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lunes, 13 de febrero de 2012



Durante la Guerra Fría el mundo temblaba, una incesante amenazaperturbaba la seguridad mundial. Tanto el gobierno soviético y sus simpatizantes como el bloque de Occidente hacían gala de un arsenal bélico jamás antes visto. Una guerra nuclear podría haber sido una realidad, o al menos los medios necesarios existían. Con los mismos se llenaban desfiles, se hacían pruebas, etc.Se trataba de exhibir un poder que intimidase al rival.

La psicosis llevaría consigo un gasto en armas desproporcionado, llegando al concepto de overkill, que bien hacía referencia a la capacidad de destruir enteramente a la especie humana repetidas veces en un contexto de guerra nuclear.

Viñeta sobre la Guerra Fría acerca de las tensiones entre EEUU y Rusia. En los dos carteles se lee: "No usar de ninguna de las maneras - ya que el enemigo puede tomar represalias"

La década de los 50 fue testigo del nacimiento de un nuevo tipo de arma: el Misil Balístico Intercontinental (ICBM). Básicamente un misil de largo alcance (más de 5000 km) de trayectoria balística que incluye vuelos suborbitales y parcialmente orbitales confiriendo a este arma una velocidad tremenda pues hablamos de minutos para alcanzar su objetivo. Si además tenemos en cuenta que tal tecnología es demasiado cara como para lanzar cualquier otra ojiva que no sea nuclear, tenemos un sólo resultado: un arma de destrucción masiva, un nuevo enemigo, el nº1.

Plaza Roja de Moscú, Desfile del Día de la Victoria de 1965. Vemos el ICMB soviético diseñado por Sergéi Koroliov (personaje clave del programa ICBM ruso). Este misil no llegaría a entrar en servicio.

Si estáis más interesados en saber cómo funciona de forma práctica y más detallada uno de estos misiles os recomiendo este fantástico artículo de La pizarra de Yuri donde también podréis ver el vídeo de más abajo que corresponde al ICMB Minuteman-III (EE.UU).



Ambos gobiernos tenían claro que ante tal escenario era esencial contar con todo tipo de material de defensa que pudiera detectar y neutralizar cualquier amenaza de semejantes dimensiones en el menor tiempo posible. Surgía el concepto de misil antibalístico o ABM (Anti-Ballistic Missile).

El desarrollo de este tipo de arma era bien conocido en ambos lados del Telón de Acero, sin embargo, no lo eran tanto los dispositivos de defensa. Ante este nuevo paradigma surgieron los radares de alerta temprana. Su misión consistiría en detectar ataques como los vistos más arriba y generar informar acerca de su magnitud para poder dar una respuesta militar acorde a la situación. Pero, ¿Qué es un radar?




El término radar viene del acrónimo inglés radio detection and ranging que significa “detección y medición de distancias por radio”. A partir de la definición de Wikipedia se puede obtener una visión clara: el funcionamiento del radar se basa en la emisión de un impulso de radio, que reflejado en el objetivo, es recibido típicamente en la misma posición del emisor.

A partir de este “eco” se puede extraer gran cantidad de informacióncomo distancias, altitudes, direcciones, velocidades, etc.. El uso de ondas electromagnéticas permite detectar objetos más allá del rango de otro tipo de emisiones (luz visible, sonido, etc.).



El mayor quebradero de cabeza lo produciría el limitado tiempo de reacción. La identificación de una ofensiva sólo se podría producir cuando ésta ya estuviera en camino, y bajo estas condiciones, el grado de confianza otorgado a estos sistemas era enorme. Pensemos en que un pequeño error a la hora de detectar una amenaza podría ser el desencadenante de una contraofensiva que encendiese la mecha de una guerra nuclear. Una responsabilidad difícil de concebir cuando este tipo de tecnología era aún muy mejorable.

La URSS empezó el desarrollo de los radares de alerta temprana en la década de los 60basándose en sistemas de vigilancia espacial y tecnología antisatélite. Muchos diseños llevaba el nombre en clave de un río ruso: Dnepr, Dnestr, Daugava, etc. Lo primero fue establecer un sistema de pruebas para estudiarlo con detalle. Estaría en Sary Shagan (Kazajistán) y se designó como Sistema A. Aún hoy es uno de los puntos calientes para este tipo de ensayos.

Durante los años de la Guerra Fría, la Unión Soviética creó más de 40 pequeñas localidades con el fin de dar soporte a la autoridad absoluta que eran los requerimientos militares rusos. Entre ellos cabe destacar los que servirían para encubrir los radares. Uno de esos puntos y cuyo nombre da vida a este artícula eraSkrunda-1, próximo a Skrunda, Letonia. Nos servirá como testigo perfecto para vislumbrar la evolución de radares de alerta temprana en la URSS.

¿Cómo conseguían estos radares detectar ataques lo suficientemente pronto?Los avances en electrónica ayudaron en gran medida a incrementar la potencia de los radares. Así nacieron los radares de antenas en fase (phased array), que hablando sin florituras fortalecían la radiación en una dirección particular y la suprimían en direcciones no deseadas. Modificando los parámetros de las señales con que se alimentaba cada antena se conseguía además modificar la dirección ¿Qué significa ésto? podían hacer barridos sin necesidad de mover físicamente el radar, desplazar el enorme tamaño de estos sistemas supondría un coste altísimo. Resultado: potencia y versatilidad.

Radar pionero de antenas en fase alemán Mammut "Hoarding". En 1942 entró en servicio el primero, era fijo pero llegaba a rastrear con un margen de 100 grados. Fue apodado "Hoarding" (valla publicitaria) por los británicos. Vemos que el tamaño era un factor importante. Fuente: Wikipedia.es

Uno de los primeros dispositivos soviéticos de este tipo fue el Dnestr-M. Se trataba de una variante del radar Dnestr, éste último consistía en un centro de control que unía dos conjuntos de antenas en fase que se encargaban de buscar objetos en el espacio como por ejemplo satélites. Ahora su propósito sería el de detectar posibles ataques de los temibles ICBMs. En un principio, uno se ubicó en Olenegorsk (Península de Kola) y otro en Skundra-1, nuestra protagonista. Una sala de operaciones seguía sus pasos enMoscú.

Posiblemente su función principal sería la de dotar con información al sistema ABM en la capital rusa. La colocación estratégica de estos dos radares hace entrever la verdadera fuente de un posible ataque: EE.UU. Estas estaciones vigilaban el Mar de Noruega y elMar del Norte.

Radar tipo Dnestr-M en Olenegorsk. Este tipo de radares junto con alguna de sus variantes eran conocidas en Occidente como radares Hen House (casa de gallinas). Fuente: GlobalSecurity.org

También en Skundra-1 se instaló el potente modelo Dnepr (1967), una evolución del Dnestr-M que en su totalidad ocupaba 4 edificios. Con esta modificación se pretendía incrementar el rango de detección al Norte del Océano Atlántico, como antes comentaba, un punto clave. Tenía un alcance de 6000 km de distancia y 3000 km de altitud.

Skundra-1. Dnepr contaba con dos conjuntos de antenas en fase (una de ellos en la foto). Cada conjunto se dividía en dos alas y cada ala albergaba 4 transmisores. 250m de longitud y 17m de altura. Fuente: Documental Skrunda Signal.

En un plano más general era imprescindible crear un sistema de alerta temprana integrado para la Unión Soviética. Básicamente significaba una comunicación eficaz entre la parte encargada de la detección y la responsable de la neutralización y ataque. La capital rusa era la más sensible ante una posible ofensiva y es aquí donde se estableció elSistema A-35 (podéis verlo más abajo). Se encargaba de la defensa de Moscú. Fue el primero de este tipo en entrar en activo (1971) pues crecía la preocupación por los ICMBs norteamericanos Minuteman-2 y Titan-2. Mientras, el número de radares seguía creciendo.

Los radares de alerta temprana son a la izq. la unidad que parece un libro abierto, y a la dcha. con forma de teja. Son capaces de detectar antes que ningún otro dispositivo el blanco a neutralizar. A la izquierda esquematizado el ABM A-350. Fuente: Elforo.de

Volvemos a Skundra-1 y avanzamos unos años, en 1980, el ejército soviético decidió darle más vida al complejo y construyó todo un pueblo. Levantaría de la nada edificios residenciales, hotel, centro recreativo, enfermería, almacenes, invernadero, cuarteles, talleres, bunkers subterráneos y otras facilidades.

Supongo que uno de los motivos además de poder gestionar el complejo de forma práctica sería el de dar a Skrunda-1 la apariencia de una localidad soviética al uso, un factor clave ante la omnipresente existencia de espías de toda clase. Vivieron cerca de 5.000 personas, de las cuales 110 eran civiles, 72 soldados y el resto se encarga de labores de construcción y control de los dispositivos de radar.

