Fue marino, inventor y científico. Además era honrado y leal, dos cualidades que no se prodigaban mucho en la España de su tiempo ni en la del nuestro. Se llamaba Isaac Peral y Caballero (1851-1895). Fue el inventor del primer submarino propulsado por energía eléctrica, capaz de disparar con éxito un torpedo.
Seis organismos, públicos y privados, además de la Armada, han querido rehabilitar su memoria, participando en una operación de rescate de su sumergible, que amenazaba ruina. En septiembre del año 2013 se cumplirá el 125 aniversario de su botadura. La Armada está preparando, pese a los recortes, un homenaje al ilustre marino, cuyos restos, por raro que parezca, no reposan en el
Panteón de Marinos Ilustres, en San Fernando (Cádiz).
Amenaza de ruina
El Peral realizó en el pasado mes de diciembre su traslado al Museo Naval de Cartagena, en pleno paseo marítimo, donde será sometido a un proceso de recuperación del casco, con efectos graves de oxidación provocados por más de un siglo a la intemperie.
El casco presentaba graves efectos de oxidación que requerían una actuación urgente
El submarino estará así protegido de las inclemencias del tiempo y podrá seguir siendo visible desde el exterior. La operación de traslado fue costeada por la Fundación
Juanelo Turriano.
La restauración no será una tarea fácil. Faltan elementos esenciales como sus cuatro hélices originales, de bronce, que desaparecieron, siendo sustituidas por otras de pega. Formaban del llamado
aparato de las profundidades, un complejo sistema hidráulico y mecánico que permitía navegar bajo el agua, emerger y sumergirse a voluntad. El tubo lanzatorpedo, la torreta óptica, motores y acumuladores, y otros instrumentros de navegación, incluyendo el silbato eléctrico,desaparecieron para siempre. En internet podemos encontrar una
recreación de los inventos de Peral que se utilizaron en su submarino.
Además se han realizado distintas reparaciones poco respetuosas. Las pequeñas ventanas superiores que daban luz al submarino permanecen hoy ocultas por pintura. Se soldó con una plancha de acero la panza del sumergible, la más deteriorada. Además, en 1965, se cortó el casco en dos grandes piezas para volverlo a soldar, una operación que se consideró imprescindible para poder realizar el traslado desde el Arsenal al paseo de Alfonso XII, en Cartagena.
Peral, comandate
Peral fue el comandante del submarino, que él mismo había proyectado. Antes lo fue del Caviteño, un cañonero de de hélice. Era un hombre de mar. Fue hijo de un capitán de infantería de Mariana, el gaditano Juan Manuel Peral. Pedro, Isaac y Manuel, sus tres hijos, fueron marinos del Cuerpo General de la Armada. Un caso excepcional.
Como guardiamarina Isaac Peral formó parte de la escuadra que trasladó a Cartagena al rey Amadeo. En su hoja de servicio Isaac Peral navegó en 32 buques, entre entre otros, la fragata blindada Numancia, que Galdós inmortalizó en el episodio nacional en el que cuenta su gesta de dar la vuelta al mundo. Peral pasó nueve años de destinos en tierra y 16, embarcado.
Peral pasó nueve años de destinos en tierra y 16, embarcado
Peral hablaba y escribía en alemán. Fue un pionero en la Hidrografía. En Filipinas, ya teniente de de navío, realizó cartas hidrográficas muy precisas que en 1903 "fueron regalados a los norteamericanos dado que ya no nos eran de utilidad al haber perdido aquellas posesiones". Así se justificó por las autoridades españolas de aquel entonces.
También fue profesor en la Escuela de Ampliación del Observatorio de San Fernando, publicando entre otros trabajos Geometría Elemental, Lecciones de Álgebra yGeometría. Recibió una cruz al Mérito Naval por su libro sobre los huracanes. Cobraba como profesor 45 duros mensuales, que le permitían vivir sin lujos con su familia, mujer y cinco hijos.
"El puro" y "El cacharro"
La idea del submarino podemos situarla en 1885. En ese año Alemania ocupó por la fuerza de nuestras posesiones en Las Carolinas. La mediación papal evitó la guerra. Peral pensó ya en un submarino que permitiera neutralizar el poderío naval de las grandes potencias El gobierno aceptó su proyecto. Aquella idea inicial se materializó en 1888, en concreto el 8 de septiembre, cuando el navío, su submarino, fue botado en Cádiz. Un gran ingeniero naval, José Castellote, examinó y revisó los planos de Peral.
