El 44º presidente de Estados Unidos, Barack Obama, renovó ayer las sanciones económicas contra la República Islámica de Irán porque representa «una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional, la política exterior y la economía» del país. Las sanciones, que prohíben la inversión y los intercambios comerciales de las compañías norteamericanas con Teherán, se impusieron en 1995 y se reeditan anualmente. Es casi un hábito presidencial más que un acto de política exterior.
Aun así, la continuidad respecto al bloqueo americano aporta algo de contenido a la Doctrina Obama que parece empezar a regirse por la estrategia del «palo y la zanahoria». Recientemente, el presidente norteamericano manifestó que «si países como Irán están dispuestos a soltar su puño, ellos encontrarán nuestra mano tendida». El pasado 5 de marzo, la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, confirmó la intención de su país de invitar a Teherán a la cumbre internacional sobre Afganistán que tendrá lugar en Washington.
Las dos medidas demuestran que Barack Obama se apoya claramente en el poder blando, la diplomacia, para tratar de atraer a Irán hacia el redil de la comunidad internacional con la intención de disuadirle en su pretensión de ser una potencia nuclear; pero la noticia de ayer confirma que tampoco se desprende del poder duro, las sanciones y el uso de la fuerza. La pregunta es si alcanzará el equilibrio deseado o si caerá en una de las dos tentaciones. La semana pasada trascendió la oferta que el comandante en jefe norteamericano lanzó a su homólogo ruso vinculando su compromiso en la contención de un Irán atómico a una renegociación del escudo antimisiles en Europa del Este, al que se opone el Kremlin.
El presidente norteamericano puede correr el riesgo de pensar que los regímenes autocráticos pueden ablandarse con buenas palabras o buenas intenciones y pecar de esa «ingenuidad» que le reprochaba su actual secretaria de Estado en la campaña electoral.
Rusia, que ha construido la central nuclear iraní de Bushehr, recibió el pasado 16 de febrero al ministro de Defensa iraní para cerrar una venta de armamento que incluye misiles S-300. Obama quiere marcar distancia con la política de enemigo-amigo de la anterior Administración y no renuncia a abrir vías de diálogo con quienes mantienen un pulso. ¿Realismo o idealismo?
Ya no hay «combatientes enemigos»
La Administración Barack Obama ha retirado el término de «combatiente enemigo» y sólo aplicará el Derecho Internacional sobre los sospechosos de terrorismo detenidos en la prisión de la base naval de Guantánamo (Cuba) durante el tiempo que le lleve cerrarla. Así lo confirmó ayer el Departamento de Justicia de EE UU, que explicó que ha archivado los estándares bajo los que actuaba el anterior Gobierno de George W. Bush. Dijo que sólo se arrestará a los que hayan facilitado un apoyo «sustancial» a Al Qaeda o a los talibán.