Artículo del periodista, politólogo y escritor Alberto Cruz
Rusia está a punto de dar un giro de gran calado a su política exterior. La esquizofrenia en que ha vivido durante el mandato de su actual presidente, Dmitri Medvédev, está tocando a su fin (1). Medvédev había venido impulsando un notable giro pro estadounidense y pro occidental a la política exterior en temas como el programa nuclear de Irán, la OTAN o Libia(justificó los bombardeos) para, supuestamente, impulsar la modernización del país. El primer ministro, Vladimir Putin, entendía justo lo contrario, que sólo una Rusia con pleno control de los recursos energéticos (uno de sus principales rubros de exportación), así como la recuperación del terreno con los antiguos aliados en la época de la Unión Soviética, mantendrá al país plenamente independiente y con voz en el ámbito geopolítico al tiempo que conseguirá el montante económico suficiente para impulsar la modernización. En el caso de Libia, Putin criticó con dureza a la OTAN por sobrepasar los aspectos recogidos en la Resolución de la ONU respecto al embargo aéreo y los bombardeos contra la población civil.
La batalla entre ambos, que para algunos como el Partido Comunista de Rusia no es más que una moneda de dos caras, se ha decantado a favor del segundo. A pesar de pertenecer al mismo partido, Rusia Unida, Medvédev y Putin mantenían una sorda pugna por la nominación a la presidencia en las elecciones de la primavera de 2012 que se ha resuelto con el menor de los males: el intercambio de cargos. ¿Qué les ha llevado a esta ecléctica postura? El triunfo del Partido Republicano de EEUU en las elecciones de noviembre de 2010. Una de las primeras iniciativas tomadas por los republicanos, que dominan el Congreso estadounidense, fue paralizar la ratificación del nuevo tratado START de control de las armas nucleares estratégicas. Otra, de no menor calado, la aceleración de la estrategia militarista significada por el llamado “escudo antimisiles” que se ubicará en países fronterizos con Rusia y que éste país ve como una amenaza directa.
Medvédev llevaba a gala que había “arrancado” a Obama la necesidad de “consensuar” con Rusia el proyecto de defensa antimisiles. Pero la realidad es que EEUU no consensua este tema con nadie, simplemente impone. Este asunto, muy delicado en Rusia, ha ido mermando las posibilidades de Medvédev y reforzando Putin, que siempre había manifestado que tenía que existir una garantía expresa por parte de EEUU de que el citado proyecto no iba dirigido contra Rusia. Un año después, el tiempo da la razón a Putin al constatarse esta realidad. El ministro de Asuntos Exteriores ruso ha calificado la actitud de EEUU de “insincera” al negarse a dar garantías jurídicas sobre que dicho escudo no apuntará a Rusia (2).
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