En Cádiz llamaban al buque "El cacharro", pues se trataba de un barco sin proa ni popa, sin cubierta ni quilla, cuyo puntal(la altura) era igual a la manga(anchura). Los trabajadores que lo construyeron lo llamaban despectivamente "El puro".
Era una construcción singular: 21 metros de eslora, 2,74 de manga y puntal. Desplazaba 79 toneladas a flote y 87 sumergido. Tenía 613 acumuladores y una autonomía de de 355 millas en superficie y 236 sumergido. La velocidad máxima en inmersión no superaba los diez nudos. El casco era completamente de acero. Por aquel entonces no existía la soldadura autógena, y las planchas se unían mediante remaches incandescentes, introducidos con golpes certeros. Esa fue la fórmula empleada en elTitanic.
El presupuesto del sumergible se disparó porque los materiales más modernos, como los eléctricos, y armas, como los torpedos, no se fabricaban en España. El sumergible costó 300.000 pesetas de aquel entonces. Un acorazado salía por unos 40 millones.
El sumergible costó 300.000 pesetas de aquel entonces
Solo el casco costó 7.500 pesetas, y en los jornales se gastaron 125.000 pesetas. Un torpedo, importado de Alemania, valía la friolera de 6.000 pesetas, un fortunón. Peral dio rendida cuenta de los gastos realizados. A este presupuesto hay que sumar las 5.000 pesetas, que en conceptó de subvención aprobó el Ministerio de Marina para los trabajos preparatorios de investigación.
Echegaray y Casado del Alisal
Peral tuvo grandes valedores y también grandes enemigos. La envidia es moneda corriente en España. El matemático y dramaturgo Echegaray, contrario a Peral, se convirtió en su más firme valedor después de escucharle.
"El señor Peral ha hecho útil para la ciencia; la historia de la ciencia española le hará justicia", llegó a afirmar Echegaray, que se mostró contrario al Consejo de Marina, que rechazó el proyecto de sumergible. Llegó a afirmar que fue un éxito, y no una mera casualidad, la prueba principal, realizado el 7 de junio de 1890. El submarino navegó sumergido y emergió, siguiendo un rumbo previamente predeterminado.
"Peral marchó en línea recta desde el principio al fin y siempre con el rumbo que se le había impuesto. Es decir, que no basta con una casualidad y con una casualidad en una hora. Es preciso que cada metro y en cada segundo se repita la casualidad favorable… El sentido del cálculo es rigurosamente exacto, y prueba que es absurdo, de todo punto absurdo, atribur a la casualidad el éxito de la experiencia, en lo relativo a la conservación del rumbo".
Otro de los firmes defensores fue Carlos Casado del Alisal, un indiano con fortuna, hermano del pintor. Ofreció a Peral 20.000 libras esterlinas, toda una fortuna para la época, que Peral depositó en el Banco de España e informó a sus más inmediatos superiores.
Casado del Alisal justificó así su generosa ayuda. "Yo siembro patatas y recojo libras esterlinas; justo es que siendo español y amando de verdad las glorias de España le ayude a usted" . Peral devolvió tan generosa ayuda, sin quedarse con un solo céntimo, cuando su sumergible fue rechazado y abandonado por la Armada.
La reina regente y un sable de honor
María Cristina, la reina regente a la muerte de Alfonso XII, fue la principal defensora del sumergible.
La reina regente apoyó sin dudar el sumergible Peral
Fue muy moderna para su tiempo. El día 27 de junio de 1889, cuatro años después de la muerte de Peral, subió a un globo cautivo, dándose así su apoyo a la compañía de Aerostación, embrión de la futura aviación. María Cristina de Habsburgo, segunda esposa de Alfonso XII y madre de Alfonso XIII, sintió una gran admiración hacia Peral y a su invento. Conocía perfectamente los planos como demostró en los encuentros que mantuvo con el cartagenero. Como prueba de su predilección le hizo entrega de un sable de honor, que perteneció a Alfonso XII.
Muerto Peral a la familia le robaron tal valiosa joya. Al final apareció. Un patriota anónimo la compró, regalándola al Museo Naval, en Madrid. En 1951 se mostró el sable de honor por última vez completo. Después 'desaparecieron' sus partes más valiosas de oro, así como el estuche. Hoy se expone en la llamada Sala del Patronato, más conocida como la Cámara de Oficiales, del Museo Naval, esperando que alguien cuente con más detalle la historia de esta mano negra que siguió persiguiendo a Peral después de su muerte.
