16 de agosto de 2011Foto: LM Otero, archivo / AP
JONATHAN FAHEY
Las guerras en Irak y Afganistán van menguando, Osama bin Laden está muerto y el gobierno de Estados Unidos tiene una deuda enorme... así concluye una década dorada para la industria militar.
En los 10 años transcurridos desde los ataques del 11 de septiembre del 2001, el presupuesto anual de defensa se ha más que duplicado a 700.000 millones de dólares, y las ganancias anuales de la industria militar se han casi cuadruplicado, acercándose a unos 25.000 millones de dólares el año pasado.
Ahora el gasto militar esá llamado a disminuir, al igual que las utilidades de la industria. "Estamos a punto de iniciar el descenso de la montaña rusa", describió el analista David Berteau, experto en la industria militar en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.
El Congreso aceptó el mes pasado reducir el gasto militar en 350.000 millones de dólares en los próximos 10 años. El presupuesto de defensa será disminuido automáticamente en otros 500.000 millones de dólares en ese período si los legisladores no llegan a un acuerdo para recortar el déficit, a más tardar en noviembre.
Los títulos bursátiles de la industria militar comienzan a perder valor; en los últimos meses han causado rezagos en el índice Standard & Poor's. Durante el anterior descenso en el gasto de defensa, que se extendió de 1985 a 1997, el rendimiento de las acciones del sector militar tuvo una reducción de 33% respecto a los índices generales del mercado, de acuerdo con una análisis de RBC Capital Markets.
Los atentados del 11 de septiembre obligaron a las fuerzas armadas más grandes y con mayores recursos en el mundo a modernizarse rápidamente. Se necesitó desarrollar tecnologías, armas y estrategias para encontrar y combatir a una elusiva red de terroristas que parecía más sofisticada y peligrosa de lo que jamás nadie hubiera imaginado.
Estados Unidos gastó 1,3 billones de dólares en los 10 años posteriores a los ataques para perseguir a al-Qaida y librar dos guerras. Eso excedía el gasto militar usual en más de cuatro billones de dólares.
"Después del 11 de septiembre, las compuertas (del gasto militar) se abrieron", puntualizó Eric Hugel, analista de la industria militar en Stephene Inc.
El presupuesto de defensa creció de 316.000 millones de dólares en el 2001 a 708.000 millones en el 2011. Las erogaciones federales en la seguridad nacional, que incluye todo desde seguridad en los aeropuertos hasta el control de las fronteras, también aumentaron considerablemente.
Decenas de instituciones federales, como el Departamento de Seguridad Nacional, gastaron el año pasado 70.000 millones en esos programas, según la Oficina de Administración y Presupuesto. Esa suma supera los 37.000 millones del 2003, el primer año después de que se creó ese departamento.
Todo ese gasto se reflejó en el galopante desempeño de la industria militar, encabezada por los cinco principales contratistas de defensa: Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, General Dynamics y Raytheon.
En el 2001, los ingresos de los contratistas militares establecidos en Estados Unidos totalizaron 217.000 de dólares, según datos compilados por la compañía de análisis informático Capital IQ. Para el 2010, los ingresos se habían elevado a 386.000 millones.
Las utilidades se dispararon en el mismo lapso, de 6.700 millones de dólares a 24.800 millones. Algunos contratistas radicados en el exterior, como BAE Systems, también prosperaron. BAE fue el sexto mayor contratista de defensa en el 2010, con 7.200 millones de dólares en contratos militares de Estados Unidos.
El gasto militar aumenta en tiempos de guerra y disminuye en épocas de paz. Pero después del 11 de septiembre, y a medida que evolucionaban las guerras en Irak y Afganistán, resultó claro que el país necesitaba gastar más dinero en tecnologías y estrategias militares muy diferentes.
Los cazas, los sistemas antimisiles y otros mecanismos de la era de la Guerra Fría que estaban diseñados para enfrentar las amenazas de naciones fueron menos útiles. Las fuerzas armadas de Estados Unidos tuvieron que incrementar su capacidad de encontrar, reconocer y rastrear enemigos que estaban desperdigados en muchos países y dispersos entre la población civil.
Durante la guerra en Irak, las fuerzas armadas supieron que no podían proteger a las tropas de una amenaza de baja tecnología pero potente: las bombas rudimentarias colocadas junto a caminos. En Afganistán, los comandantes necesitaban la manera de encontrar y desterrar a los insurgentes que se habían congregado en cuevas de montañas escarpadas.
Esos desafíos forzaron la creación de nuevos instrumentos, incluidos los aviones no tripulados y las herramientas de identificación.
Pero al tiempo que los presupuestos merman ahora, algunas de las tecnologías desarrolladas durante la década anterior, como esos aviones sin tripulantes, tendrán que reemplazar totalmente a las antiguas.
"La era de los aviones tripulados debería considerarse terminada", dijo Michael O'Hanlon, especialista en políticas de defensa en la Institución Brookings. "El problema es que nadie quiere renunciar a lo acordado anteriormente".
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