El robo de treinta armas de la Base General Menacho de Bótoa, en Badajoz, a manos de una banda bien organizada, cuyo origen y número de integrantes sigue sin conocerse, y que aparentemente contó con la colaboración de alguien de dentro de la base, se ha cobrado su primera víctima: el jefe militar encargado de los temas de seguridad, que ha sido apartado de sus funciones por el Jefe del Estado Mayor de Ejército de Tierra (JEME), el general de Ejército Fulgencio Coll. Además, los militares que prestaron guardia la noche del asalto dejarán de prestar servicios de seguridad hasta que haya terminado el proceso de investigación abierto.
El Ministerio de Defensa ha dado prioridad absoluta a la investigación de este robo, poniendo al frente al general Coll, en tanto judicialmente el caso lo
ha asumido el Juzgado Togado Militar número de 12 de Madrid, que ha decretado el secreto del sumario. Fuentes militares confirmaron al diario español ABC que dentro de la base de Badajoz «ha habido un delator» y que «el valor de las armas robadas es más del que nos imaginamos». La sustracción de veinte fusiles y diez pistolas obedeció a un plan bien diseñado y que contaba con precisa información, que, según los primeros indicios, sólo pudo haber salido del interior de la base. El principal indicio de que alguien interno colaboró en el golpe lo aportan las cámaras de seguridad de la base, o más bien es el hecho de que no aportaran nada es la mayor prueba. La cámara de seguridad más próxima al lugar en que se produjo el asalto no grabó absolutamente nada porque, casualmente, fue la única de todas las instaladas en el recinto que se encontraba apagada esa noche, y, según todas las sospechas, lo estaba deliberadamente.
El Ministerio de Defensa ha dado instrucciones a todas las autoridades militares , Jefe del Estado Mayor de la Defensa , Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra y Jefe del Estado Mayor del Ejército del Aire , para que se revisen con carácter de urgencia los planes de seguridad de todas las instalaciones militares.
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