Asia Times Online
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Se esperaba que las consultas del ministro de Exteriores chino Yang Jiechi en Moscú durante el fin de semana preparasen el terreno para la visita del presidente Hu Jintao a Rusia el próximo mes. Finalmente resultó, sin embargo, que tomaron un carácter de inmensa importancia para la seguridad internacional.
Los continuos esfuerzos ruso-chinos por “coordinar” su posición sobre temas regionales e internacionales han conducido a un nivel cualitativamente nuevo respecto a la situación que se desarrolla en Medio Oriente.
La agencia oficial de noticias rusa utilizó una expresión poco usual –“estrecha cooperación”– para caracterizar el nuevo modelo al que ha llevado su coordinación de las políticas regionales. Esto tenderá a plantear un fuerte desafío a la agenda unilateralista de Occidente en Medio Oriente.
La visita de Hu a Rusia tiene lugar, en principio, para asistir al despliegue en San Petersburgo del 16 al 18 de junio, que el Kremlin está coreografiando cuidadosamente como un evento anual al estilo de un “Davos de Rusia” –intitulado Foro Económico Internacional-. Ambos países están muy excitados ante la posibilidad de que la visita de Hu sea un momento crucial en la cooperación energética entre China y Rusia.
El gigante ruso de la energía, Gazprom, espera bombear 30.000 millones de metros cúbicos de gas natural al año a China hasta 2015 y las negociaciones sobre los precios están en una etapa avanzada. Los funcionarios chinos sostienen que las negociaciones paralizadas por fin se ultimarán con un acuerdo cuando Hu llegue a Rusia.
Por cierto, cuando la economía importante de más rápido crecimiento del mundo y el mayor exportador de energía del mundo llegan a un acuerdo, el asunto va más allá de un acuerdo de cooperación bilateral. Habrá desasosiego en Europa, que ha sido históricamente el principal mercado de Rusia de las exportaciones de energía, por el hecho de que un “competidor” aparezca en Oriente y que el negocio energético de Occidente con Rusia pueda tener a China como “socio comanditario”. Este cambio de paradigma provee un trasfondo a las tensiones Este-Oeste por el Medio Oriente.
Posición idéntica
Medio Oriente y el Norte de África resultaron ser el motivo central de las conversaciones de Yang en Moscú con su anfitrión Sergei Lavrov. Rusia y China decidieron trabajar juntas para encarar los problemas que provienen de la agitación en Medio Oriente y el Norte de África. Lavrov dijo: “Hemos acordado coordinar nuestras acciones utilizando las capacidades de ambos Estados a fin de ayudar a la estabilización más rápida posible y la prevención de más consecuencias negativas imprevisibles en la zona”.
Lavrov dijo que Rusia y China tienen una “posición idéntica” y que “toda nación debería determinar su futuro independientemente, sin interferencia extranjera”. Presumiblemente, los dos países han acordado ahora una posición común para oponerse a cualquier acción de la OTAN para realizar una operación terrestre en Libia.
Hasta ahora, la posición rusa ha sido que Moscú no aceptará que se dé algún mandato del Consejo de Seguridad de la ONU a la OTAN para una operación terrestre sin una “posición claramente expresada” que la apruebe por parte de la Liga Árabe y de la Unión Africana (de la cual forma parte Libia).
Evidentemente, existe un “déficit de confianza” en este caso, que se hace cada día más insuperable a menos que la OTAN decida un inmediato alto el fuego en Libia. Dicho en pocas palabras, Rusia ya no confía en que EE.UU. o sus aliados de la OTAN sean transparentes sobre sus intenciones respecto a Libia y Medio Oriente. Hace unos días, Lavrov habló largamente sobre Libia en una entrevista con el canal de televisión ruso Tsentr. Expresó gran frustración por la ambigüedad y los subterfugios de Occidente al interpretar unilateralmente la Resolución 1973 de la ONU para hacer prácticamente todo lo que le da la gana.
Lavrov reveló en esa entrevista: “Nos llegan informes sobre la preparación de una operación terrestre [en Libia] y sugieren que los planes adecuados se desarrollan en la OTAN y en la Unión Europea”. Y dejó entrever públicamente la sospecha de Moscú de que el plan estadounidense sería evitar la necesidad de un contacto con el Consejo de Seguridad para obtener un debido mandato para operaciones terrestres de la OTAN en Libia y en vez de eso presionar al secretario general de la ONU Ban Ki-Moon para sacar una “solicitud” a la alianza occidental para que suministre escoltas para la misión humanitaria de la ONU y utilizarla como una tapadera para iniciar operaciones terrestres.
La posición pública de Rusia y China impediría que los funcionarios del secretariado de Ban faciliten subrepticiamente por la puerta trasera una operación terrestre de la OTAN. Ban visitó recientemente Moscú y algunos informes rusos sugirieron que “recibió una bronca” por su forma de dirigir el organismo mundial. Un experto comentarista moscovita, Dmirty Kosyrev, escribió con hiriente sarcasmo:
Hay muchas maneras de decir políticamente a un invitado por cuenta propia y por cuenta de los propios socios internacionales: “No estamos muy contentos con su desempeño, estimado señor Ban”. A menudo las palabras ni siquiera son necesarias en estos casos. Es obvio que al secretario general le gusta el romanticismo revolucionario de las guerras civiles y que apoya a los combatientes por la libertad en general. Como resultado, a menudo se pone de parte de los archiliberales de Europa o EE.UU.
