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jueves, 23 de septiembre de 2010

La Casa Blanca contra el Pentágono

El título del nuevo libro del director asociado de The Washington Post, Bob Woodward, no es lo que parece en un principio. Que el periodista que contribuyó a destapar el escándalo Watergate haya bautizado su última obra como Las guerras de Obama no se traduce en una enumeración de los conflictos que el 44º presidente de Estados Unidos tiene abiertos en el mundo -dejados en herencia por la anterior Administración republicana-. De hecho, la guerra de Irak no recibe ninguna atención en el volumen, excepto por una breve mención para tomarla como referencia en la nueva estrategia para la contienda que de verdad consumía -y consume- las horas del presidente: Afganistán. Las guerras de Obama son intestinas. Son las luchas que el mandatario libró con sus consejeros militares para lograr sus propósitos respecto a Afganistán.

Ante la falta de propuestas e iniciativas, Obama dio un golpe de timón y puso un día de finales de octubre de 2009 sobre la mesa de la llamada Situation Room -donde se manejan las crisis y se toman decisiones respecto a la seguridad nacional del país- un documento clasificado de seis páginas que dictaba la estrategia a seguir y que básicamente suponía una menor implicación norteamericana. "Todo lo que hagamos tiene que estar enfocado en reducir nuestra huella. Es por el interés de nuestra seguridad nacional. No puede haber ningún espacio para la flexibilidad o la interpretación". Había que irse de Afganistán.Barack Obama reclamó con urgencia el año pasado a sus asesores en el Pentágono que le diseñasen un plan que sacase de una vez y por todas a las fuerzas estadounidenses de Afganistán. Pero el plan de salida nunca llegó, según se concluye a través de documentos y encuentros secretos entre el mandatario y sus generales y que Woodward cita en su libro, que sale a la venta el próximo lunes. La única opción que los jefes militares ofrecían a Obama era aumentar el número de tropas en el escenario bélico, lo que suponía involucrarse más en lugar de menos, como deseaba el presidente.

Mientras los militares habían reclamado al comandante en jefe más y más tropas en la zona, Obama sólo concedió 30.000 hombres en contraposición con los 40.000 que el Pentágono solicitaba. La decisión no gustó a los uniformados, que a esas alturas ya estaban en abierto conflicto con Obama y librando guerras subterráneas con al Casa Blanca.

Pero Obama, descrito por Woodward en su libro como "un presidente profesoral" que "manda hacer los deberes" a sus asesores, lo tenía claro: "No nos vamos a quedar 10 años en Afganistán", dijo el presidente al secretario de Defensa, Robert Gates, y a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, en una reunión celebrada a finales de octubre del año pasado. "No pienso gastarme un billón de dólares. No vamos a construir lazos de largo plazo en ese país", advirtió entonces.

Pero incluso después de que Obama informase de su decisión a sus comandantes -el almirante Mike Mullen y el general David Petraeus- el Pentágono insistía en que se reconsiderara la decisión presidencial. Tanto Mullen como Petraeus critican abiertamente en el libro a los principales asesores del presidente. Exasperado, según relata Woodward, Obama reaccionó un día con visible irritación y dijo: "¿Por qué tenemos que seguir teniendo estas reuniones?". "En 2010 no quiero volver a tener una charla en la que se diga que 'lo estamos haciendo bien, señor presidente, pero lo haríamos mejor con más hombres'. No vamos a tener una conversación sobre cambios en la misión a no ser que sea para salir antes de lo establecido".

El libro del periodista de The Washington Post revela también que la CIA cuenta con "un ejército secreto" de 3.000 soldados, en su mayoría afganos, para realizar acciones encubiertas contra los talibanes.



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