Este año de 2010 que termina, último de la primera década del siglo XXI, nos deja una sensación de impotencia y de desánimo ante las crisis y conflictos ocurridos en el mundo, que están desbordando la precaria arquitectura de seguridad mundial que ha permanecido vigente, una vez acabada la "guerra fría".
Con independencia de las filtraciones de Wikileaks, del que aún no se sabe el alcance de sus repercusiones, en este año que se nos va, hemos asistido, con gran inquietud, a los sucesivos fracasos que ha sufrido la política exterior de los Estados Unidos, referente incuestionable durante la segunda mitad del siglo XX y la primera década de esta nueva centuria. También es verdad que el presidente norteamericano, Barack Obama, ha conseguido algunos éxitos como el inicio de la recuperación económica, la nueva ley de sanidad o el nuevo Tratado de Reducción de Armas Nucleares (START) con Rusia.
Desde el estancamiento que se ha producido en la solución del conflicto palestino-israelí hasta las grandes dificultades que están apareciendo para ganar la guerra de Afganistán-Pakistán, pasando por el imparable proceso nuclear iraní, la continua provocación de Corea del Norte, país que posee algunas bombas nucleares, a veces situándose en el límite del enfrentamiento bélico, la crisis económica y financiera, el desafío del cambio climático o la lucha permanente contra Al Qaeda sin vislumbrarse cuándo se acabará, constituyen algunos de los conflictos o grandes cuestiones que no se han solucionado en el año 2010 y que afectan gravemente a la seguridad y estabilidad de la comunidad internacional.
Ante esta situación, una consecuencia inmediata es que el actual sistema de seguridad internacional, encabezado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y apoyado por varias organizaciones regionales e internacionales de seguridad y defensa no es capaz de responder con rigurosidad, contundencia y eficacia a los retos y desafíos que nos presenta este mundo inestable, incierto e impredecible de los primeros años del siglo XXI.
Lo cierto es que se está rompiendo el viejo "statu quo", heredado de la "guerra fría". Se ha pasado del G-8 al G-20 como grupo referente de la economía mundial. Tanto el FMI como el Banco Mundial están variando ya sea la cuota de participación de sus miembros o ya sea el sistema de votación. Aparecen nuevos polos de poder que están buscando su sitio en la arquitectura de seguridad mundial que se avecina, entre los que se halla el Grupo BRIC - Brasil, Rusia, India y China - como entidad geopolítica singular.
Las grandes potencias también están cambiando su "peso" global. Mientras Brasil, Rusia, India y China, el mencionado BRIC, están creciendo en influencia política, económica y tecnológica, las otras tres, Estados Unidos, la Unión Europea y Japón están pasando por momentos difíciles, especialmente en la recuperación económica y en sus problemas de propia identidad.
En la Unión Europea, los rescates económico-financieros de Grecia e Irlanda, las manifestaciones y huelgas en Grecia, Francia y el Reino Unido donde se palpa la rebelión contra las medidas de ajuste junto con la disminución sustancial de los presupuestos de defensa en casi todos sus miembros, señalan nítidamente el alejamiento de la Unión de su pretensión de constituirse en actor internacional, tal como se indicaba en la Estrategia Europea de Seguridad del año 2003.
En Oriente Medio, la decisión israelí de continuar con la construcción de asentamientos en Jerusalén, ha roto cualquier progreso en las negociaciones del proceso de paz del conflicto palestino-israelí que habían sido promovidas por la administración Obama. En relación con Irán, tanto los nulos resultados de la última reunión entre el Grupo 5+1 (los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad más Alemania), del 8 de diciembre pasado, como la destitución del ministro de Exteriores, Manoucher Mottaki, unos días después, indican que el primer ministro iraní, Mahmud Ahmadineyad continúa adelante con su cuestionado proceso nuclear.
El final de la guerra en Afganistán-Pakistán sigue estando incierto, a pesar del anuncio norteamericano del inicio de la retirada de tropas el próximo verano. La decisión tomada en la Cumbre de la OTAN, celebrada en Lisboa, el 19 y 20 del pasado mes de noviembre, de la retirada de las tropas en el 2014, puede producir efectos no deseados ante Al Qaeda y los talibanes. Por otra parte, las relaciones indo-pakistanís, entre las dos potencias nucleares de la zona, no acaban de estabilizarse.
En el Nordeste de Asia, las crisis han vuelto a manifestarse ya sea en la herida, aún no cerrada, entre las dos Coreas, con el ataque de Corea del Norte a la isla Yeonpyeong, de Corea del Sur, situada en el Mar Amarillo, el pasado 23 de noviembre o ya sea en el litigio entre China y Japón sobre las islas Senkaku o Diaoyu; entre Rusia y Japón en torno a cuatro islas más meridionales de las Kuriles; o en las disputas en el Mar de China Meridional en relación con la soberanía sobre las islas Spratley, reclamadas en su totalidad por China, Taiwán y Vietnam y, parcialmente, por Malasia, Filipinas y Brunei.
En Iberoamérica, el narcotráfico y el crimen organizado, que nació en las estribaciones andinas, hoy se ha extendido tanto a México como a Centroamérica y el Caribe, sin olvidar a Brasil. Los sangrientos cárteles están azotando peligrosamente a la región, especialmente a México, y están poniendo en cuestión la gobernabilidad en algunos Estados, con independencia del papel que juegan los países consumidores, ya sean los Estados Unidos o la Unión Europea.
En cuanto al África Subsahariana, el subcontinente "olvidado", la persistencia de los conflictos en la misma - Somalia, Sudán, Costa de Marfil, Guinea-Bissau, República Democrática del Congo -, se ve agravada por la existencia de "estados fallidos", el crecimiento incontrolado de la población, la emigración, el tráfico de drogas, el terrorismo y las enfermedades de alto riesgo, principalmente el sida, la tuberculosis y malaria.
Si a ello se une la aún no resuelta crisis económica-financiera, la permanente actuación del terrorismo internacional en gran parte del planeta o la falta de un acuerdo global en cuanto al cambio climático, no cabe duda de que la situación de seguridad y estabilidad planetaria se halla en un momento no sólo preocupante y delicado sino también peligroso y grave.
En definitiva, el mundo del año 2010 se ha caracterizado por la ausencia de liderazgo internacional junto a una falta de un orden mundial sólido, creíble y coherente. Sin duda, la solución de ambas carencias debieran ser dos de las más importantes prioridades de la década que comienza, al objeto de que la comunidad internacional pueda disfrutar de la paz y seguridad que se merece. Es la petición más urgente y fundamental que nos hace este año que termina.
*Jesús Rafael Argumosa es General de División
Ex- Jefe de la Escuela de Altos Estudios de la Defensa (EALEDE) del CESEDEN.
Como General de Brigada fue Jefe de la División de Estrategia y Cooperación Militar del EMACON.