Dos suicidas mataron ayer a medio centenar de iraquíes y dejaron otros tantos heridos cuando se hicieron estallar entre miembros de las milicias Sahwa, que acudían a cobrar su paga en sendos cuarteles al oeste de Bagdad. Esos milicianos son antiguos rebeldes suníes que se pasaron al bando gubernamental incentivados por el Ejército de Estados Unidos, lo que apunta a que el ataque es obra de Al Qaeda en Irak. La acción subraya además la persistencia de la insurgencia suní y la fragilidad de la situación de seguridad en pleno proceso de retirada de las fuerzas de combate estadounidenses.
El atentado más grave se produjo en Radwaniya, una localidad situada a 25 kilómetros al suroeste de Bagdad, cuando un centenar de milicianos hacía cola a primera hora de la mañana para cobrar su paga. Según el relato de testigos citados por las agencias de prensa, un hombre se acercó y cuando los soldados le salieron al paso, hizo estallar el cinturón explosivo que llevaba. Al menos 45 personas resultaron muertas y otras 40 heridas, según fuentes oficiales. Entre los fallecidos hay seis soldados y tres contables civiles. Dos horas más tarde, un ataque similar en Qaim, cerca de la frontera con Siria, mató a otras cuatro personas, al menos dos de ellas milicianos, e hirió a otras seis.
Los milicianos de Sahwa, literalmente Despertar o Resurgimiento, vienen quejándose del abandono de las autoridades desde que pasaron a depender del Gobierno iraquí a principios de 2009. De hecho, solo el 20% de los 94.000 miembros reclutados por EE UU se ha incorporado a las fuerzas de seguridad. El resto se sienten frustrados porque las promesas de puestos de trabajo han quedado muy por debajo de sus expectativas. Además, una serie de asesinatos y ataques en los últimos meses les han llevado a denunciar falta de protección.
Los militares estadounidenses empezaron a formar esas milicias a finales de 2006 a raíz de la violencia que desangró Irak tras la invasión. Su objetivo fue privar a Al Qaeda del apoyo que había encontrado entre las tribus suníes, quienes tras la caída de Sadam Husein sintieron decrecer su influencia ante el avance de la comunidad chií, mayoritaria en el país. De ahí que los integrantes de Sahwa fueran llamados Hijos de Irak, dando a entender que también los suníes eran parte de lo que los ocupantes bautizaron como "nuevo Irak".
El éxito de esa estrategia, a la que se atribuye haber contribuido a reducir la violencia de forma significativa, hizo que se extendiera desde Al Anbar, feudo inicial de la resistencia suní a la ocupación, al resto de las provincias donde esa comunidad es mayoritaria. En la actualidad, el general David Petraeus, ex responsable del Ejército estadounidense en Irak y recién nombrado jefe de las fuerzas internacionales en Afganistán, trata de aplicar la experiencia a ese país centroasiático.
En la otra cara de la moneda, los integrantes de Sahwa se convirtieron, como los policías y los soldados iraquíes, en objetivo favorito de los insurgentes a los que habían traicionado. Ahora que la influencia de sus protectores estadounidenses empieza a desvanecerse, muchos se quejan de que las fuerzas de seguridad no hacen lo suficiente para protegerles de sus antiguos correligionarios. No obstante, algunos ataques parecen ser ajustes de cuentas familiares.
La insurgencia, bajo la égida de Al Qaeda en Irak, ha encontrado un balón de oxígeno en la parálisis política desde las elecciones de marzo. El virtual empate en los comicios entre la lista del primer ministro Nuri al Maliki y la encabezada por Ayad Alaui -claro favorito de los suníes- está dificultando la creación de una coalición entre las tres principales comunidades (árabes chiíes, árabes suníes y kurdos).
Después de una notable mejora en la seguridad a partir de 2008, los últimos meses han dejado claro que los insurgentes aún tienen capacidad para hacer daño y, tal vez, volver a desestabilizar el país. La semana pasada 70 personas resultaron muertas en tres días en Bagdad en varios atentados contra una peregrinación chií. Muchos iraquíes temen que ese tipo de noticias vuelva a convertirse en habitual ahora que EE UU está procediendo a la retirada de sus tropas de combate.
El plan prevé que los 74.000 soldados estadounidenses actualmente desplegados en Irak queden reducidos a 50.000 cuando termine agosto, como paso previo a la retirada total para 2012. Ante las dudas que suscita la actual situación, el vicepresidente de EE UU, Joe Biden, aseguró ayer que se mantenía el calendario.
EL PAIS
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