Israel vuelve a las andadas. The Guardian acaba de desvelar que el Gobierno de Netanyahu podría estar utilizando armamento químico, como bombas de fósforo. Así se desprende después de las quemaduras sufridas por dos muchachos palestinos cerca de sus hogares en Buweib, al sur de Hebron, donde encontraron un recipiente abandonadp del que emanaron unos gases blancos tóxicos.
Esta gas derritió literalmente las ropas de los muchachos de 15 años, abrasándoles la piel. Aunque no se ha confirmado, todo indica que la forma y efectos son idénticos a los del fósforo blanco. Las autoridades israelíes se justifican hablando de antiguos campos de entrenamiento abandonados. Pero eso no les exculpa, pues evidencia que en sus propios ensayos, en sus preparación militar, contemplan el uso de fósforo blanco.
Aunque la Convención de Ginebra prohíbe explícitamente el uso del fósforo blanco en áreas civiles, resulta lamentable que ningún tratato internacional haya prohibido su uso contra objetivos militares. No hace falta remontarse a la guerre de Vietnam, cuando lo llamaban Willy Peter (jugando con las iniciales de White Phosphorus). Lo utilizó Marruecos contra el pueblo saharaui o, más recientemente, en la guerra de Iraq. La propia Israel es muy amiga de su uso, incluso, en áreas civiles ante la pasividad de la Comunidad Internacional.
¿Cuánto tiempo más va a permanecer en silencio la honestidad internacional, amordaza por el dinero israelí? ¿Cuántas pruebas más necesitan para defender los Derechos Humanos más esenciales?
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