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lunes, 26 de abril de 2010

Dos estadounidenses que hace tres años participaron en un ataque en Bagdad en el que fueron heridos dos niños y murieron 12 personas, incluidos dos em

Existe el temor de que Washington y Jerusalén no coincidan en la solución de la crisis iraní, si la vía diplomática falla.
En el 62 aniversario del Día de la Independencia, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, subrayó que «la autodeterminación conlleva el derecho de legítima defensa. Nosotros preferimos que EE UU detenga el programa nuclear iraní, pero nos reservamos el derecho a defendernos». La intervención del primer ministro se entendió como un aviso de que el país no se quedará de brazos cruzados ante el escenario de un Irán atómico.

EE UU confía en que en las próximas semanas se apruebe la cuarta ronda de sanciones económicas de Naciones Unidas contra el plan del régimen teocrático. Israel está dispuesto a esperar resultados, pero teme que se termine tolerando la adquisición de la bomba. Ayer, la Guardia Revolucionaria iraní continuó con su exhibición militar en el estrecho de Ormuz y probó cinco misiles «mejorados» de la clase Naser tierra-mar y tierra-tierra que pueden proyectarse desde una embarcación o desde bases estables. Y el sábado, el comandante iraní, Yadola Javani, se mofó del veto a la exportación de gasolina que pretende incluirse en la próxima resolución del Consejo de Seguridad, pues «se reemplazará con facilidad cualquier compañía petrolera extranjera como Total y Shell con proyectos energéticos domésticos». Frente a un contexto negativo, Israel estudia su «plan B»: un ataque unilateral contra las centrales nucleares del régimen islámico. No sería la primera vez. En 1981 atacó el reactor Osirak en Irak y hace tres años lanzó una discreta operación militar contra unas instalaciones sospechosas en Siria. Israel contó en las dos ocasiones con el beneplácito de su aliado norteamericano, que fue especialmente reconfortante en la primera ocasión en la que Jerusalén se enfrentó a una cascada de críticas por parte de la comunidad internacional. Sin embargo, ahora la relación entre los dos socios tradicionales es más delicada y una intervención militar podría aumentar la desconfianza entre ambos. La semana pasada «Wall Street Journal» se hacía eco de las divisiones dentro del estamento militar por esta cuestión. Recogía la opinión de Ephraim Sneh, secretario de Defensa en el Gabinete de Ehud Olmert, quien aseguraba que «no tenemos permiso (para lanzar un ataque unilateral contra las plantas iraníes) y no lo necesitamos de Estados Unidos». Pero también la del capitán general, Giora Eliand, que advertía del peligro de envenenar las relaciones EE UU-Israel.

No obstante, existen diversas rutas que podría utilizar la Fuerza Aérea israelí para atacar las centrales de Natanz, Qom o Arak y todas ellas cruzan países en los que Estados Unidos tiene gran influencia. «Cualquier operación que lleve a cabo Israel se realizará con la cooperación completa de Washington. Dentro de nuestra estrategia de seguridad nacional está el concepto de «cero sorpresas a EE UU», explica a LA RAZÓN Shlomo Cesana, del periódico israelí, «Israel Hayom». El periodista hebreo argumenta que si su país opta por la acción militar probablemente los aviones crucen el espacio aéreo iraquí, que el Ejército norteamericano clasifica como «cerrado». «¿Podría EE UU derribar un avión israelí en Irak? No lo creo. Todos las piezas del puzle indican que si se produce un ataque será con el ‘‘OK’’ de los americanos», concluye.
LA RAZÓN

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