Ivan Egorov, RG
El 12 de agosto, el submarino nuclear lanzamisiles Kursk, con 118 tripulantes a bordo, se hundió en el Mar de Barents mientras realizaba ejercicios de entrenamiento con la Flota del Norte rusa.
Sólo unos días después de que se hundiera el submarino más moderno y con una de las mejores tripulaciones del mundo, numerosos rumores y especulaciones comenzaron a surgir sobre las causas del accidente. Diez años más tarde, tanto la prensa occidental como la prensa rusa vuelven a hacer referencia a la pérdida del submarino nuclear y cuestionan una vez más los resultados de la investigación oficial de la Fiscalía General, en la que no se halló culpable alguno.
De modo que, ¿cuáles son los hechos indiscutidos? El 10 de agosto de 2000, el submarino Kursk de propulsión nuclear salió a efectuar un recorrido de entrenamiento con la Flota del Norte. Durante la mañana del 12 de agosto, lanzó un misil de crucero Granit de fogueo a la flota, que estaba liderada por el portaaviones Almirante Kuznetsov y el buque insignia, el crucero nuclear Petr Veliky (Pedro el Grande). Unas horas después, el submarino debía acabar con su supuesto adversario mediante torpedos de fogueo.
Sin embargo, a la hora fijada, en lugar del movimiento de un torpedo, el operador del sensor acústico del Petr Veliky registró una explosión, después de la cual la nave experimentó una fuerte sacudida. Tras escuchar el informe sobre la explosión, el comandante del Petr Veliky, el coronel Vladimir Kasatonov, no consideró que el hecho fuera importante. El comandante de la Flota del Norte, Vyacheslav Popov, que también viajaba a bordo del crucero, preguntó qué había ocurrido. La respuesta que obtuvo fue: “Se encendió la antena del radar”.
En realidad, la turbulencia que se sintió en el crucero provenía de las explosiones del Kursk, que se encontraba a 40 kilómetros del Petr Veliky.
¿Cuáles son las versiones de lo sucedido? La versión oficial se basa en los resultados de la investigación de la Fiscalía General.
Según esta versión, un torpedo de entrenamiento que ya se encontraba dentro del tubo de lanzamiento de torpedos y estaba preparado para su lanzamiento, habría explotado. A consecuencia de la explosión, cuya potencia era equivalente a la de 300 kilogramos de dinamita, toda la tripulación del primer compartimento del submarino murió. La tapa de registro del lanzador de torpedos y su cola viajaron a una velocidad de entre 600 y 800 metros por segundo, destruyendo todo a su paso. Los torpedos restantes estallaron 136 segundos después. Luego, la tripulación de los compartimentos delanteros del submarino murió debido a la onda expansiva de la explosión y a la entrada de agua del exterior. Se debe tener en cuenta que de haberse producido una explosión similar en el aire, el cielo habría quedado cubierto por una nube de humo de por lo menos el tamaño de una cancha de fútbol. En este caso, la onda expansiva de la explosión entró en el submarino como un pistón, lo que rompió la sólida mampara como si fuera de papel.
Comencé a investigar la larga lista de coincidencias en la destrucción del Kursk desde el momento en que se emitió el informe oficial del 13 de agosto, que indicaba que "el navío se encuentra en el fondo del mar", hasta el momento en que se recuperaron los restos del portamisiles y fueron almacenados en el muelle Roslyakovo. A lo largo de todo este tiempo, he actualizado el sitio web oficial Kursk.strana.ru, con la información más reciente sobre las operaciones de rescate. Más tarde, me dediqué a escribir, durante un año, para otra publicación, sobre los avances de la investigación. En el año 2004, me sugirieron, lo que supuso una gran sorpresa, que escribiera un guión para una película basada en el libro del Fiscal General Vladimir Ustinov Pravda o Kurske (La verdad acerca del Kursk). Durante nuestra primera reunión, le confesé al fiscal que no creía totalmente en la versión oficial de los hechos, según la que no se había identificado a ningún responsable de la catástrofe, y que creía que la Fiscalía escondía algo. El Investigador Senior de los Casos de Alta Prioridad de la Fiscalía Militar Principal (GVP), Artur Egiev, no intentó convencerme de nada en absoluto, pero me facilitó los 118 expedientes del caso y dos docenas más de archivos con videos y dijo: "Esto es todo, puede analizarlo y sacar sus propias conclusiones”. Me mostré nuevamente escéptico, ya que la investigación del caso podía haber sido adulterada. Sí, podría serlo, reconoció Egiev, pero sólo si hubiera estado a cargo de una sola persona. En el caso participó un equipo de casi 50 investigadores, cientos de peritos de diversas organizaciones – tanto militares como civiles – realizaron inspecciones, y casi 1000 testigos debieron prestar testimonio. Si alguien hubiera mentido acerca de algo, tarde o temprano la verdad habría salido a la luz.
A partir de entonces, efectué visitas diarias a la Fiscalía Militar Principal: leí los expedientes del caso, miré los videos y saqué mis conclusiones. Cabe destacar que los archivos, clasificados como "confidenciales", no se relacionaban de forma alguna con los secretos de la investigación ya que incluían información naval “ordinaria” relacionada con detalles sobre el entrenamiento que normalmente se clasifican como confidenciales.
