El Pentágono ha levantado recientemente la suspensión del programa de armamento más caro de la historia de EE UU: el caza F-35, un símbolo del gasto militar desbocado de las pasadas décadas. Y lo hace en un contexto de extrema austeridad, en el que prescindirá de 100.000 soldados de infantería y deberá recortar 485.000 millones de dólares en la próxima década.
Por eso, este año, en lugar de comprar 42 aviones, comprará 29, a la empresa Lockheed Martin, con un coste de 9.200 millones de dólares en el presupuesto de 2013.
El F-35 es un emblema de todo lo que ha podido ir mal económicamente en el Pentágono con los años de rearme desde la presidencia de Ronald Reagan: un proyecto caro que se ha ido encareciendo aun más con los años. Es un caza diseñado para un solo piloto, que puede despegar de pistas cortas y que puede aterrizar en vertical. Su diseño y materiales le permitiría evadir radares. Además, sería el primer avión de su índole que emplearían tres de las principales ramas de las fuerzas armadas: la Marina, el Marine Corps y la Fuerza Aérea.
Hace 10 años, el proyecto iba a costar, en su totalidad, unos 233.000 millones de dólares. El precio estimado ahora, de todos los aviones que se comprarán hasta 2016, es de 382.000 millones. En un principio, el Pentágono quería adquirir 2.433 cazas. Ahora no hay una cifra concreta. El proyecto se ideó en los 90. Iba a ser una maravilla de la tecnología bélica, creada en unos pocos años y amortizada pronto, recortando así el gasto en las misiones bélicas. Dos décadas y un aumento de 350.000 millones de dólares después, es más un quebradero de cabeza en los pasillos del Pentágono.
Hay un motivo concreto y esencial por el que no se puede eliminar este proyecto de la noche a la mañana: la empresa Lockheed Martin lo fabrica en 47 Estados de EE UU, y emplea a decenas de miles de norteamericanos para ello (la empresa asegura que hasta 127.000). Entre los Estados donde se hallan esas plantas están Tejas, California y Florida, lugares de notable peso político. Por eso, el programa no ha muerto. Podría haberlo hecho por intervención del Capitolio.
Un F-35 en una base de Florida / AP, Samuel King Jr.
Pero hay 48 congresistas que han formado un poderoso grupo de presión, una verdadera barrera entre Lockheed Martin y el Departamento de Defensa. Lockheed Martin y los otros tres contratistas que fabrican los F-35, Northrop Grumman, BAE Systems y Pratt & Whitney, le han dado a esos 48 congresistas 326.400 dólares en donaciones electorales, según la organización Center for Responsive Politics.
El F-35 comenzó a construirse, en realidad, meses antes de que se produjeran los ataques contra Washington y Nueva York de (en) 2001. Posteriormente llegaron las guerras de Irak y Afganistán y el refuerzo de la presencia militar en las costas de África y las aguas del Golfo Pérsico. Y los F-35 seguían ausentes. Hasta la fecha, el gobierno ha invertido de sus arcas 56.000 millones. Y para lo único para lo que se han empleado es para pruebas y, ocasionalmente, para realizar entrenamientos.
Fuente:Blog Barras y Estrellas
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