África se está convirtiendo en un campo de batalla estratégico entre las potencias mundiales, en particular EE.UU., la Unión Europea, Rusia y China. La guerra de Libia ha sido un nuevo capítulo de la expansión de la OTAN en África.
La discreta, pero creciente penetración de China en el continente para asegurarse el suministro de recursos energéticos necesarios para su imparable crecimiento económico no ha dejado indiferente a Estados Unidos, siendo un reflejo de la importancia que el continente africano tiene para sus intereses. Así, en octubre de 2008 se creaba un nuevo mando militar unificado de las fuerzas norteamericanas en África, el AFRICOM. De igual manera, la denominada guerra contra el terror y su continuación, la guerra secreta emprendida por Barak Obama, han aumentado las operaciones militares clandestinas y de inteligencia norteamericanas en varios países (Somalia, Marruecos y Argelia).
La OTAN ha ayudado a implementar la política norteamericana en el continente. La cobertura argumental de esta política la dio el Concepto Estratégico de 1999 de la OTAN, actualizado en 2010 en la cumbre de Lisboa, que ha convertido todo el mundo en el escenario de la denominada seguridad euro-atlántica. En él se señala el suministro de los recursos energéticos como una prioridad en la política de seguridad. En los últimos años la OTAN ha ido desarrollando una activa penetración política y militar en el continente africano.
En 2006 la OTAN realizaba un ejercicio a gran escala, denominado Seadfast Jaguar 06, en las islas de Cabo Verde con la participación de más de 7.000 efectivos de 25 de los 26 miembros que entonces formaban parte de la Alianza Atlántica. Estas maniobras daban la validación final, constatando su plena operatividad, de la Fuerza de Respuesta Rápida de la OTAN (NFR, por sus siglas en inglés), una fuerza de reacción rápida de hasta 25.000 efectivos capaz de desplegar la fuerza expedicionaria en cualquier parte del mundo dentro de un periodo máximo de cinco días.
Esta expansión de la Alianza Atlántica ha ido acompañada de una progresiva colaboración político-militar con la Unión Africana (UA). De 2005 a 2007 colaboró con la misión en Darfur de la UA (AMIS), transportando por medios aéreos 37.000 efectivos de la UA y entrenando a más de 250 miembros del AMIS. LA OTAN también está implicada en AMISOM, la misión en Somalia de la UA. Desde 2007 ha transportado a miles de efectivos de Uganda y de Burundi a Mogadiscio para participar en operaciones de combate en apoyo del aislado Gobierno Federal de Transición. Desde 2008 ha establecido una presencia naval permanente ante el Cuerno de África, primero en las operaciones Allied Provider y Allied Protector, y desde 2009, y sin final a la vista, por la operación Ocean Shield. En septiembre de 2007 se iniciaba la asistencia a la fuerza de Reserva Africana (ASF) de la UA, que toma como modelo la Fuerza de Respuesta Rápida de la OTAN. LA OTAN da asesoramiento, entrenamiento y capacitación, y desde 2009 muchos militares de la UA han pasado por la escuela de la OTAN en Oberammergau, en el estado alemán de Baviera.
La guerra de Libia ha sido la prueba de fuego real para la NFR y uno de sus efectos materiales será la incorporación de Libia a la asociación militar de la OTAN Diálogo Mediterráneo nacida en 1994, integrada por Egipto, Túnez, Marruecos y Argelia, pero también Mauritania, Jordania e Israel. Hasta ahora Libia era el único país de la orilla mediterránea de África que no era miembro de esta asociación militar. LA OTAN entrenará las fuerzas armadas del nuevo régimen libio.
EE.UU. y la UE quieren asegurarse el acceso a los enormes recursos energéticos y de materias primas de África, en competencia con los países emergentes y en especial con China y Rusia, no sólo con contratos comerciales, sino construyendo todo un entramado de relaciones políticas y militares. El apoyo a operaciones de la UA, el apoyo a la creación de la Fuerza de Reserva Africana (ASF), el entrenamiento militar de fuerzas africanas a las escuelas de la OTAN y la difusión de las doctrinas e ideologías militares de la Alianza Atlántica permiten crear relaciones y lazos que aseguran una incidencia política real en las élites dirigentes, al tiempo que garantizan una buena parte del jugoso mercado africano de compras de armamento, que también es objeto de competencia.
Si la OTAN fue una pieza clave para asegurar la hegemonía norteamericana en Europa occidental durante la guerra fría primero y en toda Europa después, ahora la Alianza Atlántica pretende jugar el mismo papel en África.
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