Skrunda-1 en 1975. Fuente: Skrunda.info

De servicio en Skrunda-1. Posiblemente en tareas relacionadas con la estación de radio. Fuente: Skrunda.info

Desfile de mayo en Skrunda-1 (1975). Fuente: Skrunda.info

1980. En estas inmediaciones existía tanto un hotel, enfermería, escuela de música, etc.Fuente: Skrunda.info

La siguiente fase de desarrollo fue la implantación de los radares conocidos en Occidente como Pechora (tipos Daugava y Daryal) que podían complementar a los radares Dnieper todavía en fase de construcción. Este avance aseguraba la calidad de la información obtenida bajo fuertes niveles de ruido como por ejemplo los provocados por las auroras boreales. Podemos observar como el tiempo y capacidad para sacar a la luz nuevos avances eran trascendentales en estos años de tensión internacional. Las construcciones de este tipo de radar en Skrunda-1 empezarían en 1984.

Red planeada para los radares Daryal (nunca se completaría por la caída de la Unión Soviética). Las áreas sombreadas hacen referencia a los radares operativos en 2002.

Esquema de un receptor y transmisor de un radar de tipo Daryal. Con un alcance de unos 6000 km. En Skrunda la variante implementada fue la Daryal-UM

Aurora Boreal sobre un receptor de un radar tipo Daryal. Fuente: Voencom.net

Daryal-UM (receptor) en Skrunda-1 en 1985. Era un gigante de 19 plantas y más de 60m de altura. Utilizaba el rango de frecuencia 156-162 Mhz. Fuente: Voencom.net

Los vecinos de la localidad no tardarían mucho años en hacer notar sus quejas exigiendo la parada de cualquier avance en el desarrollo de los radares y el cese de la actividad.

El documental Skrunda Signal (2007/2008) expone los problemas de la radiación en el cuerpo humano haciendo especial hincapié en la enorme exposición a la que se sometió a los habitantes de Skrunda-1. Estudios posteriores demostraron que podría haberexcedido en más de 50 veces los estándares internacionales.

Si querían hacer una fiesta, poner música era imposible. Cualquier minicadena, radio, etc. evidenciaba lo que estaba pasando. Lo mismo pasaba con la televisión, las interferencias eran continuas. La señal que generaba la estación de radio resultaba similar a 10 pequeñas “pulsaciones” cada segundo.

En 1991 Letonia recuperaba su indepencia tras la disolución de la Unión Soviética, el debate volvía a escena y el final estaba cerca. La primavera de 1994 sería testigo de lafirma de un acuerdo entre Rusia y el país báltico para desmantelar la unidad Dnepr. Los rusos tendrían que destruir el radar y hacer las maletas.

En 1995, 360 kg de explosivos sirvieron para acabar con el radar Daryal-UM para siempre. Parece que la unidad Dnepr tuvo que esperar hasta 1998.

Al fondo vemos Radar Daryal-UM. 1995, poco tiempo antes de ser demolido.

Demolición del radar Daryal-UM en Skrunda-1. Fuente: Documental Skruna Signal.

Aunque podéis ver la verdadera demolición en este vídeo (link). Si queréis echarle una rápida ojeada a como pudo ser la demolición, aquí tenéis un ejemplo:



La vida de esta localidad secreta se creó y giró en torno a su “misión detectora”, así quepoco a poco la vida fue desapareciendo y las casas quedando vacías. En Octubre de 1999 el último militar abandonó el complejo, Skrunda-1 se había convertido en una ciudad fantasma.

Skrunda-1 desde las alturas (2005). Cuenta con unos 70 edificios. Fuente: skrunda.info

A 150 km de la moderna capital letona el reloj se olvidó de seguir contando, las fotos que podéis ver en la siguiente galería siguen el más puro estilo de la serie The Walking Dead aunque sin zombis :



En 2010 una compañia rusa (Alekseevskoye-Serviss) compró el complejo en una subasta por 3,1 millones de dólares. Todavía no se sabe a ciencia cierta que será lo que sustituya al complejo soviético, pero los gritos nacionalistas letones se alzaron en contra de la adquisición. Tal vez la situación financiera del país báltico tuvo algo que ver en estos momentos de crisis. Si tienes suerte, puede que todavía tengas la oportunidad de visitarla.

Mirando la otra cara de la moneda, al perder Rusia la estación de Skrunda-1, se vio desnuda en una posición estratégica a la que no llegaban a alcanzar los radares de Olenegorsk y Sebastopol. La solución pasaría por el radar Don-2N (incluido en el sistemaA-135, una evolución del arriba mencionado A-35), otro dispositivo de antenas en fase con 4 caras donde receptor y transmisor estaban incluidos. Toda una obra de ingeniería.

Radar Don-2N. 130 metros de largo y ancho. Fuente: tectonicablog.com

Radar Don-2N. Se necesitaron 32.000 toneladas de metal, 50.ooo toneladas de hormigón, 20.000 kilómetros de cable y cientos de kilómetros de tuberías con más de 10.000 válvulas. Fuente: Gizmodo.es

Podemos dar por hecho que la locura vivida a lo largo de la Guerra Fría es cosa del pasado, que una guerra de tales características está más lejos que nunca, cosas de bárbaros. Lo que está claro es que EE.UU y Rusia continuan su peculiar enfrentamiento con más o menos tensión. Sin ir más lejos, sólo hace unos díasMendevev inaguraba uno de estos sistemas en Kaliningrado como respuesta a la propuesta estadounidense de defensa en Europa:


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Interceptor basado en tierra GBI





Datos rápidos
Movilidad No móvil, con base en tierra
Objetivos Misiles balísticos de largo y medio alcance
Papel De largo alcance, exo-atmosférica interceptor
Estado Sitios interceptor construido en Fort Greely, Alaska y Vandenberg Air Force Base, California.Actualmente hay 23 interceptores desplegados.
Productor Boeing Integrated Defense Systems


El interceptor basado en tierra (GBI) es el componente interceptor del sistema a medio camino de tierra basado en la Defensa (GMD), administrado por la Agencia de Defensa de Misiles. El papel de la GBI es interceptar amenazas de misiles fuera de la atmósfera de la Tierra y destruir por la fuerza cinética. IPEG están desplegados como misiles inactivos que lanzan desde silos subterráneos en el caso de un ataque con misiles balísticos. A partir de 2009, GMD es el único sistema defensivo que puede interceptar Intercontinental misiles balísticos de alcance medio camino en su fase de vuelo.

El GBI se compone de un período de tres etapas, de refuerzo de combustible sólido y un vehículo de exoatmosférico kill (EKV.) Cuando sea lanzado, el misil de refuerzo lleva el EKV hacia el lugar predicho el destino en su espacio. Cuando el misil se acerca a su objetivo, el GBI lanza el EKV, armado con un buscador de alta sensibilidad de infrarrojos y un sistema ágil desvío, que lleva. Una vez liberado de la dosis de refuerzo, la libra matar a 152 vehículos utiliza los datos recibidos durante el vuelo de los radares terrestres y de sus propios sensores de a bordo para cerrar y destruir el objetivo usando sólo la fuerza del impacto.Estado actual
IPEG están desplegados en Fort Greely, Alaska (22) y Base de la Fuerza Aérea de Vandenberg, California (3).
Con base en tierra a medio camino de Defensa centros de control de incendios se han establecido en Colorado y Alaska.
Varios radares de alerta temprana existentes ubicados en todo el mundo, incluyendo una en la isla Shemya en la cadena de las Aleutianas de Alaska, se han actualizado para soportar las pruebas de vuelo y proporcionar la información de seguimiento en el caso de un ataque con misiles hostiles.
Los planes para desplegar dos etapas IPEG a Polonia y los sistemas de radar que se acompañan a la República Checa fueron cancelados.
Boeing presentó los modelos conceptuales para un interceptor de dos etapas que sería capaz de desplegarse en 24 horas en agosto de 2009 en respuesta a las restricciones políticas a la implementación fija GBI.
Hasta 30 IPEG están programados para ser desplegada a finales de 2010.


EspecificacionesLos datos de Orbital Vehicle Booster
Longitud: 16,8 m (55 pies)
Diámetro: 1,27 m (50 pulgadas)
Peso: 12700 kg (28.000 libras)
Techo: 2000 km (1250 millas)

Propulsión
1 ª etapa: Alliant Tech Orion 50SXLG de combustible sólido de cohetes, 441 kN (99.000 libras)
2 ª etapa: Alliant Tech Orion 50XL de combustible sólido de cohetes, 153 kN (34.500 libras)
3 ª etapa: Alliant Tech Orion 38 de combustible sólido de cohetes, 32 kN (7200 lb)
Cabeza: EKV "hit-to-kill" de vehículos



Vehículo Kill Exoatmosférico


El vehículo Exoatmosférico Kill (EKV) es la intersección, o matar a los componentes, del Interceptor basado en tierra (GBI), el elemento de armas de la tierra a medio camino basado en sistema de defensa antimisiles balísticos. La misión EKV es involucrar a los misiles balísticos en su fase de mitad de curso de vuelo y acabar con ellos usando sólo la fuerza del impacto. No hay ningún arma o elemento explosivo de la EKV.

