Por Antonio Rondón *
Moscú (PL) Tras revelaciones de la red Wikileaks de los planes de la alianza noratlántica respecto a Rusia, se abrió la grieta del diferendo entre ambas sobre el sistema de defensa europeo, profundizada aún más al finalizar 2011.
La inercia de la celebración en noviembre del pasado año de la cumbre de Rusia y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), en Lisboa, a la cual asistió el mandatario Dmitri Medvedev, comenzó a disiparse nada más se inició el presente año.
Wikileaks esbozó la discusión entre al alto mando de la OTAN y naciones ex soviéticas con costas en el mar Báltico, así como con Polonia, para reforzar la presencia de la fuerza aérea del referido pacto con el fin de preparar el rechazo a un supuesto ataque ruso.
Nada en el citado plan tenía que ver con la declaración conjunta firmada en la capital portuguesa, en la cual ni Rusia ni la OTAN se reconocían como enemigos.
Sin embargo, medios de prensa señalaron luego que el acuerdo interno del bloque sobre sus planes en el Báltico y Polonia se firmó en Lisboa, precisamente, mientras a Moscú se le aseguraba que nadie amenazaba a Rusia.
La iniciativa inicial de Medvedev, de crear un mecanismo para unir en un solo acuerdo vinculante todas las regulaciones a fin de garantizar una seguridad europea regional con la participación de todos, debió ser sustituida por una propuesta de cooperación sobre un escudo antimisil.
El Kremlin se pronunció en la referida cumbre por el derecho de Rusia a participar en plena igualdad de condiciones en el proceso de elaboración, preparación y suministro de técnica especializada para la formación de un sistema común europeo que repela ataques de misiles.
Rusia consideraba que la participación en ese esquema era, al mismo tiempo, una garantía de que el futuro sistema anticoheteril de ninguna forma estaría dirigido contra ella, pues siempre expresó sus dudas en el propósito aludido por Estados Unidos y Europa Occidental.
Aún hoy Estados Unidos desea convencer a Rusia de que el segmento europeo, el cual construye de conjunto con la OTAN, de su sistema global de defensa antimisil sólo busca frenar lanzamientos de cohetes desde Teherán o Pyonyang, aunque ninguno de ellos tiene esa capacidad.
Moscú recibió como respuesta que era necesario crear dos sistemas de defensa anticoheteriles, los cuales puedan en un futuro intercambiar datos, pero la esencia de ese esquema aumentó aún más los temores de Rusia sobre los verdaderos propósitos de Bruselas.
Por último, Rusia propuso contar al menos con un documento jurídico, en el cual el pacto noratlántico fije su compromiso de que los planes de crear un sombrilla antimisil europea nunca afectarán la capacidad estratégica rusa.
Mientras el Kremlin intentaba sin éxito al menos la aceptación de la firma del referido documento vinculante, Estados Unidos inició el despliegue de elementos del sistema antimisil en Rumania y Bulgaria.
Washington repitió los planes que en su momento formuló para Polonia y la República Checa, de instalar en Bucarest y Sofía cohetes interceptores y radares de localización lejana y pronto aviso, con lo cual se cerraba el espacio para la maniobra negociadora.
Medvedev advirtió en su mensaje a la nación que Rusia y la OTAN de ninguna forma podían perder la oportunidad de acordar conjuntamente una arquitectura de seguridad regional, pues en caso contrario, dentro de una década todos lamentarían no haberlo hecho antes.
Pero en lugar de reducirse la tensión, Washington firmó acuerdos con España, Noruega y otras naciones europeas para situar allí elementos del escudo antimisil, además de anunciar al menos cuatro etapas para su desarrollo.
Los planes de expansión de la alianza noratlántica hacia el este quedaron truncados, pues ni Ucrania, con la llegada de Viktor Yanukovich al poder, ni Georgia, luego de la contraofensiva rusa de agosto de 2008, figuran como candidatas inmediatas para la OTAN.
Sin embargo, el cerco a Rusia continuó con el refuerzo de los sistemas de defensa antimisil, como el incremento de buques con misiles interceptores SM-3 a bordo, situados en el mar Mediterráneo.
