A la hora de cuadrar las cuentas de la operación militar libia, los distintos países han saldado con resultados dispares su acción u omisión en el conflicto del país norteafricano. Europa comienza a hacer caja por su apoyo a los rebeldes, mientras que Rusia cuenta con una larga lista de números rojos.
El pasado 4 de octubre, Rusia junto con China, ejercía su derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU a una resolución que amenazaba al régimen sirio. Tan tensa fue la reunión que el representante de EE.UU. abandonó la sala. El argumento del Ministerio de Exteriores ruso era que no estaba dispuesto a que se repitiera el guión libio, al tiempo que se lamentaba por su abstención en la resolución que abrió la puerta a la entrada de la OTAN en la guerra libia, uniéndose a los rebeldes en contra de Gadafi. La intervención aliada fue impulsada por dos países -Reino Unido y, sobre todo, Francia- con claros intereses en la industria petrolera libia, mientras Rusia perdía los suyos. El embajador ruso en Trípoli declaraba, después que su país permitiera la intervención en Libia, que "la abstención rusa en el Consejo de Seguridad va a costar miles de millones de rublos a los intereses rusos en Libia". Por cierto, el diplomático fue destituido por Moscú. Y es que Medvedev no tolera voces discrepantes. Pero a quien no tuvo más remedio que oír fue a Vladimir Putin, que puso el grito en el cielo tras la abstención rusa en el Consejo abriendo la primera crisis entre ambos dirigentes rusos.
Las pérdidas de la derrota rusa en Libia, concreta mente en su parte económica, se multiplican día a día. A finales de abril, la empresa fabricante de los MiG-35 rusos, uno de los mejores aviones de su clase, recibió una nota en la que el Gobierno de India le indicaba que había quedado fuera del concurso del llamado contrato del siglo para la venta de 126 cazas a las Fuerzas Aéreas indias, valorados en más de 10.400 millones de dólares, ampliables a 189 unidades y un costo total de 20.000 millones de dólares, aunque el gobierno indio tiene destinado una partida de 25.000 millones para los aviones y sus mejoras. En principio puede parecer que no tenga nada que ver con la guerra de Libia pero nada más lejos de la realidad. Los expertos en armamento daban por ganadores a los MiG-35 debido a que, además de sus prestaciones, el precio no tenía competencia. También quedaron fuera del concurso los aparatos construidos por las americanas, Boeing y Lockheed Martin, quedando como finalistas dos aviones europeos, concretamente el Eurofighter Typhoon, del consorcio europeo, y el Rafale francés. Y por si fuera poco hay que tener en cuenta que el avión europeo ha debutado en la campaña libia.
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Pero si hace falta algún indicio más habría que tener en cuenta que Rusia había ganado los tres concursos anteriores para dotar de aviones de combate a India, y que Moscú -principal suministrador de las Fuerzas Armadas indias- tiene adjudicados contratos para modernizar un portaaviones y para el suministro de aviones MiG-29 K para dicho barco, para la construcción de dos fragatas, para el desarrollo de misiles de crucero..., etc. Y es que la guerra es el mejor catálogo para la venta de material bélico. Ver a los MiG con que contaba el régimen de Gadafi sin poder volar por miedo a los cazas europeos y a los tanques rusos con sus hierros retorcidos por las bombas lanzadas por los aviones franceses y británicos es un escaparate difícil de mejorar. En el recuerdo está aquel misil Exocet que hundió el General Belgrano buque insignia de la armada argentina en aguas de Las Malvinas. Tras aquella acción, los estados mayores de casi todos los países se peleaban por contar con esos misiles.
PÉRDIDAS RUSAS El grupo estatal ruso Rosoboronexport calculaba sus propias pérdidas en Libia en unos 4.300 millones de dólares. Si a esos casi 25.000 millones de dólares se le suman los intereses petroleros perdidos y la venta de todo tipo de equipamiento al régimen de Gadafi el coste de la abstención en la ONU ha resultado ser astronómico.
En el bando belicista y ganador, el de Sarkozy y Cameron, la caja comienza a ingresar ingentes cantidades de dinero. Al previsible contrato de Eurofighter -entre 20 y 25.000 millones de dólares- la industria aeronáutica militar francesa también ha tenido una jugosa compensación. Un despacho de agencia fechado el 17 de octubre señalaba que "sorpresivamente" representantes del gobierno de los Emiratos Árabes y el presidente francés Nicolas Sarkozy, anunciaron que habían sido entregadas a Francia las especificaciones técnicas y operacionales de la fuerza aérea de los Emiratos Árabes Unidos como paso previo a la firma del contrato para la adquisición de unos 60 cazabombarderos Rafale. Actualmente se están negociando los precios, plazos y fechas de entrega, armamento, repuestos y entrenamiento. El contrato podría firmarse antes de fin de año y su monto se estima en una cifra que va de 6.000 a 8.000 millones de Euros. Los emires del golfo pérsico tuvieron un gran interés en participar en los bombardeos contra Gadafi, que en un principio estaban reservados a los países de la OTAN. Al final, sus aviones también participaron en la cacería. El Typhoon es un avión de combate fabricado por el consorcio europeo Eurofighter, que se construye fundamentalmente en el Reino Unido. Por cierto, dicho consorcio lleva meses pidiendo infructuosamente al Reino de España que pague su deuda, que alcanza los 600 millones de euros.
Las autoridades francesas también habrían pactado con el CNT la explotación del 35% de las reservas de hidrocarburos del país a cambio de su apoyo. Es más, el eurodiputado británico Andrew Brons aseguraba que ya existe un contrato entre la petrolera francesa Vitol y las autoridades rebeldes por valor de 1.000 millones de dólares. Estos acuerdos se centrarían no solo en la comercialización del crudo sino también en su extracción. El ministro francés de Exteriores, Alain Juppé, desmintió estas informaciones aunque de una manera muy peculiar. Juppé señaló que es "lógico" que los países que apoyan activamente a los rebeldes, reciban "privilegios" en la reconstrucción del país. A Juppé se le olvidó que su país había ido a Libia solamentea proteger a la población civil y no a "apoyar activamente a los rebeldes" para obtener "privilegios" a cambio de ese apoyo. Las reservas libias de petróleo se calculan en unos 29.500 millones de barriles y las de gas en 1,6 billones de metros cúbicos.
A la hora del balance de la operación libia, el ministro de Defensa francés Gérard Longuet avanzaba hace unos días que el coste de la intervención militar había supuesto para Francia unos 300 millones de euros. Negocio redondo.
/www.deia.com/
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