El Ejército kirguís patrullaba este miércoles las calles de Osh para mantener la relativa tranquilidad de la ciudad tras varios días de enfrentamientos étnicos que causaron al menos 179 muertos y obligaron a unos 100.000 miembros de la minoría uzbeka a huir del país. Los choques empezaron el viernes pasado en la mencionada localidad y luego se propagaron a la vecina Jalal-Abad, pese al estado de excepción decretado por el Gobierno provisional de Kirguistán, que llegó al poder tras las protestas que derrocaron la Administración de Kurmanbek Bakiyev. El ex presidente, exiliado en Bielorrusia, niega la acusación de que sus partidarios están detrás de los choques étnicos. El primer avión con ayuda humanitaria de la ONU llegó este miércoles en Uzbekistán, que cerró sus fronteras con Kirguistán al no poder acoger a más víctimas de la violencia. El 90% de los refugiados son niños, mujeres y ancianos, según datos de Unicef. La mayoría se encuentra en 75 campamentos en la región de Andiyán.
Dormimos en la calle' El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) había anunciado el martes el envío de seis aviones de carga Il-76 procedentes de Dubai con 40 toneladas de ayuda humanitaria. Además, también se dirigían a Uzbekistán siete camiones con tiendas de campaña, ropa, mantas, medicamentos y utensilios de cocina. Sin embargo, hasta el momento la situación en los campamentos es difícil. Y aún más lo es en la frontera, donde hay miles de uzbekos bloqueados tras la negativa de Tashkent a acoger a más refugiados. Se trata, sobre todo, de niños y mujeres, hacinados en una docena de tiendas y obligados a soportar temperaturas elevadísimas en la aldea de Velkesem, a cinco kilómetros de Osh. "¡Tienen que enviar una fuerza de paz!", exige Goulia: "No podemos volver a nuestras casas, es demasiado peligroso y nuestros hogares han sido quemados. No podemos confiar en el Ejército y en la Policía. Han transformado Osh en un cementerio", explica. "Las jóvenes tienen que esconderse para no ser violadas. Llevamos cinco días durmiendo en la calle con nuestros hijos y nadie nos ayuda, añade Mokhidil, otra víctima de la violencia.
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