Sin embargo, el secretario general de la ONU no debería adoptar posiciones políticas extremas, y mucho menos aún ponerse de parte de la minoría de los Estados miembros de la ONU respecto a un tema, como lo ha hecho en el caso de Libia y de Costa de Marfil. No fue elegido para eso. El punto no es obligar al señor Ban a cambiar sus convicciones o posición, sino más bien a que ajuste ligeramente su visión a favor de más neutralidad.
Moscú y Pekín parecen contemplar al denominado Grupo de Contacto Libia (formado por 22 países y seis organizaciones internacionales) con mucha sospecha. Refiriéndose a la decisión del grupo en su reunión de Roma el jueves pasado, de poner a disposición de inmediato un fondo temporario de 250 millones de dólares como ayuda a los rebeldes libios, Lavrov dijo cáusticamente que el grupo “incrementa sus esfuerzos para adoptar el papel dirigente en la determinación de la política de la comunidad internacional hacia Libia” y advirtió de que no debería “tratar de reemplazar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y que no debería tomar partido por una de las partes”.
Se ha convertido en motivo de inquietud para Moscú y Pekín que el grupo de contacto se convierta gradualmente en un verdadero proceso regional soslayando a la ONU a fin de modular el levantamiento árabe que se ajuste a las estrategias occidentales. El grupo de Estados del Consejo de Cooperación del Golfo (y de la Liga Árabe) que están presentes en el grupo de contacto permite que Occidente proclame que el proceso es una voz colectiva de opinión regional. (Irónicamente, Francia ha invitado a Rusia a unirse al grupo de contacto.)
Punta del iceberg
En la conferencia conjunta de prensa con Yang en Moscú el viernes, Lavrov fue directo al grano: “El grupo de contacto se ha establecido solo. Y ahora trata de arrogarse la responsabilidad por la política de la comunidad internacional hacia Libia. Y no solo Libia, estamos escuchando voces que llaman a que este grupo decida qué hacer en otros Estados de la región”. Lo que preocupa a Rusia en términos inmediatos sería que el grupo de contacto podría estar gateando hacia Siria para realizar también en ese país un cambio de régimen.
China ha sido hasta ahora muy diplomática respecto al tema de Libia y ha dejado que Rusia ponga el cascabel al gato occidental, pero ahora se hace más y más elocuente. Yang fue bastante directo en la conferencia de prensa en Moscú en su crítica de la intervención occidental en Libia. Hace apenas tres semanas, el People's Daily comentó que la guerra en Libia estaba en un punto muerto; el régimen de Muamar Gadafi había mostrado su resistencia; y la oposición libia fue sobrestimada por Occidente. El periódico comentó:
“La guerra libia se ha convertido en una situación delicada para Occidente. Primero, Occidente no se puede permitir la guerra económica y estratégicamente… La guerra cuesta demasiado a los países europeos y a EE.UU. que no han salido completamente de la crisis económica. Cuanto más dure la guerra, más países en Occidente se verán ante una desventaja.
“Segundo, Occidente encontrará muchos problemas militares y legales… Si Occidente se sigue involucrando, será considerado como parcial a favor de una parte… Respecto a alas cciones militares, los países occidentales tendrán que enviar fuerzas terrestres a fin de deponer a Gadafi… Eso va mucho más allá del alcance de la autoridad de las Naciones Unidas, y es probable que repita los errores de la Guerra de Iraq… En una palabra, la solución militar al problema en Libia ha llegado a su fin y hay que poner en la agenda la solución política.”
Las conversaciones de Yang en Moscú significan que Pekín ya se da cuenta de que Occidente está determinado a aguantar la delicada situación cueste lo que cueste, hacer que se “tranquilice” a cualquier precio y luego consumirla sin compartirla con nadie. Por lo tanto, parece que hay una revisión de la posición china y una aproximación a la de Rusia (que ha sido mucho más abiertamente crítica de la intervención occidental en Libia).
Moscú podría haber alentado a Pekín a ver lo que se avecina. Pero el argumento decisivo parece que es el creciente sentido de intranquilidad de que la intervención occidental en Libia sólo es la punta del iceberg y que lo que se está desarrollando podría ser una geoestrategia orientada a perpetuar la dominación histórica de Occidente sobre el nuevo Medio Oriente en la era posterior a la Guerra Fría. Entretejido con ello está el precedente extremadamente preocupante de una acción militar de la OTAN sin un mandato específico de la ONU.
Desde entonces, Lavrov y Yang han ido a Astana a una conferencia de ministros de exteriores de la Organización de Cooperación de Shanghái (SCO) que negociará la agenda para una reunión en la cumbre del organismo regional, que tendrá lugar en la capital kazaja el 15 de junio. La gran pregunta es si el acuerdo ruso-chino sobre “estrecha cooperación” en los temas de Medio Oriente y el Norte de África se convertirá en la posición común de la SCO. Parece que la probabilidad es elevada.
El embajador M. K. Bhadrakumar fue diplomático de carrera del Servicio Exterior de la India. Ejerció sus funciones en la extinta Unión Soviética, Corea del Sur, Sri Lanka, Alemania, Afganistán, Pakistán, Uzbekistán, Kuwait y Turquía
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