Jesús M. Pérez
Las circunstancias del conflicto de Afganistán han convertido en protagonistas a sistemas como los vehículos protegidos a pruebas de minas (MRAP) y las aeronaves sin piloto (UAV). Actualmente es raro el país con fuerzas de cierta entidad desplegadas en Afganistán que no haya lanzado un programa para la puesta en servicio de al menos uno de los dos tipos de sistemas.
España no ha sido una excepción. Pero a pesar de la existencia de un programa de UAV desarrollado por el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, se compraron a Israel Aerospace Industries cuatro unidades del Searcher MkII. Tras varios accidentes, no demasiado tiempo después fue necesario comprar una unidad adicional para reponer un ejemplar cuya reparación fue imposible.
La cuestión que se plantea, por tanto, es cómo atender a requerimientos urgentes generados en una misión internacional donde están vidas en juego. Y cómo, atendiendo a la necesidad de una puesta en servicio lo más rápida posible, pueden quedar atendidos los requerimientos de formación de usuarios y técnicos que todo nuevo sistema trae consigo para su uso y mantenimiento. En el caso de las aeronaves sin piloto podemos tomar como referencia la experiencia de Canadá, Holanda y Reino Unido en su despliegue en Afganistán mediante contratos de leasing.
En octubre de 2007 un comité gubernamental canadiense de alto nivel recibió el encargo de elaborar un informe sobre las necesidades de las fuerzas desplegadas en Afganistán. El documento se publicó en enero de 2008 y una de sus recomendaciones fue la incorporación de un UAV de altas prestaciones que sustituyera a los SAGEM Sperwer. Al mes siguiente, en febrero de 2008, se abrió un concurso cuyo resultado se publicó el 1 de agosto. El ganador resultó ser el consorcio formado por la empresa local MDA y la israelí IAI que ofreció poner en servicio tres UAV con capacidad de vuelo a media altura y largo alcance Heron. Cinco meses después estaban ya desplegados en Afganistán mediante un contrato de leasing por el que el consorcio ganador se encargaba de la logística, mantenimiento y formación de los operadores.
Holanda también desplegó en Afganistán los SAGEM Sperwer, y sus fuerzas se encontraron, al igual que las de Canadá, con las mismas limitaciones de un aparato que no fue diseñado para su uso a grandes alturas. En marzo de 2008 se firmó un contrato de leasing con Aeronautics Defense Systems para el despliegue de cinco ejemplares de su UAV modelo Aerostar a partir de junio de aquel año. La particularidad del contrato holandés fue que los operadores del sistema los proporcionó el consorcio encargado del programa británico de leasing de UAV.
En el verano de 2005 el Ministerio de Defensa británico asignó un contrato al consorcio formado por la empresa israelí Elbit System y la empresa Thales UK para la construcción de una versión británica del UAV modelo Hermes 450 designada Watchkeeper 450. Hasta la entrada en servicio de los primeros ejemplares, las necesidades del ejército británico serían cubiertas mediante el despliegue en zona del Hermes 450 bajo un contrato de leasing que aseguraba la disponibilidad de aparatos 14 horas al día, 7 días a la semana. Esas capacidades pueden eventualmente aumentarse a 24 horas. El proyecto fue descrito como un contrato en el que el Ministerio de Defensa pagaba por un servicio y no por un sistema. No son estos casos únicos. También Alemania y Australia anunciaron en 2009 sendos contratos de leasing para desplegar aeronaves no tripuladas en Afganistán.
Hay varias lecciones que aprender. Basta repasar la historia del desarrollo del programa SIVA del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, definido en los años 80 y presentado al público entrado el siglo XXI sin que se haya desplegado en Afganistán. En contraste, encontramos ejemplos de cómo la industria privada española en un lapso de tiempo mucho más breve ha sido capaz de sacar varios modelos al mercado. Por ejemplo, UC-UASE y su gama de modelos tácticos: Hexacopter, Lynx, Mini-Lynx, Fenyx, Albatross... Pero no sólo hay ventajas en cuanto a los tiempos de desarrollo. Cuando se trata de incorporar con urgencia sistemas en zonas de operaciones, existen alternativas ya probadas por otros países de nuestro entorno. Una vez resueltos los concursos públicos y aprobados los contratos, se ha visto cómo el sector privado responde con plazos más cortos y es capaz de desplegar enseguida los sistemas con personal preparado para el mantenimiento y operación. En una zona de guerra eso salva vidas.