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viernes, 10 de junio de 2011

La utilidad de las guerras de EEUU para Al-Qaida



Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández



Los estrategas de Al-Qaida han estado ayudando a los talibanes en sus luchas contra las fuerzas de EEUU y la OTAN en Afganistán porque creen que la ocupación extranjera constituye el factor más importante a la hora de generar apoyo musulmán a los levantamientos contra sus gobiernos, según el recién publicado libro de Syed Saleem Shahzad, el periodista pakistaní cuyo cadáver se encontró la pasada semana en un canal de las afueras de Islamabad con señales de haber sufrido torturas.

Ese punto de vista de Al-Qaida sobre la guerra de EEUU y la OTAN en Afganistán, del que informa Shazad en un libro elaborado a partir de las conversaciones con varios comandantes de Al-Qaida de alto nivel, representa el testimonio más autorizado del pensamiento de la organización ofrecido a disposición del público.

El libro de Shahzad “Inside Al-Qaeda and the Taliban” se publicó el 24 de mayo, tan sólo tres días antes de que desapareciera de Islamabad cuando se dirigía a la televisión para mantener una entrevista. Su cuerpo se encontró el 31 de mayo.

Shahzad, que era el jefe de la sección de Pakistán de Asia Times Online, con sede en Hong Kong, tenía unas posibilidades únicas para acceder hasta los altos comandantes y cuadros de Al-Qaida, así como a las organizaciones de talibanes afganos y talibanes pakistaníes. Sus relatos sobre Al-Qaida son especialmente valiosos por todo el pensamiento estratégico y el sistema ideológico que surgía de los muchos encuentros que Shazad mantuvo con altos funcionarios a lo largo de varios años.

Los relatos de Shahzad revelan que Osama bin Laden era un “mascarón de proa” para consumo público, y que era el Dr. Ayman Zawahiri quien formulaba la línea ideológica de la organización o ideaba los planes operativos.

Shahzad resume que la estrategia de Al-Qaida consistía en “ganar la guerra contra Occidente en Afganistán” antes de trasladarse a luchar a Asia Central y Bangladesh. Acredita que Al-Qaida y sus aliados militantes en el Norte y Sur de Waziristan han transformado las zonas tribales de Pakistán en la principal base estratégica de la resistencia talibán ante las fuerzas de EEUU y la OTAN.

Pero el relato de Shahzad deja claro que el objetivo real de Al-Qaida de reforzar la lucha de los talibanes contra las fuerzas de EEUU y la OTAN en Afganistán respondía a que creían que la ocupación era condición indispensable para el éxito de la estrategia global de Al-Qaida de polarizar el mundo islámico.

Shahzad escribe que los estrategas de Al-Qaida estaban convencidos de que sus ataques terroristas del 11/S provocarían una invasión estadounidense de Afganistán que a su vez causaría una “firme reacción musulmana” de ámbito mundial. Esa “firme reacción” era especialmente importante para lo que en el relato de Shahzad aparece como el objetivo primordial de Al-Qaida: estimular las revueltas contra los regímenes en los países árabes.

Shahzad revela que la estrategia tras los ataques terroristas del 11/S y las grandes ambiciones de Al-Qaida de reestructurar el mundo musulmán provenían del “campo egipcio” de Zawahiri, dentro de Al-Qaida. Este grupo, bajo el liderazgo de Zawahiri, había ya establecido una visión estratégica a mediados de 1990, según Shahzad.

La estrategia del grupo de Zawahiri, según Shahzad, era “hablar claro contra los corruptos y despóticos gobiernos musulmanes y convertirles en objetivos para destruir su imagen a los ojos de la gente normal y corriente”. Pero se proponían lograr tal objetivo vinculando esos regímenes con Estados Unidos.

En una entrevista de 2004 citada por Shahzad, uno de los colaboradores de bin Laden, el dirigente de la oposición saudí Saad al-Faqih, manifestó que, a finales de los noventa, Zawahiri había convencido a bin Laden para que jugara con la mentalidad de “cowboy” de EEUU elevándole a la condición de enemigo implacable y “haciendo que los musulmanes anhelaran un dirigente que pudiera desafiar con éxito a Occidente”.

Shahzad deja claro que las ocupaciones estadounidenses de Afganistán e Iraq representaban el hito principal que Al-Qaida podía conseguir. Los eruditos religiosos musulmanes habían emitido decretos para la defensa de las tierras musulmanas frente a los ocupantes no musulmanes en muchas ocasiones antes de la guerra de EEUU y la OTAN en Afganistán, señala Shahzad.

