Ante la notable ausencia de la sala de la Asamblea General de la ONU de la delegación de Israel, justificada por la celebración de una fiesta religiosa judía, Barack Obama ha pedido hoy a la comunidad internacional un esfuerzo colectivo que facilite un acuerdo de paz entre el Gobierno israelí y la Autoridad Palestina, con un Estado palestino independiente y soberano conviviendo en paz con un Estado judío reconocido por los países árabes.
Nunca antes un presidente de Estados Unidos había defendido con tanto énfasis en este foro -la ocasión anual en la que le habla directamente al mundo- la necesidad de una solución del conflicto medular de Oriente Próximo, incluyendo los derechos de los palestinos. Obama ha dedicado más de una tercera parte de su discurso a abogar por esa causa, que se ha convertido en la más importante de su política intErnacional, por delante o a la par de la lucha contra el terrorismo.
Ha exhortado a todos los Gobiernos representados en la sesión a "convertir en hechos" sus frecuentes palabras de solidaridad con uno u otro bando. Los que dicen apoyar a Israel, "tienen que comprender que la verdadera seguridad del Estado judío requiere una Palestina independiente, una que permita al pueblo palestino vivir con dignidad y oportunidades". Los que dicen apoyar a los palestinos, "tienen que comprender que los derechos de ese pueblo solo serán obtenidos por medios pacíficos, incluyendo una sIncera reconciliación con un seguro Estado de Israel".
Esta equidistancia, seguramente imprescindible para un presidente que está actuando como mediador de unas negociaciones complejas en las que muy pocos confían, resultan, no obstante, extrañas en el lenguaje tradicional usado en las relaciones entre EE UU y su más estrecho aliado del planeta: Israel.
Aunque no sea esa la razón de la ausencia de los delegados israelíes, éstos se libraron, gracias a su celebración religiosa, de escuchar una intervención que muy probablemente no será del agrado del primer ministro Benjamin Netanyahu. Entre otras cosas, porque Obama ha insistido en que su Gobierno "debe de extender la moratoria de la construcción de asentamientos" judíos en territorio palestino.
Obama ha defendido también con insistencia el derecho de Israel a su existencia, así como su "legitimidad como histórica patria de los judíos", y ha advirtido que quien no lo reconozca "se enfrentará a la infranqueable oposición de EE UU". "Amenazar o matar israelíes no sirve para ayudar a los palestinos. El asesinato de israelíes inocentes no es resistencia, es injusticia. No se equivoquen: el valor de un hombre como el presidente Abbas [Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina], que defiende a su pueblo frente al mundo en circunstancias muy difíciles, es mucho mayor que el de los que disparan cohetes contra mujeres y niños inocentes", ha manifestado Obama en un foro en el que con frecuencia son más aplaudidos los elogios a los segundos que al primero.
El presidente norteamericano ha admitido que la negociación recién iniciada entre palestinos e israelíes será muy difícil. Ha comprendido a los cínicos que, después de tantos intentos frustrados, están resignados al actual status quo. Pero advirtió que, si de verdad se cree en los derechos que de forma rutinaria se defienden años tras año en esta Asamblea, hay que tener éxito esta vez. "Si no se consigue un acuerdo", ha dicho, "los palestinos nunca conocerán el orgullo y la dignidad de tener su propio Estado, y los israelíes nunca conocerán la seguridad y la tranquilidad de convivir con vecinos estables y soberanos comprometidos con la coexistencia".
El esfuerzo principal, ha añadido, lo tienen que hacer las dos partes involucradas en la negociación. Pero el resto de los países pueden ayudar de forma decisiva, especialmente los árabes, "que deberían aprovechar esta oportunidad para dar pasos tangibles hacia la normalización con Israel".
"Si lo hacemos", ha augurado Obama, "cuando volvamos aquí el próximo año, podemos tener un acuerdo que permitirá admitir a un nuevo miembro de Naciones Unidas, a un Estado palestino independiente y soberano viviendo en paz con Israel".
Eso sería, sin duda, la apoteosis de la política internacional de Obama, sometida en estos momentos al duro desafío de convertir en realidad las enormes esperanzas suscitadas por su llegada al poder. El Obama que se ha visto hoy en la ONU es un presidente marcado seriamente por las dificultades domésticas y con más modestas metas internacionales. Ha dejado, no obstante, huella de la peculiaridad de su gestión y de su personalidad en la defensa que hizo de la sociedad civil como vehículo de democracia y de desarrollo justo y en libertad.