Inicialmente, se abrió un caso penal de acuerdo con el artículo sobre violación de las reglas de navegación, hecho que habría causado la colisión y pérdida de la nave. Sin embargo, hacia finales de agosto resultó evidente que el navío ruso más cercano se encontraba a 40 kilómetros de distancia del Kursk. Otras 18 versiones persistieron, incluida una en la que se sostenía que se había lanzado un torpedo desde una embarcación extranjera o que se había producido una colisión con una embarcación extranjera; otra en la que se aseguraba que una mina inactiva desde la Segunda Guerra Mundial había explotado, y una de las versiones más recientes, que sostenía que había habido una situación de emergencia a bordo, aunque nadie la tomó en serio.
La versión más potente era la estadounidense. La respaldaba el hecho de que unas semanas antes, el Kursk había regresado de efectuar operativos militares en el Mar Mediterráneo. En ese momento, la OTAN desarrollaba la campaña de bombardeo contra Serbia. El Kursk no sólo logró cruzar el Estrecho de Gibraltar inadvertido dos veces –literalmente cargado de equipos antisubmarinos –, sino que además logró monitorear la flota transportadora estadounidense en el momento en que se encontraba justo debajo de su portaaviones. Tras estos sucesos, un grupo de comandantes navales estadounidenses fueron despedidos. Ellos sostienen que el Kursk y el Comandante Lyachin estuvieron a punto de convertirse en enemigos personales de la Armada de Estados Unidos. Por ello, era lógico concluir que se trataba de una venganza contra los rusos.
¿Cómo respondieron los investigadores de la Fiscalía General? Cuando se trasladaron los cuerpos a la superficie, algunas partes de la primera sección del submarino también fueron transportadas, entre ellas, algunas toneladas de restos del submarino, en los que no se encontraron piezas de embarcación, torpedo o material explosivo extranjero alguno. La versión de la colisión persistió: el submarino estadounidense Memphis, que claramente había sufrido daños, apareció en Noruega el 18 de agosto: “[Es comparable con] una colisión entre un Zaporozhets y un KAMAZ”, comentó el diseñador del Kursk, Igor Baranov. El tonelaje del submarino en cuestión era dos veces mayor que el del submarino estadounidense, con lo cual, de haberse producido una colisión, el Memphis no habría sufrido daños: se habría desmoronado por completo. Además, la estructura del Kursk había sido diseñada para soportar una pequeña explosión nuclear, por lo que, desde luego, podía también resistir el lanzamiento de un torpedo común y corriente.
Después de que el submarino fuera llevado a la superficie, todos pudieron ver el contundente agujero ubicado cerca de la cuarta sección. Esto llevó a la conclusión de que ese era el lugar en el que habría impactado el torpedo. Después de las inspecciones, se reveló que no se había producido un impacto externo en la estructura, y que el agujero había sido el resultado de una gran explosión que había provocado que el casco de presión se plegara como una armónica. Debido a esta deformación, las embarcaciones de rescate enviadas desde Rudnitsky no pudieron adherirse al registro de emergencia del noveno sector, y quedaron flotando en el agua entre el mar abierto y la cabina.
En cuanto a la versión de que los tripulantes sobrevivientes del sector noveno vivieron varios días y podrían haber sido rescatados, los investigadores y peritos forenses dieron una respuesta definitiva: esto no habría sido posible.
Tras la explosión, 23 personas sobrevivieron en la popa de la nave, comandados por el capitán teniente Dmitry Kolesnikov. Junto con los demás supervivientes, tomó una decisión: continuar en el noveno compartimento, ya que éste no había perdido su simetría, y esperar a que acudieran en su ayuda. “Parece que no tenemos grandes posibilidades. Un 10 o 20%”, escribió Dmitry Kolesnikov en la oscuridad. La última entrada escrita data del 12 de agosto, a las 15:15, es decir, cuatro horas después de la explosión. ¿Por qué no lograron salir? Los investigadores sostienen que lo más probable es que no tuvieran suficiente tiempo. Otro hecho trágico también tuvo lugar en el noveno compartimento: la placa de regeneración, que convierte el dióxido de carbono en oxígeno, explotó al entrar en contacto con el agua. Esto ocurrió en las manos de Kolesnikov, que murió en el acto. Según los peritos forenses, los demás oficiales murieron segundos más tarde intoxicados por la inhalación de monóxido de carbono.
El caso penal incluía otras cuestiones cuya adulteración resultaba imposible. Por ejemplo, ¿por qué la boya de emergencia no subió a la superficie y por qué no se rescató al Kursk inmediatamente? Lo que ocurrió fue que el dispositivo de activación de la boya, ubicado en una de las columnas internas del submarino, se encontraba inactivo porque nunca había sido instalado. La mayoría de los investigadores pusieron todas sus esperanzas en las bitácoras y los registros a bordo. Las bitácoras pudieron hallarse, aunque ninguna de ellas hacía mención alguna sobre el accidente. También se halló un dañado grabador Snegir: la denominada caja negra del Kursk. Los peritos lograron lo imposible: pudieron reconstruir la cinta, que había permanecido un año bajo el agua a una profundidad de 100 metros.