Cada EKV consiste en un buscador infrarrojo para detectar y discriminar ojivas de los señuelos y otros objetos.El EKV tiene su propia propulsión, enlace de comunicación, los algoritmos de discriminación, la orientación y el sistema de control y equipos para apoyar a la selección de objetivos y la intersección. El EKV se actualiza continuamente con la información más reciente del centro de mando y control.
Peso: aprox. 140 libras (64 kg)
Duración: 55 en (1,4 m)
Diámetro: 24 en (0,6 m)
Velocidad del proyectil: Aproximadamente 10 km / s (22,370 mph)

Fuente: Raytheon, la Wikipedia


bombas de pulso electromagnético de gran altitud (hemp).



Increible los cientos de explosiones nucleares atmosféricas que se produjeron en secreto y sus consecuencias.

El 9 de julio de 1962, los Estados Unidos realizaban una prueba nuclear en el espacio exterior con el nombre en clave Starfish Prime: hicieron estallar una carga termonuclear de 1,44 megatones propulsada mediante un cohete Thor a 400 km sobre el Océano Pacífico. Por aquellos tiempos ya se sabía que las explosiones atómicas a gran altitud no pueden causar daños directos en tierra, pero presentan unas propiedades especiales que fueron un secreto absoluto durante más de treinta años, hasta el extremo de convertirse en un arma clave para la guerra nuclear sin que el público tuviera ningún conocimiento de ello. Los físicos sí que se lo imaginaban aunque, naturalmente, no dispusieran de los medios para realizar el experimento, que caía dentro de las atribuciones exclusivas de sus compañeros al servicio de las fuerzas armadas. Aunque a partir de 1981 se publicaron numerosos artículos en Science y otras revistas científicas revisadas por pares, fue sólo tras el final de la Guerra Fría –cuando sus posibilidades eran ya un secreto a voces en el mundo académico– que se empezó a hablar públicamente de la cuestión.


“Eran los daños causados por el EMP, tanto como los debidos a la explosión, el fuego y la radiactividad, lo que ensombrecía todos los estudios detallados sobre la posibilidad de recuperarse después de una guerra nuclear. Sin disponer de esencialmente nada eléctrico o electrónico, incluso en remotas áreas rurales, parecía sorprendentemente difícil que América pudiese recuperarse. La América posterior al ataque, en todos estos estudios, quedaba anclada a principios del siglo XX hasta que pudieran adquirirse en el extranjero equipos eléctricos y componentes electrónicos. Por razones obvias, todo el tema EMP era alto secreto y los seguimientos del Congreso se efectuaban a puerta cerrada. De hecho, esta es la primera sesión de seguimiento a puertas abiertas que recuerdo”
–Dr. Lowell Wood, director de los Laboratorios Nacionales Lawrence Livermore,
en audiencia ante el Congreso de los Estados Unidos, el 7 de octubre de 1999.

No se lo dijeron a nadie, pero Starfish Prime modificó el campo magnético de la Tierra –específicamente, el cinturón interior de Van Allen– y creó un cinturón de radiación a su alrededor que dañó tres satélites. Durante muchos años, hubo que construir los satélites artificales con mayor blindaje debido a este hecho. De manera más notoria, ocurrieron cosas extrañas en las Islas Hawaii, situadas a casi mil quinientos kilómetros de distancia: se fundieron misteriosamente trescientas farolas del alumbrado urbano, se dispararon cientos de alarmas contra robo e incendio aunque no hubiera llegado ni la más mínima vibración, y el enlace interinsular de microondas de una compañía telefónica se quemó. Estas averías fueron reparadas rápidamente, sin dar ninguna explicación.

La Unión Soviética protestó, como era de esperar, aunque sólo uno de sus satélites había resultado afectado marginalmente. Lo que no dijeron los rusos es que ellos tenían ya preparada sus propias pruebas para apenas tres meses después, relacionadas con el estudio de la Defensa Antibalística de Moscú: la serie K, que se hizo estallar en Kazajistán entre octubre y noviembre de 1962, con cinco cargas de hasta 300 kilotones. La tercera prueba de la serie, denominada poco imaginativamente K-3, detonó el 22 de octubre a 290 kilómetros de altitud, no muy lejos de la vertical de Jezkazgan, mientras el resto del mundo andaba ocupado con la Crisis de los Misiles de Cuba. Los científicos soviéticos monitorizaban muy discretamente una línea telefónica aérea de 570 km para medir los efectos de aquella energía secreta que parecía hacer cosas a los sistemas eléctricos a distancias enormes; para ello, la habían dividido en varios sectores de 70 u 80 km., instrumentados independientemente.



Se puede imaginar su estupor cuando los 570 km quedaron fritos con corrientes de 1.500 a 3.400 amperios, con todos sus fusibles y disyuntores a gas, y con ellos toda la red de líneas secundarias. No sólo eso: también se incendió violentamente la central eléctrica de Karaganda, mientras 1.500 km de cables eléctricos subterráneos entre Astana y Almaty quedaban fuera de servicio, además de una cantidad incontable de daños menores. De nuevo, aquella energía secreta invisible e imperceptible había demostrado su capacidad de dañar gravemente la infraestructura civil y militar a distancias enormes mediante la sobrecarga masiva de los sistemas eléctricos y electrónicos radicalmente indispensables para cualquier forma de sociedad tecnificada.

Al año siguiente, los Estados Unidos y la Unión Soviética firmaron el Tratado de Limitación Parcial de las Pruebas Nucleares, prohibiendo todos los ensayos excepto los subterráneos, que después suscribiríamos hasta 123 países. La razón fundamental de este tratado fue reducir la cantidad de lluvia radiactiva que estaba ya contaminando toda la Tierra debido a las 331 pruebas atmosféricas norteamericanas, las 200 soviéticas y las decenas de Francia, el Reino Unido y China. Y eso estuvo bien. Aunque también hubo otra razón menos confesable: mantener esta fuerza secreta en la oscuridad, lejos del alcance de cualquier futura potencia nuclear.

Pero, ¿de qué se trataba? ¿Qué clase de fuerza extraordinaria es esta que puede destruir el sustrato más básico de la civilización tecnológica contemporánea a lo largo y ancho de todo un continente, después de una explosión nuclear en el espacio exterior que ni siquiera llega a verse y mucho menos notarse desde tierra? Porque este arma sólo deja como prueba de su presencia unas luces multicolores bellísimas, muy altas en el cielo, que son en realidad auroras boreales: las luces del fin del mundo. Por eso la llaman la bomba del arco iris.

El pulso electromagnético de gran altitud (HEMP).

Cuando se produce un pico súbito de energía electromagnética, durante un periodo muy corto de tiempo, decimos que se trata de un pulso electromagnético. Podríamos afirmar que, por ejemplo, un rayo o un relámpago causan pulsos electromagnéticos naturales.

Ya en 1945, durante las primeras pruebas nucleares en Nevada, se blindaron por partida doble los equipos electrónicos porque Enrico Fermi se esperaba alguna clase de pulso de estas características generado por aquellas bombas atómicas primitivas. A pesar de este blindaje, numerosos registros resultaron dañados o destruidos. Lo mismo les ocurrió a los soviéticos y los británicos, que llamaban a este efecto radioflash.

Lo que ocurre es que, en una bomba atómica que estalla cerca del suelo, el pulso electromagnético es pequeño, tiene poco alcance y en general queda dentro del área de destrucción térmica y cinética ocasionada por el arma, con lo que no se detecta a primera vista. Pero en un explosivo atómico que detona fuera de la atmósfera terrestre, en el espacio exterior, este efecto es muy distinto y resulta amplificado a gran escala por el propio campo magnético natural terrestre. ¿Cómo es esto posible?

Buena parte de la energía de una carga atómica se libera en forma de rayos gamma instantáneos. Los rayos gamma no son otra cosa que una forma de energía electromagnética de alta frecuencia; esto es, fotones como los que, a frecuencias menores, componen la luz, las ondas de radio o los rayos X. Su emisión es característica en los procesos que afectan al núcleo de los átomos o las partículas subatómicas que los forman. En una explosión nuclear, por tanto, se producen masivamente.

Dentro de la atmósfera terrestre, los rayos gamma resultan absorbidos rápidamente por los átomos del aire, produciendo calor; parte de la devastadora energía termocinética que caracteriza a las armas atómicas se debe precisamente a esta razón. Pero fuera de la atmósfera terrestre, esta absorción no se produce, porque no hay aire ni nada digno de mención que se cruce en su camino: a efectos macroscópicos, viajan por el vacío. Y siguen haciéndolo a la velocidad de la luz, hasta volverse imperceptibles en la radiación de fondo. Algunos de los objetos más lejanos que conocemos son losbrotes de rayos gamma, en el espacio profundo, precisamente porque esta radiación puede desplazarse sin muchas molestias a lo largo y ancho de todo el universo.

