17 FEB 2012 | Efe
Aunque las amenazas entre Israel e Irán son constantes desde hace años, las alarmas saltaron a principios de este mes cuando el secretario de Defensa de EE UU anunció un ataque israelí la próxima primavera.
Israel confía en que un ataque a las instalaciones nucleares de Irán provocaría tan sólo una respuesta armada puntual, ya que una guerra prolongada pondría en la diana sus instalaciones petrolíferas a orillas del Golfo Pérsico.
Así lo creen algunos expertos, que ponen en tela de juicio la capacidad de Israel de afrontar una guerra abierta con su acérrimo rival, pero que, aún así, ven más que probable un ataque si la comunidad internacional no detiene el programa nuclear de Teherán. "En el lado israelí hay un verdadero dilema entre los que apoyan la opción armada y los que consideran que debe ser el último recurso. No hay ningún juego de amenazas para forzar sanciones internacionales", asegura a Efe Meir Litvak, director del Centro de Estudios Iraníes en la Universidad de Tel Aviv.
El Ejército advierte de que Irán tiene en su poder cientos de cohetes de largo alcance Shihab-3, con una cabeza de combate de casi 1.000 kilos y algunos de ellos de cabeza múltiple, lo que le permite atacar varios blancos a la vez.
El sitio en internet iraní Mashreq afirmaba ayer que el satélite Navid lanzado recientemente ya había tomado fotografías detalladas del reactor nuclear israelí en Dimona y de otros "lugares sensibles, bases aéreas y zonas de Tel Aviv", según el diario Haaretz. En estas circunstancias, los partidarios de una operación militar relámpago "consideran que la alternativa de sufrir ahora 500 cohetes, o 500 muertos, es preferible a un Irán con una bomba atómica que promete borrar a Israel del mapa", explica Litvak.
Detrás del programa nuclear iraní se esconde para Israel el fantasma del Holocausto, el mismo trauma histórico que en 1981 le llevó a destruir el reactor que construía Irak. Un paralelismo histórico que James Woosley, exdirector de la CIA, dice entender plenamente porque "nadie sabe a qué puede llegar Teherán con un arma nuclear en sus manos". "Lo que sí sabemos es que será muy peligroso, comparable a la Alemania Nazi", afirmó en una reciente conferencia en Jerusalén.
Defensor de una acción enérgica -primero diplomática y económica y después, si fuera necesario, militar- que haga entender a Teherán que la opción nuclear no es tolerable, Woosley exhorta a las democracias occidentales a no repetir los errores de la Conferencia de Munich de 1938, cuando creyeron haber satisfecho las ambiciones de Adolf Hitler al aceptar la anexión de los Sudetes (Checoslovaquia).
Aunque las amenazas entre Israel e Irán son constantes desde hace años, las alarmas sobre la inminencia de un ataque israelí saltaron a principios de este mes a raíz de una información publicada por el Washington Post y atribuida al secretario de Defensa de EE UU, Leon Panetta, según la cual se produciría de abril a junio.
Desde entonces, medios de todo el mundo han aventurado una acción militar por tierra, mar y aire, cuyo peso recaería sobre la Fuerza Aérea y varios submarinos dotados con misiles de cabeza nuclear, según algunas informaciones.
El periodista Ronen Bergman, experto en temas de espionaje y guerra no convencional del diarioYediot Aharonot, piensa que los tambores de guerra son serios por primera vez desde mediados de los 90, cuando se comenzó a hablar de la amenaza nuclear de Teherán.
La diferencia es que Israel ha llegado ahora a la conclusión de que "puede causar un daño severo a los sitios nucleares de Irán y provocar un retraso considerable en su programa nuclear", escribió Bergman en enero pasado en un artículo en el New York Times.
El Gobierno de Benjamín Netanyahu también está convencido, agrega, de que "el Ejército y el pueblo de Israel podrán resistir el inevitable contraataque", que provendría no sólo de Irán sino también de sus aliados en la zona: Hizbulá en Líbano, Hamás en Gaza, y quizás Siria.
El tétrico panorama previsto es un ataque con miles de cohetes contra centros urbanos, sin que los sistemas defensivos sean capaces de derribarlos ni "la Fuerza Aérea pueda mantener una guerra (ilimitada) a semejante distancia", sagún Woosley.
Para Litvak está claro que Israel no puede afrontar siquiera "una guerra de desgaste en la que dos cohetes a la semana caigan en su territorio", por el impacto que tendría en su economía y en la población. Pero recuerda que algunos mandos militares cuentan con un as en la manga en caso de que Teherán vaya a por todas en su reacción.
"Israel puede causar un daño irreversible a la industria petrolera iraní que haga aún más insoportable la situación interna, donde ya se dan hoy todas las señales para una revolución: alta inflación, moneda débil, corrupción...", señala.
Una opción con efecto disuasorio que no evitaría una respuesta puntual para limpiar la humillación nacional, pero sí una guerra abierta de impredecibles consecuencias.
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