El 'Elefante' y el 'Dragón'
La India y China, China y la India, dos de los cuatro países que integran las BRIC (iniciales de las principales potencias emergentes), los dos países más poblados del mundo, gigantes en crecimiento, vecinos, y eternos rivales.
China y la India tienen tanto en común como aquello que les hace diferentes, dos gigantes condenados a encontrarse, desde siglos en su frontera y a partir de ahora en el resto del mundo. Como se ha dicho son los dos países más poblados del mundo (1º China: unos 1.300 millones, 2º India: unos 1.200 millones), dos de los más grandes (4º China: 9.596.961 km² , 7º India: 3.287.595 km²) y dos de las economías de mayor crecimiento en los últimos años y con mayores expectativas de futuro (según Goldman Sachs en 2050 China será la 1ª potencia económica mundial e India la 3ª). Sea esto último acertado o no, y aunque en la comparativa la India sale siempre perdiendo, lo cierto es que ambos países están experimentando un incremento constante respecto a su peso relativo en el mundo y que los conflictos del pasado lejos de desaparecer parecen reavivarse de forma constante.
Aunque el lenguaje utilizado desde Nueva Delhi y desde Pekín trata de ser de todo menos bélico, pues los intereses económicos de ambos les impiden una confrontación más directa, la realidad es que ninguno de los dos países da un paso atrás respecto a los temas conflictivos que enfrentan a los dos gobiernos. Ambos gigantes posicionan sus piezas sobre el tablero, rodean a su adversario y se preparan para cualquier mal paso del rival. Una partida de ajedrez, jugada a la sombra, como todo gran movimiento de China, como todo lo que mueve los cimientos de nuestro mundo.
Tíbet, el origen del conflicto
El motivo que originó en su día la tensa relación actual tiene fecha y lugar de origen: 1959 y el Tíbet. Pero hay que remontarse unos años antes, hasta 1950 para entender dónde surge el problema.
En 1950, después de un largo periodo en el que el Tíbet era de facto un Estado independiente y tras la llegada del comunismo a China y el establecimiento de la República Popular China, Mao Zedong ofrece al Tíbet ser "liberado". Bajo el ideario comunista la estructura feudal de la sociedad tibetana debía de ser derrocada al igual que habían sido abolidas todas las estructuras anteriores a lo largo y ancho de China. Pero la respuesta fue que el Tíbet "ya era libre", oponiéndose a la propuesta comunista. Es entonces cuando comienza la conocida como Batalla de Chamdo o Invasión del Tíbet. Ante la falta de acuerdo, Beijing envía el Ejército de Liberación con la intención de abatir al ejército tibetano y presionar después al Dalái Lama para que aceptase su anexión a China. El reducido ejército tibetano no tuvo nada que hacer y fue rápidamente derrotado por el Ejército de Liberación obligando al joven Dalái Lama, de sólo 15 años de edad, a aceptar un acuerdo por el que sus tradiciones serían respetadas por China a cambio de la cesión de su soberanía. Es entonces cuando el Tíbet pasa a convertirse de forma oficial y de hecho en una región más de la República Popular China.
Este conflicto coincide en el tiempo con los primeros años de la India como estado independiente. Sólo unos años antes, en 1947, la India dejaba de ser una colonia británica para recuperar su soberanía y su primer ministro, Nehru, de izquierdas, no vio con malos ojos la idea de Mao Zedong de "liberar" el Tíbet. Nehru creía en la idea de Mao de liberar al Tíbet de esa estructura feudal y anclada en el pasado, y confiaba que tras superar China y la India el colonialismo occidental podrían formar una fuerte alianza en Asia. De acuerdo con esto la India apoyó internacionalmente a Beijing y confió en que este aceptaría su petición de conceder al Tíbet determinada autonomía por sus estrecha relación histórica con la India. Pero esas expectativas de amistad y colaboración no serían igualmente correspondidas por China.