Sin embargo, en una detonación próxima a la Tierra, la parte de esta radiación gamma que enfoca hacia el planeta viaja a la velocidad de la luz hasta alcanzar las capas exteriores de la atmósfera. Si se ha producido lo bastante cerca (típicamente, entre cien y mil kilómetros), esta esfera de radiación gamma en expansión no habrá llegado a disiparse mucho y billones de estos fotones de alta frecuencia chocan con los átomos del aire, a entre 20 y 40 km de altitud, cubriendo la extensión de un continente e incluso más. Entonces, se producen dos efectos curiosos.

El primero es que los átomos de la atmósfera resultan excitados y se ponen a liberar gran cantidad de electrones libres de alta energía, por efecto Compton. A continuación, estos electrones resultan atrapados por las líneas magnéticas del campo terrestre y se ponen a girar en espiral en torno a las mismas. El resultado es una especie de “dinamo” gigantesca, del tamaño del planeta, con un “bobinado” (los electrones libres capturados) que gira a la velocidad de la luz.

No giran mucho tiempo, pero da igual. Como consecuencia, se produce un inmenso pulso electromagnético que carga de grandes cantidades de electricidad el aire circundante y la tierra que está a sus pies. Estas cargas eléctricas ionizan intensamente la atmósfera, causando las bellísimas auroras boreales que dan nombre a la bomba del arco iris, y a continuación se abalanzan sobre todo lo que esté a su alcance con un potencial de decenas e incluso cientos de miles de voltios/metro. Especialmente, sobre los sistemas eléctricos y electrónicos.

Típicamente, el pulso así generado tiene tres componentes, denominados –de manera igualmente poco creativa– E1, E2 y E3. Ninguno de ellos tiene la capacidad de dañar de manera significativa a la materia corriente o a las personas. El E3 es un pulso muy lento, con decenas a cientos de segundos de duración, ocasionando un efecto parecido al de una tormentas geomagnética muy severa; tiende a deteriorar o dañar las grandes líneas eléctricas y sus transformadores. El E2 es muy parecido al ocasionado por el relámpago, y resulta fácilmente neutralizado por los pararrayos y otras protecciones similares contra embalamientos energéticos. El E1, en cambio, es brutalmente rápido, casi instantáneo, y transporta grandes cantidades de energía electromagnética; por ello, es capaz de superar las protecciones corrientes contra rayos y otras sobrecargas, induciendo corrientes enormes, miles de amperios, en los circuitos eléctricos y electrónicos que quedan a su alcance: miles de kilómetros de alcance.

El resultado es sencillo: los circuitos, simplemente, se fríen de modo instantáneo por todo el continente. Esto sucede sobre todo en aquellos que están conectados a antenas (pues una antena capta tanta energía electromagnética del aire como puede) y a líneas que actúen de antena (por ejemplo, los propios cables de la red eléctrica). Pero se ha documentado también muchas veces en circuitos apagados y desconectados, pues el pulso es lo bastante intenso para inducir corriente en su interior.

Los microchips de alta integración en los que se basa toda nuestra tecnología presente, desde las grandes instalaciones industriales y energéticas hasta los aparatejos que nos compramos continuamente, son especialmente frágiles ante el componente E1 del pulso electromagnético, que quema con facilidad las uniones P-N por embalamiento térmico, tanto más cuanto más pequeños sean sus componentes. La subsiguiente dislocación de los sistemas SCADA, los controladores PLC y otros elementos clave de los sistemas que garantizan los servicios de la civilización actual puede poner fácilmente a una sociedad contemporánea de rodillas durante las primeras fracciones de segundo de un ataque así, incluso mucho antes de que empiece la guerra de verdad… en caso de que haga falta después de algo así.

Se ha documentado que esta clase de circuitos pueden quedar dislocados con pulsos de 1.000 voltios/metro y la mayoría de ellos resultan destruidos por debajo de 4.000 voltios/metro. Un arma nuclear detonando en el espacio para generar pulsos electromagnéticos puede barrer fácilmente un continente entero con un potencial de entre 6.000 y 50.000 voltios/metro, incluso con potencias explosivas muy bajas, por debajo de 10 kilotones, menos que la primitiva bomba de Hiroshima. Aunque la documentación pública al respecto es ciertamente críptica, parece como si el componente E1 fuese en gran medida independiente de la energía total liberada por el arma (a diferencia del E3, que es directamente proporcional).

Debido a la distribución característica de las lineas del campo magnético terrestre, y dado que la generación del pulso es totalmente dependiente de las mismas, su intensidad está relacionada con la latitud. El pulso tiende a ser débil cerca del ecuador e intenso en las latitudes intermedias donde se hallan Europa, Estados Unidos, China, Japón y las áreas más habitables de Canadá y Rusia. Su impacto sería mucho más notorio en sociedades altamente urbanas e industrializadas y menor en las zonas agrícolas subdesarrolladas o en vías de desarrollo. Las ciudades, que dependen de una infinidad de servicios garantizados por estas tecnologías y son prácticamente inhabitables en ausencia de los mismos, sufrirían de manera particular. Toda gran urbe depende de sus suministros y su pujanza económica; la capacidad del pulso electromagnético inducido para desarticular los suministros y suprimir la actividad económica les resultaría letal.

Esto último nos hace observar un hecho singular: las armas de pulso electromagnético podrían ser una opción extraordinariamente interesante para países que se sientan en condiciones de inferioridad tecnológica o industrial respecto a un adversario. En un intercambio de bombas del arco iris, el bando más tecnificado e industrializado sufriría daños y dislocaciones de sus infraestructuras esenciales mucho mayor que el bando menos dependiente de la tecnología avanzada. Si las armas nucleares tienen en general una capacidad igualadora importante, las de pulso electromagnético llevan esta capacidad al extremo. Hipotéticamente, una nación agrícola atrasada y anclada a principios del siglo XIX no sufriría ningún daño por un ataque de estas características, mientras que una nación sofisticada, urbanita y avanzada sufriría pérdidas inmensas y correría grave riesgo de aniquilación.

Efectos del HEMP.


“Los automóviles modernos dependen de los semiconductores y los microprocesadores; la posibilidad de que sufran daños catastróficos es, por tanto, extrema. Ninguno de los sistemas militares desprotegidos que hemos sometido a pruebas soportaba más de 10.000 voltios por metro [...] Las tormentas solares, de potencia muy inferior a esta distancia, han provocado cortes de electricidad muy severos. Existen múltiples razones para creer que las partes de nuestros sistemas de comunicaciones basadas en semiconductores, es decir su práctica totalidad, serían extremadamente vulnerables a un ataque EMP. Es razonable afirmar que muchos, si no todos los sistemas informáticos modernos expuestos a campos EMP de 50.000 voltios por metro, desde los portátiles hasta los grandes sistemas, dejarían de funcionar como mínimo. Y la mayoría de ellos se quemarían. Cualquier arma nuclear de cualquier tipo [generará EMP si se detona a la altitud adecuada]”
–Dr. Lowell Wood, op.cit.

Durante un intenso ataque de pulso electromagnético de gran altitud (HEMP) un ciudadano corriente sólo notaría al principio que se ha ido la luz. Su sorpresa aumentaría al mirar su reloj (digital) de pulsera, querer usar el teléfono, encender su portátil o descubrir que al menos una parte de los coches y camiones han dejado de funcionar repentinamente y están formando grandes atascos: nada parece estar operativo. En muchas ciudades, que dependen de bombas para el correcto funcionamiento de la red de aguas potables, la presión de los grifos comenzaría a descender (y en otros puntos aumentar, hasta el extremo de reventar las tuberías). El personal de mantenimiento o emergencias que acudiera a reparar las averías e incendios descubriría que sus propios instrumentos están dañados y al menos una parte de sus vehículos inutilizados.

Así reducido ya al estado de un campesino del siglo XIX sin saberlo, es posible que nuestro amigo o amiga pasara sus primeras horas esperando a ver si vuelve la corriente, leyendo a la luz de las velas, jugando con los niños o bajando al bar (donde no funciona ni la cafetera, ni la cocina) para echar la partida sin luz. En este momento, su vida sería aún parecida a quienes experimentaron algún gran apagón como este, este o este otro. Quienes trabajen o estudien lejos de sus casas tendrían muchos problemas para regresar, y es probable que debieran hacerlo a pie.

