Los habitantes de la isla son críticos con esa presencia militar. En 2006, EEUU firmó un acuerdo con Japón sobre el traslado de la Infantería de Marina a una nueva instalación aérea. Pero el plan del gobierno para mover la base a la isla de Tokunoshima, a unos 200 kilómetros al noreste de Okinawa, chocó con la oposición de los habitantes de esta isla (unas 25.000 personas, en total). Todas las bases militares, nacionales o extranjeras, por regla general, suscitan polémicas en torno al material de querra, rugido de motores, infracciones cometidas por soldados jóvenes, etc. Pero si la base es extranjera, se plantea una cuestión adicional: ¿qué misiones cumple y quién la necesita? En muchos casos, las bases militares pasan a ser una parte inherente de la economía local y aportan beneficios (como, por ejemplo, en Filipinas, donde los habitantes de dos ciudades donde fueron emplazadas las bases estadounidenses Olongapo y Angeles fueron benévolos hacia los soldados). Son casos particulares y podemos hacer la vista gorda ante ellos, mientras no surjan las preguntas sobre la necesidad de estas instalaciones. Y hoy día, estas preguntas se plantean en toda su talla. Por curiosa coincidencia, una situación similar se presenta en Kirguizistán, en relación con la base estadounidense de Manas. El alto asesor en temas de seguridad nacional de Obama, Michael McFaul, llegó allá para negociar con el nuevo gobierno varios problemas, incluídas las bases de EEUU y conflictos entre los militares estadounidenses y habitantes locales. La base de Manas es necesaria para trasladar a las tropas estadounidenses a Afganistán donde continúa la guerra, cuyos objetivos fueron determinados por EEUU y son comprensibles para Rusia, Kirguizistán y los países limítrofes. Por lo menos, las cosas son así de palabra. El próximo verano, EEUU necesitará esta base para retirar las tropas de Afganistán. Luego, será un tema aparte. Habría que recordar cómo la Administración de George W. Bush intentó aprovechar su presencia militar en Asia Central para reforzar influencia política y desplazar a Rusia y China de esta región (pero al propio tiempo, de hecho, perdió la guerra en Afganistán). En Japón la situación surgió hace unas décadas y es mucho más complicada. Las bases militares de EEUU fueron instaladas en Japón porque este país sufrió derrota en la Segunda Guerra Mundial. En esencia, es la misma herencia de la ocupación, como las bases estadounidenses en Alemania. Asímismo, EEUU necesitaba la base de Cadena y otras instalaciones militares en Japón para librar la guerra en Indochina en los años 60-70 y para la disuasión estratégica de la URSS y China. Los japoneses necesitaban estas bases para desarollar su economía sin invertir recursos en la defensa, ya que EEUU garantizaba la seguridad de Japón. En aquella época ésto fue beneficioso para el País del Sol Naciente. Hoy en día, estamos en otro siglo. Yukio Hatoyama llegó al poder gracias a sus promesas de introducir cambios en las relaciones entre Tokio y Washington, sin explicar el carácter de estas nuevas relaciones. Quizás sean más equitativas. Daba la sensación de que la situación haya cambiado, pero el carácter de aquellos cambios fue incierto. Al analizar el actual papel de Alemania en Europa, entendemos que Japón se demoró mucho en el período de posguerra y podemos pronosticar sus perspectivas. Podemos incluso preguntar ¿para qué sirven las bases instaladas allí y la disuasión de Rusia y China? Mientras se diseñaba el nuevo papel de Japón en el mundo y la esencia de su nueva cooperacón con EEUU, vino encima la actual crisis en torno a las bases militares. Hatoyama se comprometió personalmente a resolver la disputa y trasladar la base de Futenma antes de que finalice este mes de mayo. Esta historia fue incluida en la agenda de la cumbre EEUU - Japón, celebrada recientemente en EEUU, donde Hatoyama anunció que primero necesitaba entender qué quieren los residentes locales. Parece que entendió. Según se aclaró, las posturas de habitantes de las ciudades e islas japonesas y las reflexiones sobre el fin de la Segunda Guerra Mundial están vinculadas entre sí. Hatoyama tiene poco tiempo para cumplir sus compromisos. Pero es normal, porque a la Casa Blanca siempre le falta tiempo para llevar a cabo su política exterior. El mundo cambia demasiado rápido. Es difícil frenar los cambios y aún más difícil, formular nuevas ideas. Ya que el anunciado acuerdo con Japón de 2006 es producto de otra época, o sea, de la política aplicada por el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, que hoy se asocia con el fracaso global de EEUU. Fue difícil imaginar las consecuencias que podrían acarear las intenciones de trasladar una pequeña base militar a una pequeña isla de Japón.