En Moscú, la intelectualidad prooccidental ve la guerra de Siria como un lejano conflicto en el que el Kremlin ha metido a Rusia en el bando equivocado, únicamente para conservar una inútil base naval en Tartus.
Vladimir Putin, por el contrario, ve esa guerra como un episodio del conflicto que, en virtud de la «doctrina Brzezinski», ya desde 1978 enfrentó a la gran coalición occidentalo-islamista con la URSS y, posteriormente, con Rusia. Para el Kremlin no cabe la menor duda de que los yihadistas, después de adquirir experiencia en el Medio Oriente, pronto continuarán su obra de destrucción en Chechenia, en Inguchetia y en Daguestán. Desde ese punto de vista, la caída de Siria daría lugar de inmediato a un gran incendio en el Cáucaso ruso. El respaldo a la República Árabe Siria no es por lo tanto una excentricidad absurda sino que constituye una imperiosa necesidad de seguridad nacional.
Partiendo de esa premisa, las expectativas del Kremlin en relación con Siria resultan más importantes de lo que pudiera parecer a simple vista. Durante los encuentros que acabo de sostener con varios dirigentes rusos, en ocasión de un viaje a Moscú, pude oír varias críticas.
1- Moscú no comprende por qué Damasco no ha emprendido ningún tipo de acción jurídica y diplomática en defensa de sus derechos. La diplomacia siria se mantiene en una posición defensiva mientras que Siria es objeto de ataques ante el Consejo de Derechos Humanos, en Ginebra, y no logra por lo tanto defender la imagen de su país. Pero Damasco podría invertir fácilmente esa situación recurriendo la Corte Internacional de La Haya para inculpar a los países agresores, como ya hizo con éxito Nicaragua con Estados Unidos. Es evidente que lo importante no sería que la Corte condene a Francia, Reino Unido, Turquía, Qatar y Arabia Saudita –lo cual sólo ocurriría, por demás, al cabo de 3 o 4 años– sino invertir la retórica del Consejo de Seguridad de la ONU.
A la presentación de esa acusación debería seguir el envío al Consejo de Seguridad de una carta en la que Siria reafirmaría su derecho a responder a la agresión. Esa carta abriría incluso la posibilidad de que grupos de combatientes árabes sirios emprendieran, por iniciativa propia, acciones armadas en territorio de los países agresores, desde Londres hasta Doha.
2- Muchos colaboradores de Vladimir Putin se han convertido en admiradores de Bachar al-Assad y ven en él al hombre de la situación. No hay dudas de que el Kremlin, estimando que la autoridad de Assad es a la vez legítima y legal, tiene intenciones de respaldarlo hasta que termine su mandato. Pero los dirigentes rusos se interrogan sobre la voluntad del presidente sirio de gobernar el país más allá de ese periodo. Y observan que, a pesar de los reiterados llamados que ellos le han dirigido en ese sentido, Bachar al-Assad aún no ha expuesto un programa político para el futuro del país. Los dirigentes rusos no conocen en este momento cuáles serían las posiciones del actual presidente sirio en el plano económico, social, cultural, etc. Lo ven como el garante de una sociedad multiconfesional, tolerante y moderna, pero dudan de su intención de ir más lejos, de su voluntad de ser el hombre que tendrá que repensar y reconstruir el país después que se restablezca la paz.
3- Como último punto, existe en el Kremlin plena confianza en el Ejército Árabe Sirio y en el Ejército de Defensa Nacional. Se subraya que Damasco no ha perdido ninguna batalla frente a los Contras yihadistas pero que estos últimos han logrado ganar posiciones sin tener que combatir, como en el caso de la reciente traición registrada en Raqqa. Por consiguiente, el Estado sirio puede resistir aún el tiempo necesario hasta la conclusión de un acuerdo de paz regional bajo la égida de Estados Unidos y Rusia, pero también pudiera derrumbarse sorpresivamente por causa de las traiciones.
Es por eso que los dirigentes rusos sienten extrema inquietud ante la falta de seguridad alrededor de Bachar al-Assad, lo que pudieron incluso comprobar en ocasión de una entrevista que el presidente sirio le concedió en su domicilio a una delegación rusa. Uno de los invitados, violando las instrucciones que había recibido a la entrada, conservó su teléfono celular durante todo el encuentro. El aparato sonó dos veces, a pesar de lo cual no se produjo ninguna intervención del personal de seguridad. Es de público conocimiento que los cuerpos de seguridad sirios ya han frustrado varios intentos de asesinato organizados contra Bachar al-Assad por los servicios especiales de los Estados miembros de la OTAN. Pero la anécdota indica que su seguridad personal inmediata no está plenamente garantizada. Algunos dirigentes señalan que Rusia está asumiendo un gran riesgo al respaldar a un líder que puede ser asesinado tan fácilmente.
Intelectual francés, presidente-fundador de la Red Voltaire y de la conferencia Axis for Peace. Sus análisis sobre política exterior se publican en la prensa árabe, latinoamericana y rusa. Última obra publicada en español: La gran impostura II. Manipulación y desinformación en los medios de comunicación (Monte Ávila Editores, 2008).
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