Puede que su nerviosismo comenzara a aumentar a la mañana siguiente, al descubrir que todo sigue sin funcionar, que los alimentos del refrigerador comienzan a estropearse y que los cajeros automáticos continúan muertos. Trata de conseguir una radio a pilas, se dirige a la comisaría más próxima o a la junta de distrito a preguntar. Nadie sabe gran cosa. Corre el rumor de que ha habido una guerra. Los supermercados y la mayoría de comercios, desprovistos de cajas registradoras, suministros diarios y controles de stock y personal están en su mayoría cerrados a cal y canto; sólo quedan abiertos algunos pequeños comerciantes, vendiendo el fondo de almacén y sacando las cuentas con lápiz y papel. Se pasa por el trabajo, donde le dicen que no hay nada que hacer hasta que vuelva la luz. Los niños siguen yendo al colegio (si viven cerca), pues para dar clase sólo se precisa tiza y pizarra, pero los profesores andan un poco confundidos.

Cuando pasa por delante de un hospital, se encuentra con largas colas en las puertas de urgencias. Aparentemente, tienen problemas para atender a los enfermos, y no digamos ya cuando se precisa una intervención quirúrgica. Oye decir que se les están agotando los medicamentos más utilizados. Un poco asustado, busca una farmacia abierta para adquirir los fármacos que usa la familia. No se los quieren vender sin receta, y de todas formas algunos ya no quedan. Por todas partes hay vehículos inútiles empujados malamente sobre las aceras y arcenes. Gracias a eso pueden circular ahora unos pocos trastos viejos, anteriores a la era de las centralitas digitales y el encendido electrónico. Pasa un arcaico Land Rover de la Guardia Civil, pidiendo por megafonía a viandantes y vecinos que permanezcan en sus casas siguiendo instrucciones de la Delegación del Gobierno.

Nuestro ciudadano se asusta y decide regresar al hogar. Cuando pasa por cerca de la estación del tren, observa que allí tienen luz eléctrica. Al asomarse, descubre que han conectado una locomotora diésel-eléctrica del año de la tos, a modo de generador. Las modernas máquinas computerizadas para los AVEs y Alaris y demás redes de velocidad alta, en cambio, parecen estar inutilizadas.

En unos pocos días, a nuestro ciudadano ya no le queda comida, ni medicamentos, y el agua potable es de dudosa salubridad. La electricidad sigue sin regresar, pues las fábricas que debían construir los repuestos para hacer millones de reparaciones a gran escala también están destruidas. Se habla de que van a evacuar a la gente al campo. Pero, ¿en qué campos van a meter a los millones de habitantes de las ciudades? Desde la terraza, ve cómo se van formando las primeras colas de refugiados. Sólo entonces comprende que su vida y la de los suyos ha cambiado para siempre, propulsados a un mundo antiguo donde, realmente, ya no sabe cómo sobrevivir.


Esto no son hipótesis. Este es el tipo de daño que vemos en los transformadores durante las tormentas geomagnéticas. Una tormenta geomagnética es una variante muy suave, muy sutil, del llamado componente lento del EMP [E3].


Así que cuando estos transformadores quedan sometidos al [E3], básicamente se queman, no debido al propio EMP sino a la interación del EMP con la operación normal del sistema eléctrico. Los transformadores se queman y cuando se queman así, señor, ahí se quedan y no se pueden reparar. Deben reemplazarse, como usted apuntó, desde fuentes extranjeras. Los Estados Unidos, como parte de su ventaja competitiva, ya no producen grandes transformadores eléctricos en ningún lugar. Toda la producción está deslocalizada en el exterior.


Y cuando quiere usted uno nuevo, lo pide, y entonces hay que fabricarlo y entregarlo. No se almacenan. No hay inventario. Se fabrica, se embarca y se entrega por medios muy lentos y complejos porque son objetos muy grandes y masivos. Vienen despacio. El retraso típico desde que ordena usted uno hasta que lo tiene en servicio es de uno a dos años, y eso es si todo sale estupendamente [y tiene usted dinero para pagarlo.]
–Dr. Lowell Wood, en otra comparecencia ante el Senado de los EEUU, 2005.

Uso militar del HEMP: destruyendo la civilización a continentes.


“Los soviéticos planificaron un ataque EMP muy extenso contra los Estados Unidos y otros objetivos [...] Un ataque así causaría billones [europeos] de dólares en daños infraestructurales [...] A finales de la Guerra Fría [...] sólo la Unión Soviética tenía la capacidad de montar ataques EMP contra los Estados Unidos, y muy probablemente lo haría como el primer golpe de una lucha a muerte realizada con medios técnicos protegidos contra EMP. Las respuestas indicadas a cualquier ataque EMP eran bien claras. La capacidad soviética máxima para imponer esos ataques existe todavía en las fuerzas estratégicas de la Federación Rusa, y predigo sin duda ninguna que seguirá existiendo durante muchas décadas [...] Cualquier país que disponga de un arma nuclear del tipo de las utilizadas en la II Guerra Mundial [y un cohete capaz de transportarla al espacio] puede realizar un ataque EMP.”
–Dr. Lowell Wood, op.cit. (1999)

Se ha postulado insistentemente que las armas de pulso electromagnético y otras aún más esotéricas como las de oscurecimiento constituirían el compás de apertura de la guerra nuclear. Un país así atacado a escala continental sufriría grave desarticulación de sus sistemas defensivos, y muy especialmente en sus radares y telecomunicaciones radioeléctricas. Pero, si bien todos los medios militares que se pueden proteger suelen estar protegidos, su efecto sobre la infraestructura civil resultaría tan devastador que un atacante podría optar por utilizar únicamente esta técnica para asestar un golpe terrible sin iniciar una guerra nuclear a gran escala.

Un solo cohete con una sola cabeza detonando en el espacio exterior, lejos de cualquier sistema antimisil del presente o del futuro próximo, puede provocar con facilidad esta clase de efectos a mayor o menor nivel. Hace tiempo que los científicos rusos y chinos publican abiertamente artículos sobre las posibilidades de construir armas de “súper-EMP”, diseñadas específicamente con objeto de llevar esta clase diferente de destrucción a sus límites teóricos máximos. Para potencias que disponen desde hace décadas de tecnología de armas nucleares avanzadas, misiles balísticos y cohetes espaciales, el coste de tales opciones es ridículamente bajo. Incluso países mucho más atrasados como Corea del Norte podrían llevar a cabo un ataque de este tipo con éxito, lo que seguramente explica algunas realidades presentes de la política internacional.

Curiosamente, un ataque de pulso electromagnético sólo se puede realizar una vez, y luego hay que esperar a que la atmósfera se descargue para repetirlo: cuando el aire está altamente ionizado por la detonación precedente, los siguientes pulsos “se ponen a tierra” y no hacen gran cosa. Por este mismo motivo se prefieren armas de fisión de una sola etapa en vez de armas de fusión multietápicas, o se corre el riesgo de que el pulso generado por la pequeña carga iniciadora debilite los efectos de las siguientes etapas.

Por su capacidad para causar grandes daños en un área inmensa a un coste ridículo, de manera difícilmente evitable y con la hipotética posibilidad de desarticular por completo la sociedad atacada durante un periodo de tiempo indeterminado, es muy probable que este tipo de armas se utilizaran en cualquier conflicto que escalara al nivel nuclear.

Armas de pulso electromagnético no nucleares.

Se han postulado diversas armas electromagnéticas de alcance reducido, con el propósito de realizar ataques selectivos contra una instalación o vehículo determinados. Ya en 1951, Andrei Sajárov y su equipo propusieron en la URSS un cierto generador por compresión de flujo mediante bombeo explosivo, que fue reproducido poco después en el Laboratorio Nacional Los Álamos estadoundense. Los generadores Marx usados en la investigación de los efectos del pulso electromagnético constituyen otra posibilidad, aunque son caros y voluminosos para una aplicación militar en el campo de batalla. Un dispositivo llamado vircator puede convertir con facilidad la energía producida por estos generadores en fuertes pulsos locales, con un alcance de decenas o cientos de metros.

No se ha documentado con claridad el uso de este tipo de armas en guerras reales, probablemente porque están envueltas en un velo de secreto, los sistemas militares suelen estar protegidos contra pulsos y las redes eléctricas civiles se suprimen con más facilidad y de manera más selectiva mediante el uso de bombas de grafito.

Defensa contra pulsos electromagnéticos.


Es conceptualmente sencillo proteger una instalación o equipo contra pulsos electromagnéticos, y en ocasiones hasta barato: si la defensa se implementa en la fase de diseño, puede llegar a encarecer el producto final en cantidades tan bajas como un 5% (aunque en otros casos llegue a superar el 100%). Sin embargo, esto sólo es aplicable a determinadas instalaciones y dispositivos, y una protección fuertecontra pulsos electromagnéticos militares presenta numerosos problemas de índole práctica (y económica).

Uno de estos problemas sustanciales radica en que, para proteger una instalación o equipo contra esta clase de ataque, la única aproximación verdaderamente eficaz consiste en encerrarlo en una caja o jaula de Faraday. Sin embargo, una jaula de Faraday perfecta resulta más fácil de decir que de hacer, sobre todo cuando hablamos de instalaciones voluminosas como una central eléctrica o telefónica, una estación de transformación, una refinería o una planta industrial. Entre otras cosas, requiere un costoso mantenimiento constante, para evitar que la humedad, la oxidación o incluso cosas como pequeños corrimientos de tierra que generen grietas en el subsuelo dejen un “paso libre” al pulso.

