La actual intervención militar de Francia en África, apoyada por Estados Unidos y Occidente, revela que, más allá de alegadas preocupaciones por la democracia y por combatir el terrorismo, obedece al viejo afán por reconquistar las enormes riquezas de ese continente.
En este caso le tocó a Malí, donde 750 soldados franceses, con medios y equipos de guerra y el soporte logístico de sus aliados, desembarcaron. Este país, sumido en una crisis interna desde principios de 2012, experimentó un paroxismo el 22 de marzo cuando vivió un golpe de Estado militar.
Tal desenlace condujo a lo que hoy se da como argumento fundamental para la intervención extranjera: la llamada amenaza terrorista, luego de la ocupación por grupos radicales islámicos del norte del país con la pretensión de imponer por la fuerza la Sharía (ley islámica).
El avance hacia el sur maliense de las organizaciones Ansar Dine, Al Qaeda en el Maghreb Islámico y el Movimiento de Unidad para la Jihad en África Occidental, fue usado por las tropas francesas como argumento para iniciar su despliegue en el norte del país y lanzar bombardeos aéreos de gran intensidad desde hace una semana.
Sin embargo, la actual beligerancia -a diferencia de otros conflictos en África- está marcada por el mutismo deliberado de los medios occidentales, los cuales apenas reportaron la muerte de un militar francés, alcanzado por un disparo el primer día de la agresión, y de poco más de una decena de malienses.
Diversas fuentes coinciden en que la intervención de Francia en Malí es el pretexto de las antiguas metrópolis para reiniciar la reconquista de África y, de paso, descompresionar a una Europa agobiada por una severa crisis económica.
Además, otra de las justificaciones esgrimidas por París para su reciente incursión militar se sustenta en la manoseada doctrina de Estados Unidos de lucha contra el terrorismo en el mundo, con su secuela de ocupación, muerte y saqueo de recursos naturales por las grandes transnacionales.
Estudiosos citados por Global Research estiman que Malí es víctima de un intento de los poderes occidentales de “intensificar su dominio de los recursos y economías” en África, lleno de codiciadas riquezas naturales: oro, petróleo, diamantes y el estratégico coltán.
Una mirada a los enormes recursos minerales y energéticos existentes en ese país norafricano bastaría para desenmascarar los verdaderos móviles de Francia y sus aliados en la intervención armada.
El Estado africano es el tercer mayor productor de oro del continente con ocho minas en explotación y famoso por ese recurso mineral desde la época del gran imperio, apuntan los investigadores de Global Research.
Además, dispone de uranio, indispensable para el funcionamiento de las centrales nucleares, y recientemente fueron descubiertos nuevos yacimientos de ese recurso en varias provincias, en particular las norteñas Gao y Kidal, ocupadas por los islamistas desde mayo.
Malí también puede convertirse en suministrador de petróleo y gas hacia Europa, y cuenta con probadas fuentes de diamantes, mineral de hierro, bauxita y manganeso (estos últimos aún sin explotar), cobre, yeso, mármol y otros minerales, según la referida fuente.
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