Pero una vez que esos decretos religiosos se extendieron a Afganistán, Zawahiri pudo explotar el tema de la ocupación estadounidense de los territorios musulmanes para organizar una “insurgencia musulmana” de alcance mundial. Esa estrategia dependía de poder provocar la discordia dentro de las sociedades desacreditando sus regímenes por todo el mundo musulmán a partir de la idea de que no eran realmente musulmanes.

Shahzad escribe que los estrategas de Al-Qaida eran conscientes que los regímenes musulmanes –especialmente Arabia Saudí- habían intentado activamente poner fin en 2007 a las guerras en Iraq y Afganistán, porque temían que, en la medida en que esas guerras prosiguieran, “no habría forma de parar las revueltas y revoluciones islámicas en los países musulmanes”.

Lo que más temían los dirigentes de Al-Qaida, como el relato de Shahzad deja claro, era cualquier movimiento de los talibanes hacia un posible acuerdo negociado, aunque se basara en una retirada total de las tropas estadounidenses. Los estrategas de Al-Qaida valoraron el primer “diálogo” con los talibanes afganos patrocinado por el rey saudí en 2008 como un complot estadounidense extremadamente peligroso, un punto de vista apenas apoyado por prueba alguna desde el lado estadounidense.

El libro de Shahzad confirma anteriores evidencias de fundamentales diferencias estratégicas entre los líderes talibanes y Al-Qaida.

Esas diferencias aparecieron en 2005, cuando el Mullah Omar envió un mensaje a todas las facciones en el Norte y Sur de Waziristán para que abandonasen otras actividades y unieran sus fuerzas a las de los talibanes en Afganistán. Y cuando Al-Qaida declaró el “juruj” (levantamiento popular contra un gobernante musulmán por su gobierno contrario al Islam) contra el estado pakistaní en 2007, Omar se opuso a esa estrategia, aunque perseguía ostensiblemente impedir los ataques estadounidenses contra los talibanes.

Shahzad informa que unos de los objetivos de Al-Qaida al crear a los talibanes pakistaníes a principios de 2008 era “arrancar a los talibanes afganos de la influencia del Mullah Omar”.

El relato de Shahzad rechaza las razones oficiales del ejército estadounidense para la guerra en Afganistán, basadas en la presunción de que Al-Qaida estaba fundamentalmente interesada en conseguir que las fuerzas de EEUU y la OTAN salieran de Afganistán y que los talibanes y Al-Qaida estaban vinculados por un apretado abrazo ideológico y estratégico.

El relato de Shahzad muestra que, a pesar de las relaciones de cooperación con el ISI pakistaní en el pasado, los dirigentes de Al-Qaida decidieron tras el 11/S que el ejército pakistaní iba inevitablemente a convertirse en un socio total de EEUU en la “guerra contra el terror” y que se volvería en contra de Al-Qaida.

La relación no se disolvió inmediatamente después de los ataques terroristas, según Shahzad. Escribe que el jefe de ISI, Mehmud Ahmed, le aseguró a Al-Qaida, cuando visitó Kandahar en septiembre de 2001, que el ejército pakistaní no atacaría a Al-Qaida mientras ellos no atacaran al ejército.

También informa que el presidente pakistaní Pervez Musharraf mantuvo una serie de encuentros con varios altos líderes yihadistas y religiosos y que les pidió que mantuvieran un perfil bajo durante cinco años, asegurándoles que la situación cambiaría tras ese período. Según el relato de Shahzad, al principio, Al-Qaida no intentó lanzar una yihad en Pakistán contra el ejército, pero que no le quedó otra opción cuando el ejército pakistaní se situó del lado de EEUU contra los yihadistas.

El punto de inflexión más importante se produjo en octubre de 2003, cuando un helicóptero militar pakistaní atacó el Norte de Waziristán matando a varios combatientes. En diciembre de 2003, en aparente venganza, hubo dos atentados contra la vida de Musharraf, ambos organizados por un militante del que Shahzad dice que colaboraba estrechamente con Al-Qaida.

Sin embargo, en su última entrevista con The Real News Network, Shahzad pareció contradecir ese relato, informando que el ISI le había informado erróneamente a Musharraf que Al-Qaida estaba tras los atentados, e incluso que hubo alguna implicación en el complot por parte de la Fuerza Aérea pakistaní.

Gareth Porter es historiador de investigación y periodista de Inter-Press Service, especializado en temas de política de seguridad nacional de EEUU. La edición en rústica de su último libro: “Perils of Dominance: Imbalance of Power and the Road to War in Vietnam”, se publicó en 2006.


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