Otro problema importante radica en que las propias redes (eléctrica, telefónica, incluso la de aguas y alcantarillado…) pueden transportar el pulso con facilidad al interior de la instalación o dispositivo. Todo contacto con el exterior debe estar defendido con componentes dieléctricos, fusibles o disyuntores ultrarrápidos –raros y caros, pues como ya hemos mencionado las protecciones contra el rayo no sirven contra el componente E1 del pulso– o, incluso, mediante el uso de equipos totalmente autónomos situados dentro de la jaula.

Resulta especialmente complicado proteger los dispositivos provistos –externa o internamente– de antenas o de cableados o circuitos que actúen como una antena, dado que la naturaleza de las mismas es precisamente captar tanta energía electromagnética de la atmósfera como sea posible. Esta clase de aparatos quedarán destruidos con facilidad durante un ataque de esta naturaleza, e incluso pueden llegar a incendiarse o estallar. Prácticamente todos los equipos electrónicos que utilizamos cotidianamente y las redes que los alimentan son susceptibles de actuar como una antena.

Investigación de los pulsos electromagnéticos.

Los procesos y efectos de los pulsos electromagnéticos de gran altitud se estudian fundamentalmente por dos vías. Una de ellas son los generadores Marx, capaces de inducirlos localmente sobre los equipos que se desea poner a prueba. De esta forma, se pueden descubrir sus efectos sobre cada aparato específico y sobre las protecciones que se les puedan haber implementado. Pese a que estos equipos son costosos y muy voluminosos, son numerosos los países que han trabajado con los mismos: Estados Unidos, la URSS y luego Rusia, China, el Reino Unido, Francia, Alemania, Holanda, Suiza e Italia.

Para comprender la manera como se generan estos pulsos y otros fenómenos similares de utilidad tanto civil como militar se utilizan las instalaciones del tipo del HAARP, tan del gusto de los conspiranoicos (aunque nunca sean capaces de acertar a qué se dedican realmente, y desde luego no tiene nada que ver con los terremotos).

Que esta demostrado por cientificos como pueden provocar los terremotos con el haarp,como con distintas armas de geoingenieria.


Tanto el HAARP norteamericano (con su potencia de 3,6 MW… hay cadenas de radio que emiten más energía) como la instalación rusa de Sura (190 MW, 53 veces más) o el EISCAT europeo (cerca de un gigavatio total) y algunos otros de menor potencia son equipos de calentamiento ionosférico por radiación electromagnética. Estas instalaciones permiten simular de manera limitada el bombeo de rayos gamma y X en las capas exteriores de la atmósfera característicos de una carga nuclear EMP (y también de un montón de fenómenos naturales, como la radiación solar).

Sin que el mundo lo supiera, las principales potencias han dispuesto durante más de cuarenta años de un arma capaz de acabar con la civilización tecnológica moderna en apenas una fracción de segundo. En vez de corregir discretamente esta debilidad, la evolución de las sociedades y los mercados hacia unas tecnologías cada vez más delicadas y una economía donde se tienden a presionar todos los costes a la baja han magnificado el riesgo de que un ataque así suprima radicalmente los medios técnicos de una nación moderna y la envíe de vuelta al siglo XIX… en un tiempo donde ya nadie recuerda cómo se sobrevivía en el siglo XIX. Al igual que ocurre con las armas nucleares, no hay manera de desinventar el pulso electromagnético; sólo queda protegerse contra él. La pregunta es si queremos. Si queremos pagarlo, claro.


Las posibilidades de combate del MiG-31 serán redobladas


Las fuerzas aéreas rusas en un tiempo cercano tomarán como armamento el nuevo misil clase "aire-aire", que les permitirá redoblar las posibilidades de combate de los interceptores de MiG-31.

Según las palabras del comandante en jefe de las fuerzas aéreas de Rusia el general coronel Alexander Zelin, la creación del misil se encuentra en el período final; a los militares les queda cumplir aún más sus pruebas de lanzamiento.

Hasta el año 2020 a través del programa de modernización pasarán a sesenta interceptores de MiG-31 hasta la versión BМ. El mejoramiento de los aviones recibirá un nuevo sistema de dirección del armamento y las estaciones de radar, las cuales permitirán descubrir objetivos en distancias de hasta 320 kilómetros. MiG-31BМ puede al mismo tiempo acompañar hasta diez objetivos aéreos.

Así ataca un misil balístico intercontinental.

Las armas más devastadoras del mundo han avanzado enormemente en los últimos 50 años,
y es muy improbable que puedan ser detenidas de manera eficaz por los sistemas antimisil.




Animación infográfica abreviada –pero muy espectacular– del vuelo de un misil balístico intercontinental Minuteman-III, desplegado en los años '70 por la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Aunque la fase de vuelo libre ha sido eliminada, así como todas las técnicas de ayuda a la penetración–imagino que para acortarlo y simplificarlo– usaremos este video como base en el artículo, ampliando y actualizando allá donde sea necesario.
Los Estados Unidos y la Federación Rusa son, con una diferencia abismal, los principales poseedores mundiales de armas de destrucción masiva. En estos pavorosos arsenales se cuenta un arma de la que casi todos hemos oído hablar, pero que siempre ha estado envuelta en un halo de secreto absoluto y misterio apocalíptico: los misiles balísticos intercontinentales provistos con cabezas termonucleares, más conocidos por sus iniciales en inglés ICBM (o SLBM para los que se despliegan a bordo de submarinos). Como es costumbre en este blog, trataremos de arrojar algo de luz sobre materia tan delicada, al menos hasta donde sea posible con la información disponible para el público.

Un misil balístico intercontinental es, en esencia, un tipo de cohete espacial diseñado no para entrar en órbita, sino para transportar una carga velozmente a distancias remotas. Ya el primero de todos ellos, el R-7 Semyorka (una variante del mismo propulsor utilizado en los Sputnik), era capaz de lanzar cinco toneladas y media a ocho mil kilómetros de distancia en 1957, ampliados a doce mil en 1959 con el R-7A. Aunque se trataba de un modelo primitivo y poco práctico, que exigía unos preparativos análogos a los de un lanzamiento espacial con horas e incluso días de preaviso, ya reunía las cualidades esenciales de un ICBM: amenazar con la completa devastación a través de los continentes, mediante la propulsión de grandes bombas atómicas características de aquel tiempo.


Durante las siguientes dos décadas, ambas superpotencias se enzarzaron en una carrera que el mundo observó con ojos boquiabiertos y aterrados, construyendo más de setenta mil armas nucleares que dieron lugar al concepto overkill: la capacidad de matar a la raza humana entera más de una vez. Hasta veintitrés veces, en los peores momentos de la Guerra Fría. Las más sofisticadas y esotéricas de todas ellas iban a parar sistemáticamente a las instalaciones donde se ensamblaban a millares estos misiles balísticos intercontinentales. Sobre todo a cinco de ellas: las de Boeing Defense, Space & Security, Lockheed Martin Space Systems, Yuzhmash de Dnipropetrovsk, el Centro de Producción Espacial Khrunishev de Moscú y la especialmente secretista Fábrica de Maquinaria de Votkinsk, dependiente del no mucho más público Instituto Moscovita de Termotécnia.

A partir de finales de los '70 y sobre todo de principios de los '90, distintos tratados de limitación y reducción de armas estratégicas rebajaron estas cifras a números más moderados. Aún así, ambas naciones mantienen probablemente la capacidad teórica de acabar con todos nosotros más de una vez. Se estima que, entre las dos, conservan unas 21.400 armas nucleares, de las cuales 7.276 siguen desplegadas para su uso inmediato. De estas, entre cuatro y cinco mil continúan a bordo de unos 1.500 misiles balísticos intercontinentales con base en tierra y en el mar. Muy recientemente, Barack Obama y Dmitry Medvédev han llegado a un nuevo acuerdo START que reducirá estas fuerzas a 800 lanzadores y 1.550 cabezas.



Sin embargo, ninguno de estos tratados prohíbe que esta clase especial de armamento sea constantemente mejorado y actualizado. Para ello, los Estados Unidos y Rusia han adoptado durante las últimas décadas dos políticas radicalmente opuestas. La potencia norteamericana continúa operando la generación de misiles del Minuteman III cuyo exponente más moderno –el naval Trident II D5– fue desplegado en 1990, actualizándolos mediante distintos programas de modernización (el más reciente data de 2007). Rusia, en cambio, prefiere sustituir progresivamente los sistemas completos por versiones más avanzadas, de diseño actual, como el Tópol-M motorizado de 1997, su variante RS-24 Yars de 2009 o el naval Bulavá, que ha presentado problemas y sigue en pruebas, aunque se prevé que esté terminado este año y entre en servicio antes de 2012 con los nuevos submarinos de la clase 955 Borei. Realmente, no puede decirse que unos u otros hayan optado por una solución mejor o peor. Ambos países cuentan con extraordinarios científicos y tecnólogos, los mejores y más experimentados del mundo en materia de armamento nuclear con muchísima diferencia, y cada uno de ellos ha elegido la aproximación que mejor se adaptaba a sus capacidades, prácticas y fortalezas.

