¿Los oyes? Cada noche el mismo zumbido, cada noche los mismos aviones que se llevan en sus bodegas nuestra riqueza». La leyenda urbana que los ciudadanos de Kabul repiten cuando el silencio de la noche se rompe con el movimiento incesante de aviones de la OTAN en el aeropuerto ha pasado a convertirse en realidad absoluta para ellos en la última semana.
AFP
Diez años después del inicio de la invasión los afganos dudan de las intenciones pacificadoras y democratizadoras de las potencias occidentales y el anuncio del «potencial mineral gigantesco», tal y como lo definió el jefe militar de Estados Unidos en la región de Oriente Próximo, general David Petraeus, refuerza la desconfianza del ciudadano medio. De las calles a los despachos hay un salto enorme, un salto que debe superar metros y metros de cemento y alambradas que protegen oficinas como las de la empresa china Metallurgical Construction Corporation (MCC) en la capital o el del ahora cotizado Ministerio de Mina e Industria, despachos en los que saben muy bien lo que tienen entre manos.
China fue la primera en apostar por el subsuelo afgano y en 2007 se hizo con la licencia para explotar el yacimiento de cobre de Aynak por un plazo de treinta años. Una concesión rodeada de sospechas sobre el posible pago de sobornos a las autoridades locales. Americanos, canadienses y rusos tuvieron que rendirse ante la oferta de la empresa estatal china que el año pasado empezó a explotar el que es considerado el segundo yacimiento mundial sin explotar de cobre del mundo. La previsión es que esta mina cree miles de puestos de trabajo y que parte de la energía que se destina para su funcionamiento sirva para llevar electricidad a las comunidades vecinas, pero de momento no pasa de ser un enorme fortín blindado por miles de soldados que guardan la mina como un auténtico tesoro.
Rivalidad extranjera Las autoridades afganas reconocen que llevan un largo tiempo de cooperación con geólogos estadounidenses y repiten que las reservas minerales del país triplican las estimaciones de Washington. «Habrá rivalidad para lograr la explotación de los recursos, especialmente a partir de ahora que el mundo conoce sus posibilidades», declaró ayer el presidente Hamid Karzai durante una visita a Japón. El dirigente pastún señaló además que moralmente Afganistán debería dar prioridad a los países que le han ayudado de forma importante en los últimos nueve años, una alusión directa a EE.UU. y Japón, el segundo donante más importante desde la caída del régimen talibán.
La fuerte entrada de China y su posible expansión a otros yacimientos ha sido el detonante de este anuncio sobre las riquezas afganas por parte de EE.UU., el país que más dinero está invirtiendo y que más soldados ha perdido en esta guerra en la que China se ha mantenido al margen, asegura un funcionario de un organismo internacional con larga experiencia en Kabul. Mientras los mandatarios afganos muestran estos días en
Londres los cientos de yacimientos localizados en el país, algunos expertos rebajan el optimismo inicial y alertan de la necesidad de décadas para poder dotar al país de la infraestructura mínima para explotar sus recursos. A la lista de complicaciones hay que añadir la falta de seguridad y la nula autoridad del Gobierno central en la mayor parte de los distritos, que están en manos de los señores de la guerra locales.
Tiempo y paciencia Dejando a un lado el caso de Aynak, lo que funciona en el país son minas en las que se trabaja artesanalmente. Los yacimientos de cobre o hierro precisan de grandes inversiones para ser rentables, pero los afganos llevan miles de años extrayendo piedras preciosas y semipreciosas de sus montañas con el uso de las manos.
Esmeraldas, rubíes, lapislázuli, cunzitas… la lista es interminable y su comercio supera los 160 millones de euros al año, según datos de Naciones Unidas. Vía Pakistán o la India salen de forma ilegal al mundo sin repercutir en las arcas del Estado que, desde el cambio de ley de minas en 2005, es propietario de los minerales de la superficie y subsuelo afganos.
«Si se hacen bien las cosas puede suponer un giro para la economía local, pero será muy difícil reemplazar al opio. Se necesitan tiempo y paciencia, las dos cosas de las que ha carecido la comunidad internacional desde su llegada», opina un diplomático europeo basado en el país asiático. Los expertos hablan de «décadas» para montar la infraestructura necesaria, pero el ultimátum de Barack Obama para reconducir la guerra expira el próximo verano y algunos mandos americanos ya han anunciado el inicio del repliegue en esa fecha.
«¿Qué hacen los extranjeros en Afganistán?». La misma pregunta que se formulaban los afganos en los ochenta bajo la invasión soviética, se repite hoy. Irak fue ante los ojos del mundo la guerra por el petróleo y Afganistán podría convertirse ahora en la guerra por los minerales. En el caso árabe, sin embargo, han sido las empresas rusas y chinas las que se han quedado con los principales pozos del país y parece que las potencias occidentales no quieren que la historia se repita en suelo afgano.
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