La semana pasada, Irán, por primera vez desde la publicación del informe del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) en noviembre pasado, invitó a los inspectores de esta organización a su territorio.
Por ahora es difícil pronosticar la evolución de los acontecimientos. Mientras tanto, la situación en torno al programa nuclear iraní suscita interpretaciones dispares. Tratemos de analizarlas y la situación existente en el Teherán de hoy.
Duras sanciones
Los partidarios de uno de los puntos de vista, el más extendido en Occidente y en Israel, consideran que el gobierno iraní ya ha tomado la decisión de crear armas nucleares. Por lo tanto, abogan por imponer a Teherán las sanciones más duras posibles, las llamadas “sanciones paralizadoras” que prevén el embargo a las exportaciones del petróleo iraní (ya que las exportaciones del gas natural son limitadas por el mismo país) y la suspensión de transacciones bancarias, en primer lugar, con el Banco Central de la República Islámica. Además, si las autoridades iraníes continúan desarrollando el programa nuclear con fines militares, no se descarta la posibilidad de ataques aéreos contra los objetivos nucleares de Irán. Lo más probable es que este guión se lleve a cabo por Israel, lo cual podrá provocar una guerra con consecuencias imprevisibles.
Sin embargo, son muchos los Estados que no apoyan la aplicación de duras sanciones contra Irán. En particular, la India, Japón o la República de Corea no pueden renunciar a importar el petróleo iraní. Grecia también está en contra de las sanciones, lo cual bloquea la aprobación del embargo por la Unión Europea. Además, la disposición de Israel a atacar las instalaciones nucleares iraníes provoca un rechazo común, incluso en Washington.
Interacción y diálogo
Los partidarios del otro punto de vista, bastante extendido en Rusia, creen que el gobierno iraní no desarrolla armas nucleares. Sin embargo, se muestran preocupados por la creación en la República Islámica del ciclo cerrado de combustible nuclear que incluye no sólo la etapa de enriquecimiento de uranio, sino también por la separación del plutonio del combustible usado. La organización de este ciclo para ser utilizado en la única central nuclear iraní de Bushehr, a la que Rusia está dispuesta a suministrar combustible nuclear durante toda la vida útil del reactor, no está económicamente fundamentada. Mientras tanto, la construcción de otras instalaciones nucleares, como la planta nuclear (potencia prevista: 360 MW) cerca de la ciudad de Darjovin (provincia sudoccidental de Juzestán), de momento, es más un simulacro que una realidad.
Los reactores de investigación no necesitan grandes cantidades de combustible nuclear. El que se encuentra en el Centro de Investigaciones de Teherán, por ejemplo, tiene 5 MW de potencia y en 20 años gastó tan sólo 100 kg de combustible, uranio-235 enriquecido a un 20%.
El peligro del ciclo cerrado de combustible nuclear radica en que es una premisa científica y tecnológica para desarrollar armamento nuclear a base de uranio y de plutonio. A partir de ahí, si la comunidad internacional permanece inactiva, el ingreso de Irán en el club de potencias nucleares será cuestión puramente política.
Corea del Norte demostró recientemente que esto es posible al abandonar el Tratado de No Proliferación Nuclear y realizar ensayos nucleares en octubre de 2006 y mayo de 2009.
Según la mayoría de expertos rusos, es sumamente importante mantener la interacción entre Irán y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Sólo el diálogo podría representar cierta garantía de que el programa nuclear iraní sea pacífico. Por lo visto, Teherán es consciente de ello y lo demostró autorizando el acceso a sus instalaciones nucleares a los inspectores del OIEA. Por otra parte, la colaboración práctica de esta organización internacional con Irán va en descenso, ya que se han suspendido la mayoría de los 55 proyectos conjuntos.
La postura de Teherán
En la República Islámica no se discute la necesidad de seguir desarrollando el programa nuclear que se convirtió en motivo de orgullo nacional. Este programa se considera un paso lógico del país en el camino hacia las tecnologías más avanzadas. De ahí que todos los intentos de EEUU y sus aliados de limitarlo sean calificados por los iraníes como una agresión.
Es por eso que las principales fuerzas políticas de Irán, representadas por conservadores y neoconservadores (el apoyo popular a la oposición en Irán no supera el 15% de los votos), en vísperas de las elecciones parlamentarias (marzo de 2012), no pueden ceder en este punto por temor a ser acusados de traición a los intereses nacionales. Esta situación se mantendrá hasta los próximos comicios presidenciales.
Aunque esto parezca sorprendente a muchos occidentales, las numerosas sanciones impuestas contra Irán no influyen de ninguna manera en la actividad de las grandes empresas iraníes que, ayudados por el gobierno, las burlan con cierta facilidad.
En cambio, resultan afectadas las pequeñas y medianas empresas de exportación que no tienen nada que ver con el Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Islámica ni con el programa nuclear o de misiles. Lo mismo pasa con la población local, que culpa a EEUU y a sus aliados (principalmente Gran Bretaña e Israel) de su precaria situación. Esto, evidentemente, debilita las posiciones de la oposición dentro del país.
Solución militar del problema
Los iraníes están seguros de que una operación militar contra su país es improbable, ya que Irán posee gran capacidad militar y goza de estrechas y sólidas relaciones con la organización libanesa Hezbolá y los movimientos palestinos de Hamas y la Yihad Islámica.
Al mismo tiempo, Teherán toma en consideración que su principal aliado en Oriente Próximo, Siria, está muy debilitado, que va aumentando cada vez más la influencia de Arabia Saudí y Qatar sobre los palestinos, que el gobierno militar de Egipto se negó a restablecer relaciones diplomáticas con Irán y muchos otros factores que limitan las ambiciones regionales del gobierno iraní.
Ciertos éxitos conseguidos en el sector militar, especialmente en el desarrollo de misiles, contribuyeron a que la República Islámica sobrevalorase sus propias fuerzas.
En realidad, las Fuerzas Armadas del país no están preparadas para una confrontación militar, ni siquiera con Israel, a causa de la manifiesta superioridad técnica del estado judío. Así las cosas, es imprudente por parte de Irán tensar demasiado las relaciones con Tel Aviv, y más aun, con Washington.
En cualquier caso, el eventual conflicto bélico no asusta a los iraníes. Siendo en su mayoría chiítas, que han vivido durante siglos rodeados por enemigos, están preparados para cualquier cosa. Es imposible asustarles y muy difícil comprarles. Así que es imprescindible ponerse de acuerdo con ellos. Es difícil, pero no existe otro camino para solucionar el problema nuclear iraní.
LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE RIA NOVOSTI
*Vladímir Yevséev es director del Centro de Estudios Políticos de Rusia
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