Foto: BBC
(Caracas, 22 de noviembre. Noticias24) – El periodista Hamada Abu Qammar es el corresponsal de la BBC en la Franja de Gaza,sin embargo, durante los últimos hechos violentos entre Israel y Palestina el reportero no estuvo presente debido a que se encuentra en Londres, desde hace un mes, realizando un curso.
A pesar de esto, es un hecho que Hamada Abu Qammar conoce la realidad que se vive en Gaza y a continuación narra su experiencia:
Salir de Gaza y verse al otro lado de la frontera es sentirse de repente libre y fuera de la cárcel.
Así es como me siento cada vez que dejo Gaza.
Salí para un curso en Londres hace tres semanas antes de que Israel comenzara a bombardear mi ciudad. Allí dejé a mi familia y mis amigos.
Es un sentimiento extraño el que tienes al ver un lugar que conoces en las pantallas de televisión con columnas de humo y bolas de fuego lanzadas al aire.
Cuando los cohetes israelís impactaron en el gran edificio del centro de Gaza que alberga a varias emisoras de televisión, tuve un sentimiento muy extraño:es el mismo edificio y la misma planta desde la que informé en 2009 sobre la guerra en Gaza.
Seis periodistas locales resultaron heridos y un amigo mío perdió una pierna. Yo podría haber estado allí, pensé.
Aislados por tierra, mar y aire
Gaza es un lugar pequeño, de sólo unos 41 kilómetros de largo y de entre 6 y 12 kilómetros de ancho, y con aproximadamente un millón y medio de habitantes.
Antes de 2005, en más del 40% de la Franja de Gaza había asentamientos israelíes.
Sólo entre 5.000 y 6.000 colonos vivían allí y cerca de 1,5 millones de palestinos estaban apiñados en la otra mitad de ese territorio.
Ahora Gaza está cercada por tres lados. Aislados de Israel y también de Egipto por tierra, aire y mar, no hay dónde ir ni qué hacer. Con suerte tienes un trabajo, pero incluso si lo tienes el salario es bajo y no hay seguridad.
Y la población sigue creciendo aceleradamente. La mitad de los habitantes son niños y la mayoría de ellos juegan en las calles porque no tienen otro lugar donde hacerlo.
No hay parques, pero al menos en verano pueden ir a la playa. No obstante, no hay paseo marítimo y no se puede nadar, porque a ese mar llegan las aguas residuales.
Si quisiera sumergirme, podría ir al norte o al sur, cerca de la frontera con Egipto o Israel.
Pero no lejos de esa costa hay barcos de la Marina de Israel que en ocasiones han disparado a botes de pesca e incluso a personas que navegaban o nadaban lejos de la costa.
Campos de refugiados
Las calles en los campos de refugiados como Jabalia, que se encuentra a varios kilómetros al norte de la ciudad de Gaza, son peores aún. No hay parques, ni cines, ni clubes… Simplemente nada. ¿Ocio? Olvídalo. ¡Vaya vida!
Así que allí se puede ver a un montón de jóvenes apostados en las esquinas, charlando, fumando y mirando con desolación. Muchos de ellos han sido educados decentemente, pero no tienen trabajo y viven de la esperanza.
En las fotos de Gaza posteriores a 1948 pueden verse grupos de hombres con una expresión similar en sus caras. ¿Quizás ya soñaban con volver al lugar de donde les obligaron a salir?
Pero las preocupaciones cotidianas son más terrenales. ¿Habrá electricidad hoy?, ¿tendremos gas para cocinar o no?
No hay muchos productos básicos y, lo que es más grave, cuando oyes cómo los israelíes corren hacia los refugios cuando lanzan misiles desde Gaza, piensas: aquí no tenemos refugios. Puede que las máximas autoridades los tengan, pero nosotros no.
Una casa palestina
Generalmente, una casa palestina en Gaza tiene muros de cemento y tejados de calamina. En verano hace mucho calor y no hay aire acondicionado ni electricidad para ponerlo en marcha.
En invierno, las paredes de cemento se congelan y puede llegar a hacer mucho frío. Pero las casas en Gaza no tienen calefacción y, en cuanto a calentadores eléctricos, vuelve a surgir el problema de los cortes de electricidad.
Ver por televisión cómo está ahora Gaza me recuerda lo que viví durante la “Operación Plomo Fundido” de 2009.
En Gaza no hacen falta las alarmas y los toques de queda no se anuncian, sino que simplemente suceden. La gente sabe que cualquiera que se mueva se convierte en blanco de los aviones no tripulados y de los cazas.
Antes de la guerra de 2009, Gaza tenía algún negocio agrícola e industrial que producía y exportaba vegetales, fresas y flores, e incluso se construían muebles. Después de ese conflicto, más del 95% de los negocios privados tuvieron que cerrar.
Hoy, las necesidades cotidianas de la Franja dependen de Israel y de que deje abierto un paso fronterizo, Kirm Shalom. La otra vía para recibir suministros es a través de los túneles de Egipto.
Todo eso, el bloqueo, el embargo, los aviones no tripulados, los bombardeos, la sensación de vivir en una prisión cada día… crea mucha ira y odio que alimenta el radicalismo y opaca la visión del futuro de las nuevas generaciones.
No sé si a esta generación le interesará la política. No a todos los habitantes de Gaza les interesa la política y muchos no apoyan ni a Hamas ni a Fatah, aunque ni siquiera sean libres para adopta esa postura.
Los jóvenes que conozco han vivido con imágenes de sangre derramada durante muchos años. No saben lo que es una vida normal y son la mitad de la población.
Con tregua o sin tregua, el futuro no se ve prometedor en mi ciudad
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