Desde la entrada del ejército chino al Tíbet hasta 1959, entre la población tibetana había crecido un malestar que acabó finalmente por estallar. La llegada masiva de colonos chinos al Tíbet y el intento de imposición cultural provocaron un enorme resentimiento en los locales que decidieron iniciar un alzamiento armado contra el régimen. El levantamiento tuvo como respuesta una dura represión por parte del gobierno chino que acabó obligando al Dalái Lama a huir del país. China decide abolir la autonomía concedida al Tíbet y la India toma una decisión que sería interpretada por Beijing como la revelación de sus verdaderas intenciones hacia China. La controvertida decisión es la de acoger al Dalái Lama y aceptar establecer en Dharamsala el gobierno tibetano en el exilio. Esta decisión marcaría el inicio de una enemistad que años después ascendería un peldaño más.
Llega 1962, las tensiones tras los sucesos de 1959 prosiguen y también las disputas fronterizas. Es entonces cuando la India decide reforzar su posición en las zonas de disputa con China, en la frontera del disputada en el Himalaya. Pero el avance indio no esperaba la respuesta acometida por China que vio la oportunidad de vengar lo que para ellos había sido el último paso en una traición que empezaba años atrás. De esta forma China lanzó ofensivas por dos frentes diferentes y con una superioridad en su fuerza de combate que pillaría de imprevisto a la India. La derrota de las tropas indias sería inmediata, pero la mayor derrota no sería la militar, sino la moral. La India vivió aquel episodio como una humillación, y al igual que había ocurrido del otro bando, como un exceso y una traición. Esa guerra sería la que sellaría esta tormentosa relación y que a día de hoy sigue sin olvidarse.
Situación actual
Tibetano quemado a lo bonzo como protesta
50 años después de aquello, salvo en lo económico -sus intercambios han crecido muchísimo en los últimos años-, sus relaciones parecen no haber avanzado nada. El mayor escollo sigue siendo la situación del Tíbet, conflicto que parece anclado en el tiempo, y las cuestiones fronterizas. La reducida comunidad tibetana es sin embargo para China el conflicto más importante de cuantos tiene abiertos a lo largo de su extenso territorio, la mayor amenaza a la estabilidad de su gobierno y su mayor quebradero de cabeza. Y la posición India en el conflicto parece un obstáculo insalvable.
Con este panorama, y aunque la cada vez más fluida relación económica pueda parecer lo contrario (en Bangalore -India- la multinacional china Huawei ha instalado un centro de i+D al estilo Sillicon Valey), ambos países han ido incrementando paulatinamente su fuerza militar entorno a la frontera compartida y sus alianzas con otros países limítrofes parecen posicionar cada vez más a ambos en bandos enfrentados. Los países que cuentan con el 1er y 3er ejércitos más numerosos del mundo parecen no conformarse con eso y mantienen una curiosa disputa, que aunque silenciosa, manda mensajes de forma periódica a su rival en forma de un
nuevo misil indio de largo alcance que podría llegar hasta Beijing o la
construcción del primer portaaviones chino.
El enemigo de mi enemigo es nuestro amigo
En cuanto a las alianzas citadas existe una clave: Pakistán. El eterno enemigo de la India, país formado por las comunidades islámicas indias tras la descolonización y con el que la India vivió una cruda guerra por Cachemira es ahora probablemente el más firme aliado de China. El apoyo de China a Pakistán se extiende a todos los ámbitos y la colaboración va desde lo político hasta lo económico o lo militar. La posición de Pakistán en Asia es una pieza fundamental para China en su geopolítica, pues es su puerta a Oriente Medio y a su vez rodea a India por el costado Occidental. Un país que aún no gozando de estabilidad -como ninguno de los grandes aliados de China- es clave para la estrategia económica, política y militar china. Pakistán es por tanto, al igual que el Tíbet, un actor protagonista en la relación sino-india, país también con armamento nuclear -como la India y China-, con una más que importante presencia terrorista -que sufre la India en sus propias carnes- y que añade más presión si cabe a la tensión de la región.