El ministro ruso del Exterior, Serguei Lavrov, en su momento denunció que Estados Unidos planifica desplegar buques de guerra con SM-3 a bordo en los mares Báltico, del Norte, Barents, Negro y Mediterráneo.
Además, las etapas de desarrollo del escudo norteamericano comprenden la ampliación del radio de alcance de los SM-3 de poco más de 500 a unos dos mil kilómetros, además de probar la creación de su variante basificada en tierra.
Los expertos militares rusos dieron la voz de alarma al afirmar que los SM-3, de los cuales el Pentágono planea situar más de un centenar en zonas cercanas a Rusia para 2015, constituyen una seria amenaza a cohetes intercontinentales rusos en su primera etapa de vuelo.
Entre los elementos que permitieron llegar a un resultado positivo en las negociaciones sobre el Tratado de Reducción y Limitación de Armas Estratégicas (Start-3) está el compromiso para reconocer la vinculación entre armas estratégicas ofensivas y defensivas.
Pero el preámbulo del Start-3, firmado en abril de 2010, especifica claramente que si una de las partes considera violada la vinculación entre los dos tipos de armamentos mencionados, en detrimento de su seguridad, puede liberarse del cumplimiento de esa avenencia.
La base de la paridad nuclear, en especial, después de que Estados Unidos abandonó en el 2002 el Tratado de Defensa Antimisil (ABM) de 1972, está dada por la capacidad de ambas superpotencias nucleares de asestarse golpes nucleares con similar capacidad de destrucción.
Si existiera alguna ventaja de una de las partes en materia de protección de una respuesta, se rompe el principio de la disuasión nuclear y crece el peligro de una mayor desestabilización en el orbe. Rusia, probadas todas las vías, se vio obligada a anunciar medidas, cuya puesta en práctica, aclaró Medvedev, dependerá de las circunstancias o respuesta de Estados Unidos y Europa a esos anuncios.
El mandatario ruso ordenó la apertura de una estación de radiolocalización lejana y pronto aviso en el occidental enclave de Kaliningrado, que posee un radio de unos seis mil kilómetros y capacidad para detectar y dar seguimiento a 500 objetivos a la vez.
Kaliningrado, separada de Rusia por el territorio de Polonia y Lituania, también puede convertirse en sede de una batería de sistemas coheteriles tácticos móviles Iskander-M, con capacidad para destruir objetivos a unos 300 kilómetros con muy alta precisión.
Asimismo, Medvedev ordenó que los Iskander-M fueran ubicados, de ser necesario, en la porción sur rusa.
De igual forma, ordenó que todos los nuevos cohetes balísticos intercontinentales de nueva generación, como los de basificación naval Bulavá y las rampas móviles con misiles Topol-M y Yars, con bloques para evadir al escudo antimisil europeo.
El jefe de Estado ruso se refirió a la posibilidad de desplegar unidades de choque en la frontera occidental de país, así como de crear condiciones para destruir puntos de información y dirección del sistema antimisil, aunque no especificó los métodos. A ello se suma el anuncio de Washington de suspender el cumplimiento de sus compromisos relacionados con el Acuerdo para la Limitación de Armas Convencionales en Europa, de 1991, en medio de la moratoria que mantiene en ese sentido Rusia desde 2007.
Moscú alega que ninguno de los ex miembros del Pacto de Varsovia, ahora integrados a la OTAN, ratificó el Protocolo de Adaptación al citado acuerdo, que tenía en cuenta los cambios operados en Europa e introducía un nuevo método de conteo de armamentos en las fronteras.
Al mismo tiempo, la salida de Estados Unidos de la citada avenencia le permite poner en práctica, ampliamente, sus planes de reforzar el cerco militar a lo largo de los límites con Rusia, estiman analistas. Pese a que el mandatario ruso aclara que aún mantiene abierta las puertas para futuras negociaciones, muchos dudan que siquiera tenga lugar la cumbre Rusia-OTAN, prevista para mayo próximo, en Chicago. El escudo antimisil sigue, más que nunca, en el centro de la discordia.
*Corresponsal de Prensa Latina en Rusia.