Publicado: 12 mar 2012 | 16:48 MSK
Última actualización: 12 mar 2012 | 17:35 MSK
La oposición constante entre la URSS y EE. UU. tiene una larga historia. Desde el inicio de la Guerra Fría, Washington elegía su rumbo político intentando adivinar y bloquear los pasos de Moscú. La postura que adoptó la Casa Blanca en ese período fue aclarada por el presidente Harry Truman en 1947 al decir: "Apoyar a la gente libre que se resiste a ser subyugada por presiones externas debe ser la política de Estados Unidos".
Aunque el período de la Guerra Fría terminó hace tiempo, sus ecos aún se escuchan hoy día. Y es que recientemente, en concreto en 2011 en el Capitolio surgió la discusión en torno a la defensa de los intereses estadounidenses de cara a la creciente influencia de la actual Rusia.
Por ejemplo, la presidenta del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, la cubano-estadounidense, Ileana Ros-Lehtinen, anunció que "la actitud de Moscú ha demostrado cuánto tiempo que está dispuesta a tomarse para hacer valer su influencia en una escala aun mayor", añadiendo que "este hecho es especialmente preocupante a la luz de la creciente dependencia europea de la energía rusa".
Y hasta las campañas de los precandidatos del Partido Republicano, que han desatado un verdadero huracán de debates por todo el territorio estadounidense, no perdieron la oportunidad de mencionar a Rusia en sus discursos. Así, el programa de quien se perfila como rival más probable de Barack Obama en los comicios de noviembre se enfoca, entre otros puntos clave, en la oposición a Moscú.
"Creo que Vladímir Putin es una amenaza a la paz y a la estabilidad global", declara Mitt Romney.
Antón Fediashin, profesor de historia de la Universidad Americana de Washington, resume que declaraciones como esta se diferencian en poco a las que se escuchaban durante la existencia de la Unión Soviética. Estas palabras se convirtieron entonces en una vía infalible para ganar votos.
"Durante la Guerra Fría, por ejemplo, pronunciarse de forma negativa sobre el comunismo era considerado una prueba crucial para saber si un político es sólido y fiable", dice. "Y aún hay un deseo de hablar de forma dura cuando se trata de política exterior con el fin de vender una campaña para un radio de población más amplio", agrega.
Sin embargo, en los últimos años se han dado pasos por ambas partes para superar unas divergencias que quedaron atrás, para pasar de esta postura anacrónica a una que esté en sintonía con el actual escenario internacional. Para poner fin a todas las disputas que causó aquel período, se empleó la llamada política de 'reinicio' que ya dio sus primeros frutos.
"El reinicio ha sido beneficioso", comentó el presidente electo de Rusia Vladímir Putin. "Nos ha llevado a un nuevo nivel de confianza. Hay una voluntad real de alcanzar ese nivel de acuerdo que nos permitió firmar el nuevo tratado START. También logramos firmar un acuerdo sobre cooperación en el terreno de la energía nuclear pacífica. Y con el apoyo de EE. UU., Rusia pudo ingresar en la Organización Mundial de Comercio. Estos son pasos positivos y resultados significativos de la política de 'reinicio'".
Aun así queda un largo camino por recorrer con varios escollos. Por ejemplo, el escudo antimisiles estadounidense en Europa. Moscú exige garantías jurídicas escritas de que éste no se dirigirá contra Rusia, pero Washington se limita simplemente a dar solo su palabra. La posibilidad incapacidad de que la presentación de esos documentos sea real puede ser el síntoma de que aún queden algunos políticos que no pueden hacerse a la idea abierta de un mundo multipolar.
Daniel Wagner, director ejecutivo de la empresa de consultoría Country Risk Solutions, opina que las condiciones globales han cambiado mucho. Antes, según Wagner, los neoconservadores podían solo "chasquear los dedos y dar órdenes", como lo que ocurrió con la guerra en Irak y "no veían la necesidad de consultar con las grandes potencias para determinar si su curso de acción era aceptable para ellos".
Pero cada vez más países alzan su voz en contra de esta línea política. Y en este momento solo queda pensar si EE. UU. en estas nuevas condiciones seguirá basando sus acciones en las fórmulas arcaicas y llenas de prejuicios de la guerra fría.
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