Todas estas actualizaciones y nuevos diseños se han producido ya en un tiempo en que los sistemas antimisil son conocidos y están bien estudiados. Por ello, gran parte de tales modernizaciones se han concentrado en dotar a estos misiles desde el tablero de diseño con la capacidad de superarlos y derrotarlos, así como en mejorar su precisión y sus posibilidades de ataque. Aunque en general esta clase de armas están pensadas para usarse en masa durante el transcurso de una guerra nuclear con características aeroespaciales, supondremos un escenario donde los Estados Unidos o Rusia –por ejemplo, siguiendo la vigente doctrina Ivanov– decidieran aniquilar una fuerza atacante convencional marítima o terrestre mediante el uso de un ICBM. Ya que el viceprimer ministro primero de Rusia parece tan empeñado, le concederemos los honores a sus Fuerzas de Cohetes Estratégicos. Utilizaremos un misil balístico intercontinental Tópol-M de la base de Teykovo, provisto con cuatro ojivas MIRV de 550kilotones cada una (2,2 megatones en total). Eso son sesenta veces Hiroshima y Nagasaki, juntas, en un solo misil.

La cuenta atrás.



Tiempo -08 minutos, 00 segundos – Un satélite de reconocimiento estratégico Personaconfirma la presencia y posición de una gran fuerza ofensiva dirigiéndose hacia la región de Vladivostok, en Siberia Oriental. Retransmite los datos a Moscú vía un satélite militar de telecomunicaciones Strela-3, donde la dirigencia política ha tomado ya la decisión de contenerla mediante un ataque nuclear.

Tiempo -06:00 – Se transmite por vía satelitaria la alerta roja a las administraciones gubernamentales y las fuerzas armadas de la Federación Rusa, y adicionalmente una Condición Severa (equivalente al DEFCON-1) a las Fuerzas de Cohetes Estratégicos, el comando submarino especial de la Marina, las Tropas Cósmicas, el sistema de defensa aeroespacial de Moscú y las autoridades civiles y militares de la región de Vladivostok.

Paralelamente, un general de Estado Mayor transmite al cuartel general del 54º Regimiento de Misiles de la Guardia en Teykovo la orden y las claves para lanzar de inmediato un misil balístico intercontinental Tópol-M contra las coordenadas determinadas por el directorio de inteligencia espacial de Vatutinki, a partir de la información obtenida mediante los satélites de reconocimiento.

Tiempo -04:00 – Por precaución, las autoridades civiles y militares comienzan a abandonar Moscú en helicóptero. El Jefe de Estado Mayor y otros generales se dirigen hacia la instalación subterránea de Penza, mientras que el Presidente y varios altos funcionarios lo hacen en dirección a la de Chekhov. Se rumorea que otro personal esencial político, científico y militar se halla ya en Sharapovo, Kosvinsky y lugares menos conocidos.



Tiempo -02:30 – Un vehículo erector-lanzador todoterreno de ocho ejes MZKT-79921 que circula lentamente por un sendero boscoso al norte de Teykovo se detiene en una pequeña ladera. Fijan los soportes neumáticos. El personal a bordo determina su posición mediate el receptor GLONASS. Un joven teniente enciende el misil RT-2UTTH Tópol-M que transporta y le introduce las coordenadas de partida y de destino. A su lado, un mayor le programa una configuración de ataque airburstavanzado concebida para barrer una gran área maximizando sus posibilidades de penetración.

Tiempo -01:00 – Inician el precalentamiento del misil. El mayor solicita las claves de desbloqueo de las cabezas termonucleares a su mando del 54º Regimiento. Segundos después, le son transmitidas. Las teclea y, al instante, el ordenador a bordo del misil Tópol-M da luz verde al disparo. El teniente joven recita con voz tensa: "lanzamiento autorizado, distancia al eje del ataque 6.662 kilómetros, azimut 0-6-3, trayectoria deprimida con apogeo en 893 kilómetros..."

Tiempo -00:35 – Todas las luces están en verde. El mayor al mando del vehículo ordena la ejecución del lanzamiento. El teniente gira una sola llave y pulsa un único botón. La cúpula protectora del contenedor-lanzador sale despedida mediante un resorte, e inmediatamente después el cilindro de veinticinco metros y cincuenta toneladas se eleva a la posición vertical sin aparente esfuerzo mientras el personal a bordo se protege los oídos. En ruso, tópol significa chopo, y realmente parece un gran tronco de metal.





Variante civil del Tópol-M, llamada Start-1, lanzando un satélite comercial israelí Eros-A.
El ataque del chopo.

Tiempo 00:00 – Suena una rápida secuencia de detonaciones; el vehículo lanzador vibra con violencia y se ve envuelto en una nube de humo grisáceo que huele parecido a los enchufes quemados. Una luz intensa les ilumina. Sobre sus cabezas, el misil Tópol-M de 23 metros y 47 toneladas se eleva verticalmente acelerando con una rapidez asombrosa: es la fase de impulsión ultrarrápida, cuyo propósito es separarlo del suelo rápidamente de tal modo que cualquier misil antiaéreo enemigo situado en las cercanías no pueda alcanzarlo a tiempo.





Otra toma de la variante civil del Tópol-M lanzando el satélite comercial israelí. Esta variante utiliza motores MIHT, con menos aceleración que los militares 15Zh58, para proteger la carga civil.

Tiempo 00:10 – Apenas sale del tubo lanzador, el misil comienza a rotar significativamente (no sucede en la variante comercial). El motivo es que, si alguien disparase una hipotética arma láser desde tierra o desde el cielo contra él en la fase de impulsión, el haz concentrado no pueda quemar a través de un único punto. No existe ningún láser móvil en la actualidad que pueda penetrar un misil de estas características a una mínima distancia si no puede enfocar el haz sobre un lugar específico; ni existirá en un buen puñado de años, suponiendo que sea posible lograrlo a través de la atmósfera debido a los problemas de dispersión y refracción óptica que los plagan. Pero además, por si las moscas, el misil va cubierto con una lámina de material ablativo que dispersa el láser y disipa su energía en el caso de que alguien lo consiguiera en el futuro.

En tierra, el vehículo todoterreno repliega el humeante tubo lanzador y se dispone a volver a base. Su misión ha finalizado. El misil es ahora totalmente autónomo y alcanzará sus blancos sin ninguna otra intervención humana.

Tiempo 00:30 – El misil ha superado la velocidad del sonido en menos de medio minuto y ya se encuentra a diez kilómetros de altitud, fuera del alcance de todos los sistemas antiaéreos de baja cota. En este momento, el lanzamiento podría estar siendo detectado por satélites enemigos.

Tiempo 01:00 – A cuatro veces la velocidad del sonido, la primera fase se separa al norte de Nizhny Novgorod y cae a tierra. Con menos peso y superada ya la franja de deceleración dinámica, el Tópol-M acelera mucho más deprisa, guiado por los giroscopios inerciales hacia un punto determinado del espacio exterior.



Tiempo 01:30 – El misil está ahora hipersónico, a treinta kilómetros de altitud, fuera del alcance de casi todos los sistemas antiaéreos de alta cota, incluyendo el Patriot PAC-2/3, el S-300PMU o el RIM-66/67 Standard. Con toda seguridad, el lanzamiento ha sido detectado por satélites enemigos. Pero en la práctica, ningún misil lanzado desde dentro de la atmósfera terrestre puede alcanzarle ya.

Tiempo 02:04 – La segunda fase se separa a 13.000 km/h y cien kilómetros de altitud, en la línea Kármán, al borde del espacio exterior. No existen en este momento, ni se esperan en el futuro próximo, armas que puedan derribarlo ahora. Sobrevuela en estos momentos la ciudad de Kirov.

Tiempo 02:30 – El misil se encuentra en el espacio exterior, por encima de diecisiete mil kilómetros por hora y acelerando todavía más en busca de una trayectoria deprimida por debajo de 30º de ángulo. El fuselaje aerodinámico frontal (la punta) se separa impulsada por pequeños motores vernier y deja al descubierto el bus con las cuatro cabezas termonucleares y las ayudas a la penetración.

Tiempo 03:00 – A 29.880 kilómetros por hora, unos 27º de ángulo y ciento setenta kilómetros de altitud, la tercera fase se apaga y separa, liberando el bus con las ojivas MIRV de carga atómica. Ahora, el Tópol-M ya no tiene propulsión ninguna (ni la necesita). Se dispara una pequeña cápsula criogénica para hacerle perder temperatura rápidamente. Las estaciones de inteligencia espacial de otras potencias tratan de determinar su rumbo y perfil exacto, antes de que se enfríe y se vuelva prácticamente invisible en la inmensidad del cosmos tanto en frecuencias visuales como infrarrojas.