Contemporáneo de la Torre Eiffel
El submarino Peral fue botado el 8 de septiembre de 1888. Aquel invento fue contemporánea de la Torre Eiffel, erigida entre los años 1887 y 1889, y que fue uno de los elementos representativos de la Exposición Universal de 1889. Desgraciadamente el Peral fue rechazado por la Marina de su tiempo, que veía en aquel extraño navío un torpedero sumergible, carente de velocidad, y no una nueva arma, la submarina. Un falta de visión que nos dejó nuevamente atrás tecnológicamente hablando, y con una Marina sin respuesta a los nuevos desafíos, grandes acorazados con gran potencia de fuego.
Peral no estaba solo. Le acompañaban Juan Iribarren y José Moya, encargados de los torpedos (llevaba tres a bordo); Antonio García Gutiérrez y Pedro Mercader, eléctricos, Antonio Noé, maquinista, y Manuel Cubells y Serrano, oficial. Todos menos el maquinista, tenientes de navío, como Peral. Aunque no formaban parte de la tripulación, navegaron en el sumergible Armero, ayudante de la reina regente y el contralmirante Arrebol.
La torre de mando
Se penetraba por dos escotillas a ambos lados de la torre de mando, un camaranchón de acero, a la vez cuarto derrota(donde se guardan las mapas) y puesto de control. Peral iba sentado, comprobando todos los dispositivos inventados por él que le permitían conocer el funcionamiento eléctrico, potencia de los motores, estabilidad y velocidad de la nave. Contaba con un velocímetro, un manómetro así como compás o brújula marina, que marcaba siempre el norte, compensando las interferencias eléctricas y del acero del buque. Un péndulo indicaba la inclinación.
Varios tubos acústicos le permitían estar en continuo contacto con la tripulación. Peral podía ver en todo momento todo lo que ocurría en el exterior. El timonel iba en una posición más elevada que la que tenía Peral.
La torreta óptica era un antecedente del actual periscopio
La torre de mando tenía de dos grandes ojos de cristalcon un sistema de limpieza exterior, con agua dulce, muy similares a los actuales parabrisas de los automóviles. Peral disponía de un eficaz periscopio, la torreta óptica, un tubo de acero que mediante espejos y basándose en la cámara oscura, permitía reflejar en una mesa cuadriculada los navíos en superficie. Se podía calcular así la distancia del objetivo y el momento adecuado para disparar el torpedo.
Viajando al interior del submarino
Descendiendo por una escalera vertical de hierro se llegaba a las entrañas del submarino. Era un pasillo longitudinal que corría de proa a popa. Todas las paredes estaban pintadas de blanco. Numerosas bombillas incandescentes iluminaban en el interior, junto con unas minúsculos ojos de buey en la parte superior. Por paredes y techos corrían cajetines de madera de caoba, que canalizaban las conducciones eléctricas. Además había tubos, ruedas y engranaje y motores, todo pintado de ocre claro. A popa, se encontraban los motores, alumbrados por diez lámparas de 150 bujías .
En el sollado (pisos o cubiertas inferiores del buque) y las amuras (parte de los costados del buque donde este empieza a estrecharse para formar la proa) se encontraban los 613 acumuladores dispuestos en estantes cubiertos con unas cortinas de lona. A proa, el tubo lanzatorpedo, cargado con un torpedo, y dos de repuesto, estibados en las paredes.
Un total de 613 acumuladores proporcionaban la energía eléctrica del submarino,
A proa y a popa dos depósitos de aire comprimido, cámaras de bronce sulfurado que irían soltando su aire automáticamente, mientras una bomba extraía el aire viciado y lo inyectaba al exterior. El suelo estaba aislado con una alfombra de goma Los tripulantes llevaban batas y guantes de goma para protegerse de posibles descargas. Ocho toneladas de agua como lastre se almacenaban en la quilla. Existía también un minúsculo retrete, con un mecanismo muy similar al actual de nuestros barcos, aviones y trenes.
Hoy nada queda en el interior del submarino. Solo los estantes de los acumuladores.
