10:21 PM | Filed under: Malvinas 1982 | Publicado por: Daniel Mesa
El miércoles 9 de febrero de 1972 asomaba para convertirse en otro día rutinario de los escasos pobladores de Port Stanley (capital de las Islas Malvinas) que, luego de 1982, sería llamada Puerto Argentino por los argentinos.
El gran (o único) acontecimiento del día anterior había sido el amerizaje del HU-16B Albatros de la Aviación Naval Argentina matrícula 0534/4-BS-2 el cual había decolado de la Base Aeronaval Río Gallegos transportando un contingente de la BBC.
HU-16B Albatros amerizando en Stanley
Pero nada se esperaba para este miércoles.
Sin embargo, grande fue la sorpresa de las autoridades portuarias cuando vieron acercándose la característica silueta de un submarino en superficie, acompañado de lo que parecía ser uno de los ya conocidos buques soviéticos de investigación oceanográfica (que todos los isleños sabían, mirando solamente la cantidad inusitada de antenas que poseían, que realizaban también tareas de espionaje electrónico). El óxido acumulado le daba un aspecto cansado al submarino y evidenciaba los meses que había pasado en el mar.
Submarino B-73 “Lira” junto al Mikhail Kalinin en la Bahía de Stanley.
El submarino denunció ser de bandera soviética y de nombre Lira, al comando del Capitán B. Petrushikhin, acusando 1900 toneladas de desplazamiento y 72 tripulantes. De la misma forma, el buque de apoyo se identificó como el Mikhail Kalinin, de 5600 toneladas, y 171 tripulantes al comando del Capitán I Snobkov.
Ninguno de los buques expresó oficialmente el motivo de su ingreso al área portuaria, aún cuando señalaron que se encontraban realizando investigaciones oceanográficas en el Atlántico Sur. Palabras que seguramente generaron escépticos comentarios.
Su permanencia en la rada fue haciéndose obvia para todos con el correr de los días, ya que eran apreciables a simple vista las reparaciones que se efectuaban al submarino, el cual tenía un aspecto realmente cansado. Los curiosos, sin embargo, no pudieron satisfacer enteramente sus inquietudes, ya que quienes se acercaban en botes, más no sea para intentar romper la rutina isleña, eran alejados fusil en mano por los centinelas apostados.
Aún así, aquellos tripulantes que no estuvieran de guardia podían bajar a tierra en grupos organizados. De hecho es todavía recordado un partido del universal fútbol que los marinos del Lira perdieron con jóvenes de la localidad. De lo poco que hablaban parecía que el pueblo los impactaba. Posiblemente por el contraste con la Península de Kola, donde se encontraba la lejana base de Polyarny. Porque, aún estando situada en el otro extremo del mundo en una tierra dura y fría, tenía sus casas de brillantes colores, patios y jardines limpios y ordenados, sus caminos les parecieron excelentes y sus tiendas bien abastecidas
Sin embargo, su submarino necesitaba imperiosamente aguas protegidas para encarar las reparaciones que le permitieran proseguir sus navegaciones. La explosión en el séptimo compartimiento de una tubería a presión, cuando se encontraban a 90 metros había puesto en peligro a todo el buque, y las reparaciones de emergencia de unos valientes marinos no durarían demasiado.
Por suerte el Kalinin, que unos meses antes operaba para la Baltic Shipping Co. Basada en Leningrado como buque de pasajeros entre esa ciudad, Estocolmo y Tallin, estaría allí para brindar algo de apoyo. Era habitual en la armada soviética el uso de buques mercantes para proveer soporte a la flota submarina. De esta manera se reducía considerablemente la necesidad de contar con buques de apoyo especializados.
El B-73 Lira era especial. Este submarino de propulsión diesel había sido uno de los primeros en portar misiles balísticos. En efecto, el B-73 era un descendiente directo de otro “Zulu” el B-67 que, al mando del capitán Fedor Kozlov, el 16 de septiembre de 1955 había lanzado el primer misil balístico del mundo desde un submarino.
Primer lanzamiento del mundo de un misil balístico desde un submarino. Submarino clase “Zulu” B-67 al mando del capitán Fedor Kozlov, 16 de septiembre de 1955.
Llevando dos misiles R-11FM (Scud) en la vela, el Lira era para la armada soviética un submarino “Proyecto AB611” y para la OTAN un clase “Zulu V”. A fin de alojar los dos misiles Scud modificados en la parte posterior de la prominente vela, se le instalaron dos tubos de lanzamiento verticales que pasaban a través del casco resistente y terminaban por debajo de este en una protuberancia o quilla adicional. Esto haría que al entrar en la bahía Stanley el B-73 tuviera que arrastrarse, casi literalmente, al quedar escasos centímetros entre la quilla y el fondo aún con la marea alta.
Submarino SSB “Proyecto AB611”, clase “Zulu V” (OTAN).
Parte superior de la vela de un Zulu V (probablemente el Lira). Se observan claramente las tapas de los tubos lanzamisiles. Foto: US Navy.
Con la entrada en servicio de submarinos nucleares armados con misiles (SSBN), los submarinos diesel lanzadores de misiles balísticos (SSB) fueron siendo reemplazados en su función disuasiva.
