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lunes, 30 de enero de 2012

La caja de Pandora en Libia



© La Voz de Rusia 




En la primera conferencia de prensa de 2012, dedicada a la presentación del informe sobre la actividad de la OTAN en el año pasado, el secretario general de la alianza Anders Fogs Rasmussen puso en uno de los lugares principales “la exitosa operación” en Libia. “Hemos defendido a la población civil y hemos salvado un número incalculable de vidas”, dijo entre otras cosas. Todas las acciones, en el decir del jefe de la alianza, “se han coordinado estrictamente” con los socios de la OTAN, así como con la ONU y otras organizaciones internacionales.

Durante su declaración el señor Rasmussen pronunció no pocas palabras altisonantes. Los comunicados que en estos días vienen de Libia no se distinguen por un estilo enfático. He aquí algunos de sus titulares: “La guerra en Libia sigue en pie”, “Las fuerzas del Consejo de Transición se preparan para el asalto a Bani-Walid”, “La ONU preocupada por acciones de los ex revolucionarios”, “Los Médicos sin fronteras cesan su trabajo debido a torturas en cárceles”.

El mencionado asalto a Bani-Walid caracteriza inmejorablemente la situación del país. Según se informa, las tropas del Consejo Nacional de Transición esperan la orden de retomar esta ciudad ocupada por los amotinados. La víspera, este consejo desmintió oficialmente el comunicado sobre la ocupación de este poblado. ¿A quiénes se aprestan entonces a atacar los ex revolucionarios? Ya la propia contradicción entre las palabras de las nuevas autoridades libias y la situación real testimonia una evidente confusión. ¿No comienza en el país de lo que advertían políticos y expertos, los rusos incluidos, llamando la atención sobre la interpretación “demasiado lata” por la alianza de la resolución de la ONU sobre Libia?

Víctor Litovkin, redactor de Revista Militar Independiente, en charla con nuestra emisora, dio una respuesta unívoca:

—Así es, dice el experto. –La lucha por el poder durará mucho tiempo. Y no es obligatorio que allí triunfen las fuerzas democráticas. No las hay casi. Quiere decir que la lucha se librará entre clanes y tribus, hasta que surja la figura más fuerte como Muamar Gadafi, que pueda, quizá, unir el país. Será como en Irak. Hasta la calma hay una gran distancia.

Al intervenir el otro día en el Consejo de Seguridad de la ONU, el emisario especial para asuntos libios, Ian Martin, declaró que las nuevas autoridades del país no están en condiciones de controlar el accionar de múltiples comandantes de campo. Según datos de la Alta Comisionada de la ONU para los derechos humanos Navi Pillay, en 60 cárceles y campos del país se consumen 8,500 presos a los que se tortura. Tal es la “coordinación” de las acciones de la alianza con la ONU.

Quiero recordar las palabras del jefe del Instituto de Estudios sobre el Cercano Oriente, Evgueni Satanovski, pronunciadas y citadas por el órgano de prensa de Internet Expert.ru inmediatamente después del término de la campaña de la OTAN en Libia. A la pregunta de qué habrá en el país en los próximos tiempos, el experto respondió lacónicamente: “Matanza. Luego venganza sangrenta. Después venganza sangrienta por la venganza sangrienta anterior. Como siempre cuando unas tribus derrocan el poder de otras tribus. De modo que la “exitosa operación” en Libia, según el secretario general de la OTAN, puede ser comparada, antes bien, con la caja de Pandora, al abrir la cual salieron todos los males. Según la leyenda, en aquella caja, que se apresuró a tapar la mítica Pandora, se quedó tan solo la esperanza. En el caso dado, se trata de la esperanza de que las lecciones de Libia sean tomadas en consideración en la cumbre de la alianza en Chicago, donde se tratará, entre otras cosas, de su futuro.


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