Rusia y China firmaron
un acuerdo marco sobre el suministro de 24 aviones Su-35 y cuatro sumergibles diesel-eléctricos clase Lada, informó la televisión central (CCTV) del gigante asiático.
Se trata de la mayor venta de armas de Moscú a Pekín en los últimos diez años. En el pasado, China era el principal cliente de la industria militar rusa, pero poco a poco se fue emancipando. Sin embargo, según los expertos, Pekín sigue interesado en adquirir tecnología rusa para desarrollar su propia industria de armamento, a menudo copiando. ¿Se podrán evitar nuevos escándalos en la realización del proyecto anunciado?
El contrato no es ninguna sorpresa: los detalles aparecieron en los medios de ambos países hace tiempo. Sin embargo, la firma del acuerdo marco es un paso que pone de manifiesto la firmeza de intenciones de Moscú y Pekín y permite hablar de las condiciones concretas de la operación.
El primer cliente
El futuro contrato de venta de los Su-35 será la primera exportación de este tipo de aeronaves, que hasta ahora sólo se han suministrado a la Fuerza Aérea de Rusia. De realizarse el proyecto, China se convertirá en el primer cliente extranjero del caza ruso. En el sector militar el éxito de un primer contrato de exportación con frecuencia determina la futura trayectoria del producto. El armamento ya aceptado por un ejército extranjero se vende mejor y con más ventajas para el suministrador.
El potencial del Su-35 para ser exportado es bastante alto. Lo podrían adquirir los países que ya reciben aparatos desarrollados por el fabricante (la corporación aeronáutica rusa Sukhoi) dentro de la plataforma de vuelo ?-10 de generación 4++ (Su-27, Su-30, Su-34, Su-35). Se trata, en particular, de Vietnam e Indonesia, que compraban a Rusia la versión de exportación Sukhoi Su-30MK2. Pero los rusos también llevan tiempo estudiando posibilidades de entrar en los mercados más “exóticos”, como por ejemplo, el de Brasil. En este sentido, el contrato con China facilitará, sin duda alguna, la promoción del Su-35 en el mercado mundial.
A costa del socio asiático
En cuanto al suministro de los sumergibles, todo es más complicado. En primer lugar porque se sospecha la clave del interés chino no está en los submarinos diésel o diésel-eléctricos del proyecto 677 Lada, sino en sus versiones de propulsión destinadas a la exportación del proyecto Amur.
En cualquier caso, los barcos en cuestión aún no existen, representan más bien un concepto, una serie de requisitos técnicos que hasta ahora ha estado esperando a un cliente solvente, capaz de concretar el proyecto técnico y financiar su realización.
Es verdad que los barcos del proyecto 677 fueron encargados por la Armada rusa, pero su construcción fue congelada en 2011 tras la entrega del primer submarino de este tipo, el ‘San Petersburgo’. Aunque la Armada aceptó su entrada en servicio, el prototipo, que había fallado en muchos de los requisitos exigidos durante los ensayos, se mantiene como banco para experimentar con diversos sistemas, mientras que los sumergibles restantes se construirán con modificaciones importantes en comparación con el proyecto inicial.
En estas circunstancias el pedido chino cobra una especial relevancia: es una forma de retocar el proyecto para la Armada rusa a costa de Pekín. Un esquema similar ya se empleó para desarrollar el caza polivalente Mikoyan MiG-29K: el proyecto se realizó por encargo de las fuerzas Armadas de la India y luego este tipo de aparatos se suministraron a la Fuerza Aérea de Rusia.
El motor, un asunto clave
Se planea dotar a los submarinos de la clase Lada con una planta propulsora no dependiente del aire. El tipo del sistema de propulsión independiente que se emplee define el perfil general del proyecto, y los fabricantes rusos están desarrollando una tecnología basada en el uso de generadores electroquímicos (como los sumergibles alemanes del proyecto 212). Mientras tanto parece que China está interesada en el desarrollo de otra tecnología, los llamados “motores Stirling” (como en los submarinos suecos de Clase Gotland y los japoneses Soryu).
Esto puede significar que la parte rusa también está interesada en obtener tecnología del motor Stirling para su planta propulsora. Y en este caso el proyecto conjunto con el país asiático sería una buena opción para conseguirlo.
El regreso del armamento ruso a China
Hace diez años las relaciones ruso-chinas en materia de cooperación militar, si no se suspendieron, se enfriaron notablemente.
Tal enfriamiento fue consecuencia de un escándalo en torno a los contratos sobre fabricación en el país asiático de los cazas rusos Su-27SK bajo licencia. Bajo este convenio los chinos empezaron a fabricar los aparatos en Shenyang con el nombre chino de J-11. Tras recibir hasta 2003 las piezas y motores para ensamblar 95 aviones, China rompió unilateralmente el contrato con el pretexto de que el modelo ruso tenía limitadas capacidades de combate, cuando el año anterior había presentado su propio modelo J-11B, una copia casi exacta del SU-27SK.
Rusia avisó a China de que la producción del caza J-11B, copia pirata del Su-27SK ruso, violaba los acuerdos intergubernamentales suscritos y prometió iniciar los trámites para defender su propiedad intelectual. Ahí quedó la cosa.
Ahora Rusia está dispuesta a volver al mercado chino de aviación de combate. ¿Qué se planea hacer esta vez para evitar problemas similares? Lo más importante, desde el punto de vista del importador, es el volumen de los suministros. Si Moscú teme que los chinos compren unos aparatos con el objetivo de copiar la tecnología para luego anular el contrato, debería negociar la venta en firme de un número elevado de los cazas.
Sin embargo, Pekín se mostró poco flexible en estas negociaciones insistiendo en reducir el volumen del suministro de los Su-35. Aunque la parte rusa pretendía vender por lo menos 75 aparatos, los chinos consiguieron que este número se redujese a 24.
¿Nuevo formato o viejos errores?
Aún es pronto para hablar de la seguridad de las tecnologías rusas en los eventuales contratos con China. En esta situación, más que de las garantías contra su uso no reglado (está claro que el armamento recibido será estudiado a fondo con el objetivo de copiar las tecnologías en función de las propias posibilidades técnicas), cabe hablar de mecanismos de compensación de riesgos del 'pirateo' previstos en el contrato. Esperemos que la versión final del documento recoja en mayor medida los intereses nacionales de Rusia.
Sin embargo, otro aspecto del acuerdo marco (el desarrollo conjunto del sumergible diésel-eléctrico) merece una atención especial. Es un nuevo paso hacia la intensificación de la cooperación técnico-militar con respecto a la venta de aparatos fabricados y licencias de ensamblaje. Habrá que ver si las eventuales ventajas del proyecto conjunto del desarrollo de los submarinos compensan los riesgos del suministro a China de cazas de última generación.
En este sentido parece lógico que las dos operaciones sean presentadas como un único paquete. Por lo visto esto es resultado de un compromiso que podrá contribuir a la consolidación de un nuevo formato de cooperación militar ruso-china. Pero esto depende, al igual que hace diez años, de las estrategias de los fabricantes rusos de armamento.