De desierto de arena a convertirse en autoservicio de material bélico. De acuerdo con un informe hecho público por Naciones Unidas, el conflicto de Libia habría servido de retroalimentación a los grupos armados que operan en la región africana del Sahara y el Sahel, caso de los islamistas nigerianos de Boko Haram.
«A pesar de los esfuerzos (de las democracias regionales) para controlar sus fronteras, grandes cantidades de armas y municiones de los arsenales libios fueron introducidos de contrabando en la región desértica», denuncia el informe realizado por un panel de control de la propia ONU. En él se detalla todo tipo de material de guerra, de granadas a misiles antiaéreos. «Las armas fueron desviadas por ex combatientes libios, tanto regulares del Ejército como mercenarios que combatieron en nombre de Muammar Gadafi», añade. Sin embargo, las sinergias no se limitan a los nostálgicos gadafistas. Como asegura a ABC el imán Hussein Zakaria, uno de los principales líderes religiosos locales, «sin el apoyo de buena parte del Gobierno nigeriano, el acceso a este armamento habría sido imposible».
Para Zakaria, el séquito político alrededor de Kashim Shettima, gobernador de la región de Borno (una de las provincias declaradas en estado de emergencia por el Ejecutivo nigeriano), resulta clave para entender este sostén militar: «A comienzos del mes, uno de los principales sospechosos de la masacre de Madalla (al menos 44 personas perdieron la vida en un ataque contra una iglesia cristiana el día de Navidad) fue detenido en la propia residencia del gobernador. Solo unos días después, el reo escapaba del control policial. Las armas están entrando desde el norte y se están extendiendo como una gangrena por todo el país», denuncia el líder religioso.
Una especulación, que no obstante, tampoco elude el propio presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, quien ya ha instado a los líderes de Boko Haram a dar un paso al frente para identificarse de cara a iniciar un hipotético diálogo con el Gobierno.
Será complicado. Recientemente, el mandatario africano reconocía que el grupo rebelde cuenta, incluso, con simpatizantes dentro del propio Ejecutivo. «Hay algunos (infiltrados) en el Ejército, la Policía y otros organismos de seguridad. Otros siguen dándonos la mano y comiendo con nosotros. Nunca sabréis quién os apuntará con una pistola o colocará una bomba detrás de vuestra casa», aseveraba el presidente nigeriano. Eso sí, desde ahora, cada vez está más claro de dónde provienen parte de sus armas.
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