Aunque las alianzas geoestratégicas chinas no se limitan a Pakistán, Nepal, vecino y antiguo aliado de la India, está ahora en la órbita china, y mantiene negociaciones abiertas en Bangladesh e incluso al sur en Sri Lanka y las Maldivas que podrían servir como bases navales en caso de una posible guerra. Quizá sea mucho especular, pero lo cierto es que los movimientos de la diplomacia y economía china están rodeando a la India por todos sus frentes.
Pero ante este panorama la India está respondiendo con la misma estrategia. Si China ha extendido su colaboración a aquellas naciones vecinas y rivales de la India, la India ha hecho lo propio estrechando lazos con Japón y Vietnam, el primero eterno enemigo de China y hasta hace poco primera potencia asiática sin discusión, y el segundo vecino del Sur con quien aún mantiene una tensa relación y uno de los países de todo el mundo que ha experimentado un mayor crecimiento económico en los últimos años. En definitiva, los movimientos de los dos gigantes están redefiniendo dos bandos en la región que si no fuera por el indudable interés económico que suscita el intercambio amistoso entre todos ellos estaría probablemente poniendo en serio peligro la paz de la región.
Una forma diferente de ver el mundo
Como hemos visto a lo largo del artículo las diferencias entre los dos gigantes son múltiples, pero si existe una que parece insalvable es la forma que tienen de entender el mundo. Mientras que la India se trata de la mayor democracia del mundo y una de las más diversas y plurales, China se rige por un único partido y la dominación de la etnia Han. Pese a ser un país inmensamente pobre, con una diversidad étnica, cultural y religiosa como probablemente ningún otro país del mundo -quizá sólo China- India ha conseguido que la democracia triunfe y que, dentro de la evidente disputa, se haya mantenido la estabilidad. China, sin embargo, vive bajo un planteamiento radicalmente opuesto: para que exista estabilidad en un país de unas dimensiones tales y una población sin parangón -quizá sólo la India- sólo es posible un modelo basado en lo que ellos llaman "consenso de Pekín", en el que una férrea estructura formada por un único partido (el Partido Comunista de China) decide el devenir del país, controlando desde el ejército hasta los medios de comunicación. Dos modelos opuestos y enfrentados, que crean alarma y recelo mutuo, pues el éxito de uno supone la puesta en cuestión del régimen vecinal y la indudable posibilidad de contagio.
La esperanza
Aunque tras todo esto pueda parecer que la reconciliación es poco menos que una utopía, existe todavía un motivo para la esperanza: la economía. Y es que lo que en tantas ocasiones es motivo de enfrentamiento entre países, esta vez parece ser la excusa perfecta que obligue a ambos a entenderse. China se enfrenta actualmente a uno de los mayores problemas demográficos de su historia, tras su política de hijo único para frenar el crecimiento población se está encontrando con un envejecimiento de la población que, ha corto-medio plazo, puede suponer un estancamiento económico de dimensiones sin precedente. Pero curiosamente existe un país vecino, con una población similiar que experimenta el proceso inverso y que cuenta con una población joven como ningún otro país del mundo: la India. La complementariedad sería perfecta. La industrialización, infraestructura y base económica de ambos es totalmente opuesta, por lo que sus economías son totalmente complementarias y si se decidiesen a colaborar podrían obtener un beneficio mutuo que parece insalvable de otra forma. Es por tanto
una oportunidad única de devolver a Asia el peso en el mundo que le arrebató hace tiempo Occidente.
Sea así o sea al contrario, lo único claro es que toda evolución en cualquiera de los sentidos posibles: colaboración o enfrentamiento, no sólo atañe a sus actores directos, sino que -al igual que ocurre actualmente con la crisis del euro- condiciona en buena medida el devenir del todo el mundo. China y la India, la India y China dejarán pronto de ser países ajenos para estar en el centro de la agenda mediática internacional. Por el bien de sus gentes y de todos nosotros esperamos que la cordura y la cordialidad sea la actitud que triunfe en ambos.
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