La última grabación consistía en un informe acerca de disparos exitosos efectuados con los Granit. Más adelante, el carrete de la cinta contenía grabaciones de música y sonidos de orcas que se habían transmitido en el sistema de comunicación interna en lugar de tener (como debía ser) grabaciones de todas las órdenes que se daban a bordo. Se identificaron muchas otras pequeñas y grandes violaciones aunque, según los investigadores, ninguna de ellas guardaba relación alguna con la catástrofe ni habían tenido efecto alguno sobre ella. Por este motivo, nadie culpó a la tripulación.
Entonces, ¿cuál fue el motivo de las muertes, si ni los estadounidenses ni la tripulación fueron los responsables? La razón fue la explosión de un torpedo de práctica de 650 milímetros o, para ser más precisos, de un tanque oxidante. ¿Por qué están tan seguros los investigadores de que esto fue lo que ocurrió? Porque se encontraron los fragmentos de la parte trasera de este nefasto torpedo y el tanque oxidante roto, en el que ocurrió la explosión inicial. Durante el transcurso de varios meses, el Instituto Forense del Servicio Federal de Seguridad (FSB) llevó a cabo pruebas de explosión. Se lanzó un torpedo similar desde grandes alturas hacia losas de hormigón, con fuego por debajo. Se colocaron varios kilos de explosivos debajo del tanque oxidante. Los resultados fueron los mismos: no se produjo ninguna explosión. Los peritos concluyeron que el tanque no podría haber sido afectado desde el exterior, dado que la explosión sólo pudo ocurrir en el interior.
Así las cosas, ni los investigadores ni los peritos pudieron responder el principal interrogante: qué causó la explosión. Las presunciones efectuadas estaban relacionadas con el factor humano: el Kursk nunca utilizó el torpedo desde el momento en que se sumergió. Sin embargo, cuesta imaginar que la tripulación no haya controlado el caprichoso torpedo y que haya olvidado utilizar peróxido de hidrógeno, especialmente teniendo en cuenta que había una pequeña división de tripulantes de submarinos insignia a bordo que conocía al torpedo como la palma de su mano. Quizá haya sido un defecto de fabricación. Tal vez, algo salió mal durante las maniobras de carga del lanzador de torpedos. El misterio del 12 de agosto de 2000 continuará sin respuestas en el fondo del Mar de Barents.
Información desclasificada
Hace diez años, cuando la investigación todavía estaba en curso, se hizo pública cierta información sobre tres situaciones de emergencia que experimentaron tripulantes que participaban en la operación para trasladar a los oficiales y al submarino de vuelta a la superficie.
Hoy, se pueden revelar las tragedias que por poco tuvieron lugar en las profundidades del mar. No muchos saben esto, pero durante la misión de rescate, tanto en las tareas de izado del submarino fuera del agua como en las inspecciones en el muelle Roslyakov, la estropeada nave casi se lleva las vidas de muchas más personas.
La primera vez que sucedió fue cuando los buzos trabajaban en el caso del Kursk. Cuando comenzó la operación para traer los cuerpos a la superficie y resultó evidente que los buzos no cabían en el registro del noveno compartimento, se tomó la decisión de cortar un agujero de acceso en el octavo sector a través del cual podría entrar el bote. La primera persona que descendió al Kursk fue el comandante del destacamento expedicionario 328º de las Fuerzas Navales, Héroe de Rusia, Andrey Zvyagnitsev. Durante el procedimiento de corte bajo el agua, una pequeña burbuja de oxígeno estalló repentinamente. Aparentemente, si bien no se trata de un episodio grave, esta pequeña explosión fue suficiente para dañar la cápsula respiratoria del casco de buceo. De inmediato comenzó a entrar agua de mar en el casco, a una profundidad de 100 metros y a una temperatura de aproximadamente 4 grados centígrados. Cuando el agua le llegó al nivel de los ojos, Zvyagintsev logró nadar hasta la campana de buceo. Cinco minutos más tarde, tras reparar la cápsula, el buzo regresó al Kursk. Los colegas extranjeros a bordo del bote de rescate estaban alucinados.
Las tareas de limpieza de los restos de los compartimentos casi acaba en tragedia. Nadie podía imaginarse que después de una explosión tan grande aún había partes de torpedos sin detonar en el Kursk. Un especialista en bombas del Servicio Federal de Seguridad observaba, casualmente, cómo los investigadores limpiaban el camino delante de ellos y empujaban con sus pies algunos restos del submarino que se veían como si fueran de espuma. Se dio cuenta rápidamente de que eran explosivos. Los trabajos se detuvieron de inmediato. Efectivamente, se encontraron varias docenas de kilos de explosivos. Al día siguiente, se halló una cabeza de 250 kilos con un juego de ignición. Los investigadores se salvaron porque no estaba cargada.