Escasos doce años habían pasado desde que el B-73 fuera incorporado a la armada soviética como SSB cuando, entre diciembre de 1966 y enero de 1968, se le desmantelaron los misiles y se le instalaron nuevos sistemas y equipos para realizar investigaciones de todo tipo, aún cuando mayormente relacionadas con lo militar.
En 1970 con nuevas modernizaciones el B-73 pasaría a ser el primer ejemplar de una nueva sub-clase de “Zulúes”: el “Proyecto AB611K” (serían en total cuatro submarinos convertidos, que llevarían los nombres de Vega, estrella más brillante en la constelación Lira, Marte, Orión y Lira). Es posible que se lo haya dotado de propulsores transversales para mantener una posición estable y maniobrar sumergido y una cámara para el despliegue de buzos. Seguía siendo, sin embargo, un buque de guerra de la orgullosa armada soviética.
B-73 Lira (centro) en Polyarny, 1970. Foto: Vladimir Chernenko.
Este, su segundo viaje de investigación, lo había visto partir desde Polyarny (en el Ártico), cruzar el Atlántico hasta las aguas del sur y, luego del incidente que lo llevó a Malvinas, partiría para el Océano Indico. Recién en Port Louis, Islas Mauricio, habría un recambio de tripulación, que continuaría la tarea encomendada y sería quien lo devolvería a su puerto de origen.
Los tripulantes del Lira en la tradicional celebración del cruce del Ecuador presidida por el dios Neptuno. Foto Nicholas Busel.
Submarino B-73 en el Mar del Norte, 1971. Foto Nicholas Busel.
La idea era conseguir información clave para un despliegue global. Desde fechas tempranas de la guerra fría, la armada soviética había reconocido que el Atlántico Sur podría ser utilizado para golpear al adversario desde el sur.
El problema estribaba en que las aguas de los vastos espacios entre los paralelos 40° y el 50° Sur y más allá eran territorio desconocido para los soviéticos. En este sector del océano se dan una serie de fenómenos particulares que afectan tanto la precisión requerida en la navegación por las profundidades, como para el eventual lanzamiento de misiles balísticos.
Uno de estos fenómenos es el conocido como los “Cuarenta Bramadores” (inmortalizado en el título del libro homónimo del navegante argentino Vito Dumas). Se trata de una zona de vientos fuertes que soplan de Oeste a Este y que se relacionan con el efecto Coriolis generado por la rotación de la Tierra y la presencia de vastas áreas de mar abierto que permiten la libre circulación de los vientos. Más hacia el norte y limitado aproximadamente al sur por el paralelo 40°, se encuentra la Zona de convergencia del Atlántico Sur (ZCAS) producida por la colisión de masas de aire templadas con las gélidas de la Antártida lo que genera una zona con una climatología e hidrología muy complejas. Otra característica particular es la presencia de la llamada Anomalía del Atlántico Sur (AAS) descubierta en 1958. En la AAS se produce una "depresión" en el campo magnético de la Tierra por la desviación en 450 km entre el centro geográfico y el centro magnético del planeta. El cinturón Van Allen, que protege a la Tierra de las partículas del viento solar, tiene en esta zona un mínimo, lo que produce problemas en la electrónica y sistemas de naves espaciales y satélites –y podemos imaginar que también en misiles balísticos- que la atraviesan.
Por lo tanto, si el Atlántico Sur iba a convertirse en un campo de batalla submarino, era necesario estudiar los cambios en la salinidad y temperatura del agua, velocidad y dirección de corrientes marinas, variaciones en la intensidad del campo magnético, morfología del terreno submarino, etc. Para esto a bordo del Lira no sólo había equipamiento especializado, sino también oficiales de la inteligencia naval soviética para operarlo. El B-73 sin dudas contribuyó a aumentar el conocimiento de la armada soviética en esta nueva zona de guerra.
La historia “oficial” de la guerra fría considera al Atlántico Sur como un océano exento de submarinos de las potencias en pugna, una especie de vacío que a nadie interesaba ocupar. Particularmente, se señalaba la distancia existente con las principales bases navales de la Unión Soviética, Gran Bretaña y Estados Unidos.
Quizá sea oportuno empezar a intentar reescribir parte de esta historia, pensando que los misteriosos contactos en el Golfo Nuevo en 1958 y los avistamientos durante el conflicto por Malvinas, en 1982, posiblemente tengan alguna relación con la misión que alguna vez se encomendara al Capitán B.S. Petrushikhin.
Quizá descubramos que la Guerra Fría estaba, física y militarmente, mucho más cerca de lo que hoy nos imaginamos.
Agradecemos al Sr. Derek Petterson y al Sr. Robert King por las fotografías tomadas en Port Stanley e información suministrada para este artículo.
Referencias:
-“Secreto de los siete mares: la saga del submarino ruso "Lira" en Malvinas” por Oleg Himanych, Revista "Capital Pomerania" № 8 2008, Arkhangelsk, Rusia.
-“The Encyclopedia of Russian Underwater Fleet”: http://www.deepstorm.ru/
- “Cold War submarines: the design and construction of U.S. and Soviet submarines” por Norman Polmar, Kenneth J. Moore, Potomac Books, Inc., 2004.
-“The Naval Institute guide to the Soviet Navy”, por Norman Polmar, United States Naval Institute, Naval Institute Press, 1991.
Por Pablo Castro y Mariano Sciaroni
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