Tiempo 04:00 – Ya en vuelo libre, el sistema de guía astroinercial toma rápidamente puntos de referencia con nueve estrellas de posición conocida (tres juegos de tres). El ordenador de a bordo las triangula, promedia los resultados y se los suministra al piloto automático. Entonces, los impulsores vernier de gas frío hacen minúsculas correcciones angulares y empiezan a librar las cuatro cabezas MIRV termonucleares con rotación inducida, de diez a veinte señuelos (a la derecha, los viejos hinchables del Minuteman III) y diversos perturbadores de guerra electrónica que permanecen apagados por el momento.

Antiguamente, esta libranza se producía mucho después (casi encima del blanco, como se ve en el primer video; y, con frecuencia, se intercalaban las fases de impulsión con fases de vuelo libre balístico). Sin embargo, esto facilitaba mucho las posibilidades de detección e intercepción por parte del oponente. El desarrollo de sistemas de guía astroinercial mucho más exactos ha hecho posible soltar toda la carga militar en esta etapa temprana del vuelo sin perder precisión, y además al amparo del frío espacial, que dificulta el detectarla y seguirla con satélites optoelectrónicos. Esto logra que, para cuando la carga militar llegue al alcance de los radares de alerta temprana de largo alcance, éstos se encuentren con una multitud de blancos, señuelos y perturbadores electrónicos entre los que deben tratar de descubrir las cabezas reales. También impide la operación de hipotéticos interceptores espaciales, como los que se postularon para la cancelada Guerra de las Galaxias.

Tiempo 06:20 – La carga militar alcanza la máxima altitud, 893 kilómetros (dos veces y media más que la estación espacial internacional). La gravedad tira de ella y comienza a descender hacia su objetivo. Ahora, los radares de descubierta de más largo alcance pueden estar detectando un minúsculo "borrón" de cabezas MIRV, señuelos que las imitan y perturbadores en una elevación extrema.



Tiempo 09:00 – La carga se encuentra ahora sobre Siberia Central, cayendo de vuelta hacia la atmósfera terrestre a más de ocho kilómetros por segundo: en último término, un ICBM no deja de ser una forma de artillería de tecnología avanzada. Los radares de descubierta de largo alcance comienzan a localizarlas con más precisión. Por su parte, algunos de estos objetos comienzan a liberar aerosoles multiespectrales que actúan a modo de chaff, con una fracción de su peso, y también confunden a los detectores de infrarrojos. Las cápsulas decontramedidas electrónicas se encienden, introduciendo mayor confusión en los radares enemigos. 

Tiempo 11:15 – Los radares de largo alcance comienzan a tener soluciones de trayectoria, pero no pueden discriminar correctamente entre cabezas reales y señuelos, que suman más de quince blancos a treinta mil kilómetros por hora. Las cápsulas de contramedidas electrónicas y los aerosoles multiespectrales introducen errores e imprecisiones en su telemetría, y se requiere una precisión extrema para intentar una intercepción exoatmosférica de fase intermedia (suponiendo que estos medios estuvieran disponibles en el área de batalla). De todos modos, aún no saben cuáles son las cabezas reales, los interceptores exoatmosféricos son muy costosos y hay pocas unidades como para dispararlas a mansalva con una probabilidad de éxito tan baja. Se empiezan a hinchar los expansores, globos metálicos de mayor tamaño que ofrecen un mejor blanco y por tanto tienden a hacer que los sistemas de blocaje automático de las guías para los antimisiles los adquieran a ellos, en vez de a las cabezas reales.

Tiempo 11:30 – En estos momentos podría comenzar a conocerse el objetivo del ataque, y transmitir órdenes urgentes para la dispersión de las fuerzas que amenazan Vladivostok. Pero sólo quedan cinco minutos, y no hay muchos sitios a donde un ejército o una flota o una fuerza de desembarco o cualquier cosa por el estilo pueda dispersarse en cinco minutos. 


Tiempo 12:02 – Se intenta el primer disparo con cuatro interceptores exoatmosféricos de fase intermedia contra lo que parecen ser diecisiete blancos a punto de iniciar la reentrada, a 2.300 kilómetros de distancia.

Tiempo 12:30 – Los interceptores se abalanzan contra las cabezas y los señuelos a una velocidad sumada de 65.000 kilómetros por hora. Tardarán un minuto y medio en encontrarse, pero esa velocidad tan extrema obliga a los interceptores a acertar de lleno en el primer cruce: nunca podrían dar la vuelta a tiempo para intentarlo otra vez. Además, los ángulos son extremadamente críticos, y los perturbadores y aerosoles siguen causando dudas sobre su exactitud.

Tiempo 13:30 – Las ojivas MIRV y los señuelos están ahora iniciando la reentrada en la atmósfera terrestre, por lo que empiezan a perder algo de velocidad. Se encuentran a unos 200 kilómetros de altitud y mil quinientos kilómetros de su blanco. Las ojivas no se comportan aerodinámicamente de manera idéntica a algunos de los señuelos, por lo que empieza a asomar la posibilidad de distinguir unas de otras.


Tiempo 13:55 – ¡Intercepción! Los interceptores exoatmosféricos de fase intermedia han alcanzado algo, probablemente dos o tres blancos, pero es imposible saber de qué se trata. Harían falta imágenes infrarrojas de alta resolución y muchas horas de análisis para descubrir si han alcanzado ojivas reales, señuelos o incluso algún perturbador. El problema es que sólo quedan tres minutos.

Tiempo 14:15 – Las ojivas MIRV siguen perdiendo velocidad, y empiezan a maniobrar modificando marginalmente sus ángulos y velocidades. Ahora empieza a ser posible distinguirlas con claridad de los señuelos. Pero estos movimientos complican las posibles soluciones de intercepción. Parece que una de las cabezas termonucleares se está destacando en primera posición, mientras que otras dos o tres quedan un poco más rezagadas, modificando sus trayectorias de forma aparentemente arbitraria para ponérselo lo más difícil posible a los ordenadores de tiro antimisil.

Tiempo 14:30 – Los radares de defensa terminal comienzan a detectar blancos a mil kilómetros de distancia. Pero los interceptores antibalísticos terminales sólo tienen unos 600 kilómetros de alcance máximo. Empiezan a computar soluciones de tiro para cuando se encuentren un poco más cerca.

Tiempo 14:50 – ¡Detonación nuclear! La cabeza líder ha estallado a unos 90.000 metros de altitud sobre la frontera china, aún dentro de territorio ruso. Esto no afecta significativamente al suelo, pero provoca un intenso efecto de oscurecimiento electromagnético instantáneo, en cientos de kilómetros a la redonda, por alta ionización de las regiones inferiores de la ionosfera. Las ondas de radar y radio no pueden pasar a través. Los sistemas de defensa terminal acaban de quedarse ciegos, y con ello desaparece la posibilidad de disparar algún interceptor más.

Tiempo 16:00 – Las dos ojivas MIRV supervivientes (la tercera quizá fue derribada, quizá falló, quizá servía para alguna otra cosa...) atraviesan la región de oscurecimiento a velocidad altosupersónica, guiadas por su sistema inercial autónomo, que ya no requiere de interacciones con el exterior y es por tanto inmune al oscurecimiento electromagnético (las cabezas también van blindadas contra pulsos electromagneticos e incluso explosiones atómicas a más de 500 metros de distancia).



Tiempo 17:10 – Las cabezas detonan separadas unos siete kilómetros entre sí, a dos mil quinientos y cuatro mil quinientos metros de altitud, sobre las fuerzas que amenazaban Vladivostok. La potencia final total es de 1,1 megatones (megatonelaje equivalente: 134 ktE). Esto representa dos extensas áreas de aniquilación total de cinco kilómetros de diámetro, con daños graves y extensivos hasta los diez kilómetros de diámetro (se puedetapar la ciudad de Madrid más o menos hasta la M-40, con esas dos explosiones). 

Todo esto se puede hacer con un solo misil de unos diez años de antigüedad. Dejo a la imaginación del lector suponer lo que se podría hacer con una decenita cumplida y un buen plan estratégico, o con los que se están construyendo en estos mismos momentos para reponer o actualizar los obsolescentes. Por el momento y me temo que durante algún futuro, continúo opinando que la espada es más poderosa –y mucho más económica– que el escudo; y que, por tanto, continuaremos viendo doctrinas de seguridad y defensa basadas en la disuasión nuclear de alto nivel durante bastante tiempo. Tratados como el de la semana pasada son muy buenos, y reducen el riesgo de que nos aniquilemos a nosotros mismos a gran escala. Pero, por motivos evidentes, las armas nucleares llegaron para quedarse y van a seguir ahí durante muchos años más.