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domingo, 15 de enero de 2012

Una guerra por armas que jamás existieron


Los Estados Unidos y el Reino Unido aseguraban que en el 2003 Sadam Hussein todavía poseía grandes reservas escondidas de armas de destrucción masiva y que el Presidente de Irak estaba procurando conseguir y producir más de manera clandestina. 

El objetivo del presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, para la invasión a Irak era lograr el “desarme de ese país”. Sin embargo, las armas nunca se encontraron y su existencia no fue demostrada. 

Otro de los intereses de Estados Unidos con la invasión fue el de lograr la libertad del pueblo iraquí. 

Las inspecciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que habían comenzado nuevamente en noviembre de 2002 y se desarrollaron hasta marzo de 2003 no pudieron presentar ninguna evidencia de armas de destrucción masiva reales cuando los Estados Unidos y la "Coalición de la voluntad" invadieron Irak y derrocaron a Sadam Huseín en marzo de 2003.

La unilateralidad con la que actuó el Gobierno americano supuso el quebrantamiento de un orden impuesto tras la Segunda Guerra Mundial y la fractura entre las grandes potencias, quienes se manifestaron en contra de la invasión. Naciones como Francia, Bélgica, Alemania, Rusia entre otras no avalaron la invasión y el ataque a este país, mientras que Reino Unido, España y Portugal, apoyaron abiertamente a Estados Unidos. 

LA INVASIÓN 

El 20 de marzo de 2003, sin que mediara declaración de guerra por alguna de las partes, comenzó el ataque de la coalición contra Irak. 

Para el ataque, los estadounidenses dispusieron de 225.000 soldados, 800 tanques M1 Abrams, 600 vehículos de combate de Infantería Bradley, más de 400 helicópteros y 
4 grupos de combate marítimos que incluían a los portaaviones. Para proteger a Israel, las fuerzas de los Estados Unidos desplegaron tres baterías de misiles Patriot en Jordania.

Con la intención de defender al país, Sadam Huseín ordenó dividir Irak en cuatro secciones y encargó la defensa de cada región a una persona de su entera confianza. Para combatir, los iraquíes disponían, en teoría, de un Ejército de 327.000 hombres, 400.000 reservistas y 2.200 carros de combate de origen ruso y chino. 

Para misiones de reconocimiento, los iraquíes contaban con una gran variedad de vehículos ligeros de diversos orígenes que ascendían a 500 unidades.

Poco antes del inicio de la guerra, el Ejército iraquí había hecho destruir varios de sus misiles como muestra de cooperación en un intento por detener el conflicto.

La invasión empezó con bombardeos sobre Bagdad mediante misiles lanzados desde buques y submarinos, seguidos de ataques aéreos con cazas y bombarderos pesados. La respuesta de los iraquíes no se hizo esperar y las fuerzas desplegadas cerca de la frontera con Kuwait iniciaron un duelo artillero con elementos de la Primera División Acorazada de los Estados Unidos. A los pocos minutos, los iraquíes lanzaron tres misiles que no causaron daños importantes ni víctimas. 

Luego de pasar la frontera de Irak se adentró en el desierto una columna estadounidense formada por numerosos tanques, vehículos blindados y helicópteros. La Fuerza Aérea de Irak no realizó ni una sola salida para defender el país, debido al mal estado en que se encontraban las aeronaves por culpa del embargo que sufría Irak desde 1991.

Los primeros dos días de la ofensiva, varios helicópteros de la coalición fueron derribados por el sistema SAM Strela ruso operado por los iraquíes. El sistema de radar de Irak continuó funcionando en los primeros días de la invasión pese al fuerte bombardeo estadounidense, pero poco después dejó de funcionar.

Las fuerzas invasoras encontraron poca resistencia en Um Qasr, puerto clave para afianzar la entrada de tropas. Los estadounidenses avanzaron rápidamente sin encontrar oposición hasta la llegada al puente de Nasiriya, punto donde el Ejército iraquí esperaba detener a las fuerzas invasoras. 

Las bajas para la coalición fueron ahí mucho mayores llegando a superar la treintena de muertos. De Nasirya llegaron las primeras imágenes de estadounidenses abatidos. La televisión iraquí incluso mostró a cinco prisioneros estadounidenses que fueron capturados. 

El 27 de marzo, unos mil paracaidistas estadounidenses llegaron al Norte de Irak para sumarse a los guerrilleros kurdos. A pesar del tiempo perdido en Nasiriya, la resistencia iraquí pronto fue doblegada y el largo convoy invasor prosiguió su travesía por el desierto. Sin embargo, la columna de la Tercera División de infantería de Marines fue resquebrajada en varios puntos, principalmente en las ciudades de Najaf y Kerbala, y en Nasirya. 

Las fuerzas invasoras frenaron su avance debido a una fuerte tormenta de arena lo que permitió que varias unidades iraquíes se replegaran del campo de batalla donde estaban siendo apabulladas.

INSURGENTES 

Y TERRORISTAS

Para que los Estados Unidos y sus aliados militares abandonen el territorio iraquí, el 8 de abril de 2004 comenzó una campaña de secuestros de ciudadanos de las naciones invasoras, con la retención de tres japoneses, ocho surcoreanos y dos israelíes árabes que fueron atribuidos a los grupos de insurgentes y terroristas. 

A lo largo del mes, la cifra de retenidos supero los 40, y ante la inseguridad los países de la coalición pidieron a sus ciudadanos civiles abandonar Irak. Las tropas filipinas se retiraron de Irak tras negociar con un grupo de la resistencia la liberación de uno de sus ciudadanos.

LA ONU EN IRAK

En 1991, la situación de Irak se vio dañada en virtud de las imposiciones establecidas por la ONU bajo el plan “Petróleo por Alimentos”, que consistía en dar el permiso para que ese país explote sus pozos de petróleo cuyos réditos irían destinados a la compra de alimentos y medicamentos, y de esta manera bloquear económicamente la capacidad de rearme de Irak.

Sin embargo, el país asiático se negaba a dejar ingresar a los inspectores de Naciones Unidas por las sospechas de una operación de espionaje y los mismos se tuvieron que retirar de Irak. Esta negativa fue bien aprovechada por el país del Norte para justificar la invasión.

Las posturas más críticas frente a la invasión señalan que las motivaciones que se esconden detrás de los fines públicamente enunciados estaban los pozos de petróleo y el afán de Estados Unidos de poseer su control, en detrimento de la Unión Europea.

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