«Tanto el régimen como los grupos armados irregulares están manchados con la sangre siria. No se puede meter al diablo en una botella», señala gráficamente Kadri Jamil, presidente del Partido de la Voluntad Popular (comunista), opuesto históricamente al poder de los al-Assad.
Jamil, miembro del Frente Popular para el Cambio y la Liberación, es una de las treinta y tres personalidades que integran la comisión que debe redactar la nueva Constitución. El texto, que deberá estar listo en un plazo de dos meses -decreto firmado por el presidente Bashar Al-Assad- se perfila como una concesión a los manifestantes prodemocráticos que llevan diez meses protestando.
«La solución es la formación de un gobierno de unidad nacional con la implicación de los partidos políticos existentes y los próximos a crearse. Pero la participación del Consejo Nacional Sirio -la mayor organización opositora siria en el exilio al mando del académico Burhan Galioun- es imposible. Ellos no tienen ninguna representación en el país. Está compuesto por extranjeros que nada tienen que ver con nosotros», asegura, cómodamente sentado en los sillones del lobby de un famoso hotel de la capital siria.
«La oposición que está operando desde fuera no es nacionalista. Responde a intereses occidentales que quieren influir en el país. Las interferencias extranjeras no solucionarán los problemas internos», afirma el renombrado opositor.
«En mi opinión, la oposición externa no es muy diferente al régimen actual. Ellos también pueden deformar toda la realidad dentro de Siria, porque no la representan», agrega.
Una oposición externa que está sufriendo mutaciones en la actualidad y donde se están acentuando las diferencias de los diferentes grupos que la componen. Desde Turquía, ya llegan a Damasco los primeros sonidos de los tambores de guerra entre las facciones opositoras que quieren mantener a la comunidad internacional al margen del conflicto y aquellos que buscan su internacionalización, generando un cisma que traerá nuevas crisis internas.
Semejanzas con la Contra
Jamil compara a la oposición con base en Turquía y fuerte presencia en Líbano con los contrarrevolucionarios de Nicaragua: «La oposición armada está respaldada por Estados Unidos como en el caso de los Contras. Es el mismo escenario, aporte económico y entrenamiento».
La Contra, que agrupaba a diferentes organizaciones con objetivos diversos y poca unidad ideológica, fue entrenada, armada y financiada principalmente a través de la CIA, la central de inteligencia de Estados Unidos. El rol de Washington en la existencia de estos grupos -durante el Gobierno encabezado por Ronald Reagan- fue probado por la Corte Internacional de Justicia en 1984.
«Pero lo que sucede en el país ahora no es comparable a los episodios de Hama en 1982», matiza y reconoce. «Lo que pasa en el mundo, desde Wall Street hasta Damasco, demuestra una alta participación política de la población y son movimientos espontáneos. Aunque, sin duda, esta situación beneficia a los planes estadounidenses e israelíes en la región», insiste el opositor, refiriéndose al inicio de una confrontación en el seno de los países árabes.
Jamil se refiere a los violentos enfrentamientos que ocurrieron entre el 2 y 28 de febrero de 1982 cuando el Ejército sirio, bajo las ordenes del presidente Hafez al-Assad, llevó a cabo una política de tierra arrasada contra la ciudad de Hama -ubicada en el denominado Valle de los Orontes en el centro del país, al norte de Damasco- a fin de sofocar una revuelta de los Hermanos Musulmanes contra el régimen de Al-Assad
En la ciudad, que fue escenario de violentos enfrentamientos, se estima que el número de ciudadanos muertos fue de al menos 10.000, entre ellos un millar de soldados que participaron en la operación.
Responsabilidad del régimen
Jamil es tajante al asegurar que «el régimen es responsable de esta situación y de que el país haya explotado. Destaca, a modo de ejemplo, que hay un 30% de pobres en la actualidad y se prevé que para 2020 alcanzarán una proporción del 45%, de la población. Asegura que la corrupción es otro de los problemas más graves que sufre el país árabe.
«La solución es crear un gobierno de coalición y eso puede suceder en las próximas tres o cuatro semanas», anticipa el opositor sirio, justo en pleno debate en torno a una propuesta de la Liga Árabe para que el presidente al-Assad ceda el poder a su vicepresidente y la formación de un nuevo gobierno en el plazo de dos meses.
Muertes, presos y torturas
Jamil insiste en que el diálogo y la vía pacífica son la única solución para la crisis. Y reafirma este concepto aún teniendo partidarios muertos y detenidos. «No hay cifras exactas de la cantidad de personas detenidas y muertas por ambos lados. Pero en nuestro partido tenemos unos cien prisioneros y 55 muertos y hay evidencia de torturas a partir del testimonio de los detenidos», confirma.
Insiste, eso sí, en que el frente político que representa rechaza que en el país se reproduzcan escenarios similares como el de Irak, Libia o Yugoslavia, con la intervención de fuerzas internacionales. Por ello, su partido apoyó el veto impuesto por Rusia y China al proyecto de resolución contra Siria en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de la ONU.
Las dos potencias bloquearon el pasado 4 de octubre el proyecto de resolución elaborado por Gran Bretaña, Estado francés, Alemania y Portugal. El documento estipulaba aplicar sanciones a Siria si sus autoridades siguen reprimiendo las protestas de la oposición, sin especificar que la injerencia militar foránea es inadmisible. La parte rusa afirmó que no se pueden repetir los errores cometidos en Libia, donde las operaciones militares rebosaron los marcos del mandato de Naciones Unidas.
Porque si algo tiene claro este opositor sirio es que Estados Unidos -luego de su fracaso en Irak- pretende exportar su crisis interna al exterior y encender la situación en Siria con el fin de caldear toda la región.