El final de un sueño
En septiembre de 1890 el Consejo de Marina manifestó que el prototipo presentado por Peral no pasaba de ser "una curiosidad técnica sin mayor trascendencia" (sic). Antes de anunciarse el informe oficial, este fue filtrado interesadamente por la prensa de la época. La decisión era irrevocable. En un inesperado cambio de actitud, se ordenó detener su construcción y abandonar el proyecto. Y eso pese a que el submarino había superado todas las pruebas, incluyendo el lanzamiento de torpedos y navegar sin novedad más de dos horas sumergido.
El 11 de noviembre de 1890 el nuevo ministro Antonio Cánovas del Castillo trasladó a Peral un escrito en el que se instaba a entregar al arsenal de la Carraca, bajo inventario, todos los motores y elementos con que contaba el buque construido. Era una humillación más. Antes Peral sufrió pacientemente toda clase de sabotajes. En plena inmersión una válvula previamente manipulada anegó el interior de la nave. Pese a esta grave contingencia el sumergible respondió a la perfección y no se fue a pique.
El submarino Peral sufrió sabotajes intencionados
A estos sabotajes, se unió el espionaje industrial del nuevo invento. Los planos del sumergible, que custodiaba el ministerio de Marina, fueron copiados y pasaron a potencias extranjeras. Incluso hubo intentos de doblegar con dinero al insobornable Peral, que rechazó cualquier insinuación en ese sentido. ”El submarino será para España o para nadie. No hay en el extranjero dinero bastante para comprar a un español”, afirmó con determinación.
Su invento no le hizo rico
Isaac Peral, desmoralizado y fatigado, pidió la licencia absoluta (retiro) que le fue concedida rápidamente el día 1 de enero de 1891. Como única recompensa a su invento Peral recibió una condecoración, la cruz naval con distintivo rojo por los sufrimientos sufridos. En 1892 al submarino se le desmontaron parte de sus equipos, el tubo lanzatorpedos y los motores eléctricos.
Peral, un hombre de mar, trató de rehacer su vida. El submarino no le hizo rico, aunque algunos se aprovecharon de su fama, comercializando toda clase de artilugios, aprovechando el nombre de Peral y de su sumergible. Los fondos que altruistamente le entregó Casado del Alisal para desarrollar el arma submarina fueron devueltos por el cartagenero.
Peral fue director del Centro Industrial y de Consultas Electro-Técnicas y llegó a montar en Madrid una fábrica de acumuladores, que le permitieron poner en marcha 22 centrales de alumbrado eléctrico. Durante ese tiempo concibió y construyó su ametralladora eléctrica y de aire comprimido. Trabajos que no le sacaron de pobre. Su salud se resintió. Una antigua dolencia, que venía de su paso por Filipinas, se agravó.
En 1895, desahuciado, viajó a Berlín. Fue operado con éxito, un tumor cerebral, pero un descuido en las curas, al no serle cambiado un día el apósito, le provocó una meningitis que en pocas horas acabó con su vida. Peral fallecía el día 22 de mayo de 1985. Dos día después el embajador de España en Berlín telegrafió a Madrid: "El ex oficial de la Armada, Peral, fallecido. Cadáver y familia salen para España. Ruego no haya dificultades frontera. Méndez Vigo, 24 de mayo de 1895".
Con el amor de su pueblo
La Marina no autorizó a que los restos de Peral reposasen en el Panteón de Marinos Ilustres. Fue enterrado en Madrid. El día 11 de abril de 1911 salieron los restos a Cartagena, su ciudad natal. La familia declinó cualquier homenaje nacional. “La mejor sepultura para un hombre es el que constituye el amor de un pueblo”, señalaron los descendientes de Peral.
En 1927 se erigió el actual mausoleo en recuerdo de Peral en el cementerio de Nuestra Señora de los Reyes, en Cartagena, donde aún permanecen.
Testamento final
Unos años antes de morir, Peral dejó su último testamento. Trataba de limpiar su buen nombre y la viabilidad del submarino en un manifiesto, que ningún periódico quiso públicar. Sólo se atrevió a hacerlo una publicación satírica, titulada El Matute. Lo pagó de su bolsillo el propio Peral en 1891. Peral lamentaba dejar la Armada, que él concebía como un servicio a la patria. En sus palabras dejaba traslucir un poso de amargura y decepción.
"(...) Ofrecí al Gobierno mis ideas, sin que me guíase otro móvil ni haya abrigado nunca inconvenientes lamentables y ya irremediables y se me han inferido, públicamente y oficialmente agravios, que no creo haber merecido como premio a mis modestos, pero leales servicios… no me queda otro recurso que apelar a la conciencia de la nación".
http://www.rtve.es/