El anuncio de Obama no ha dejado contentos ni a demócratas, que querían un repliegue más acelerado, ni a los republicanos, opuestos por razones dispares. Tampoco a los militares, más o menos conformes con la vuelta de 10.000 soldados antes de fin de año, pero contrariados con la retirada de otros 23.000 antes de que termine el verano de 2012. Hubieran preferido que esa segunda remesa, probablemente menos cuantiosa, regresara a final del próximo año, una vez concluida la ofensiva que tiene lugar en los meses de verano.
El interés electoral de Obama, que se presenta a la reelección en noviembre de 2012, es lo que más parece haber influido en su importante decisión. Así, en su discurso televisado del miércoles por la noche, Obama detalló el calendario hasta la campaña electoral, y dejó sin concretar la retirada -solo dijo que lo harán a «paso constante»- de los otros 68.000 soldados que seguirán en Afganistán hasta finales de 2014, fecha final de salida (se calcula que unos 25.000 se quedarán en el país).
Los líderes demócratas acogieron con decepción el plan del presidente. «Muchos en el Congreso y en todo el país esperábamos que la retirada fuera más rápida de la que el presidente ha fijado; continuaremos presionando para un resultado mejor», advirtió Nancy Pelosi, jefa de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes.
Criticado en su partido, Obama se beneficia de que la oposición está dividida. El senador John McCain, que se ha convertido en el líder republicano que más defiende la agenda intervencionista, en un momento en que su partido está regresando al aislacionismo, se quejó de que el presidente ponga en peligro los avances registrados en Afganistán. «Esta no es la modesta retirada que otros y yo defendíamos y esperábamos», dijo.
Descontento entre los militares
Ninguno de los candidatos a las primarias republicanas quiso mostrarse conforme con Obama, aunque solo fuera porque han de marcar distancias. El por ahora candidato favorito, Mitt Romney, criticó que el presidente se haya dejado llevar por criterios electoralistas, imponiendo un «calendario arbitrario». Le amonestó por que la retirada «no debería estar basada en la política o en la economía» sino en criterios de estrategia militar.
John Huntsman, que esta semana se ha sumado a la carrera de las primarias, prefirió una retirada más rápida, pues para las requeridas operaciones antiterroristas en Afganistán «se requieren menos botas sobre el terreno».
Entre los militares, el malestar fue expresado por el mismo jefe del Estado Mayor conjunto, el general Mike Mullen. Indicó que haber retirado 33.000 soldados para el final del verano de 2012 es «más agresivo e incurre en mayores riesgos» de lo que estaba dispuesto a asumir, si bien se pliega a los planes del presidente.
Mullen habló así en el Congreso, donde también el general David Petraeus evidenció que hubiera deseado que el grueso de la retirada se hubiera aplazado hasta el final del invierno de 2012. Petraeus compareció para ser ratificado como nuevo jefe de la CIA.
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