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domingo, 6 de mayo de 2012

Cambio de guardia en el Kremlin


Vladímir Putin (izquierda), junto a Dimitri Medvédev. / VLADIMIR RODIONOV (AFP)


Dimitri Medvédev se prepara para devolver la presidencia de Rusia a Vladímir Putin, el hombre que en 2008 le dejó en custodia este cargo. Durante cuatro años, los dos hombres, unidos por una amistad cimentada en la alcaldía de San Petersburgo allá en los noventa del pasado siglo, formaron un singular “tandem” político al frente del Estado. En él, el jefe del Gobierno Putin fue siempre la figura dominante, aunque a veces permaneciera en la sombra o dejara que el presidente Medvédev se llevara el protagonismo para bien y para mal.

El paso de Medvédev por el Kremlin ha sido un éxito para Putin. El coronel del KGB que trabajó como espía en la República Democrática Alemana no se equivocó al confiar en la lealtad de Medvédev. En recompensa, lo propondrá como jefe de Gobierno el mismo 8 de mayo ante la Duma Estatal (parlamento).

Puede que Medvédev pensara alguna vez en presentarse a las elecciones y prolongar su presidencia. Quienes le conocen aseguran, no obstante, que si lo pensó, jamás hubiera dado ese paso sin permiso de Putin. Fuera como fuera, el 24 de septiembre, Medvédev propuso a Putin como candidato, y muchos rusos que se sintieron defraudados, sobre todo cuando el presidente dijo que él y Putin habían tomado la decisión hacía tiempo y olvidó que formalmente son los ciudadanos quienes deciden.

Medvédev se ha declarado satisfecho de su gestión. Autoestima no le falta. En su última entrevista con periodistas rusos, comentó uno de sus lemas de 2008, a saber, “tener libertad es mejor que no tener libertad”. Partiendo de esta frase, se adjudica como mérito propio que los rusos salieran a la calle el pasado invierno tras la bandera de la libertad. “Verdaderamente hemos avanzado en el desarrollo de las libertades cívicas”, dijo. Refiriéndose a los pasados meses, comentó: “Preguntemos a la gente que salió a diferentes plazas si son libres o no, con independencia de si están por los “blancos”, los “rojos” o los “verdes”. Estoy absolutamente convencido de que la mayoría de ellos dirá: “si, soy libre y por eso estoy aquí y tengo mi propio punto de vista”.

Medvédev no excluye su retorno a la presidencia. “Creo que deben relajarse porque esto va para largo”, aconsejó a los periodistas. A los planes a largo plazo contribuye la enmienda constitucional, propuesta por Medvédev y aprobada por el parlamento, que ha ampliado el mandato presidencial a seis años.

Con la fórmula del “tandem”, el poder adquirió una apariencia de diversificación ofreciendo una posición más liberal y modernizadora frente a otra más clásica y tradicional. Las imágenes “software” de Medvédev manejando su “ipad” y artilugios electrónicos y lanzando “twiters” contrastan con las de Putin pilotando aviones de caza y coches deportivos o sumergido en un batiscafo, es decir, metal y “hardware”.

En ocasiones, como en la política sobre Libia, pareció que Medvédev y Putin divergían, pero todas las diferencias sustanciales, si llegaron a existir, se limaron en una postura común. “Medvédev no da un paso sin consultar con Putin”, dice una alta fuente del Kremlin. En contra de lo que Medvédev afirmó, ni siquiera puede ser considerado como iniciativa suya el reconocimiento como Estado de Osetia del Sur y Abjazia,(las dos regiones del Cáucaso que se proclamaron independientes de Georgia), según una fuente que vivió el reconocimiento de las regiones separatistas por parte del presidente de Rusia en agosto de 2008.

Medvédev aportó al Kremlin un estilo propio, un rostro más amable que el de Putin, pero en su actuación siguió las pautas de su tutor. Al principio de su gestión, sectores liberales creyeron que el presidente tenía su propio plan, pero, unos antes y otros después, pasaron de la esperanza a la desilusión. Las iniciativas legislativas de Medvédev en materia de reforma política se adecuaron a las necesidades de Rusia Unida, el partido en el poder. Algunos periodistas parlamentarios usan el término “medvedismo” para designar un estilo caracterizado por “grandes proyectos de ley para temas marginales, escasa información y esquemas innecesariamente complejos para dar sensación de actividad”.

Sólo después de las protestas por las irregularidades en las elecciones legislativas de diciembre, Medvédev puso en marcha una reforma política que facilita el registro de los partidos y la “elección de los gobernadores”. Pero el Kremlin trata de demorar al máximo la entrada en vigor de sus concesiones. Medvédev ignoró las exigencias de la oposición para que reforme la composición de las comisiones electorales, dominadas por los representantes del Kremlin.

Bajo la batuta de Medvédev se han aprobado buenas leyes contra la corrupción, tales como la que obliga a los altos funcionarios y sus familiares más próximos a publicar su declaración de ingresos y patrimonio. También se ha aprobado una ley que garantiza el acceso de la ciudadanía a la información y se ha generalizado la práctica de los concursos públicos para las compras oficiales. Sin embargo, el sistema se resiste a cambiar, afirma Yelena Panfílova, la directora de la organización Transparencia Internacional, que ha sido miembro del consejo de desarrollo de la sociedad civil y los derechos humanos adscrito a la presidencia (CDSCDH). Según Panfilova, en Medvédev ha podido más la “lealtad” a Putin que los “valores”.

Una de las prioridades de Medvédev fue la reforma de la policía, pero aparte de cambiarle el nombre a la “militsia”, la ley aprobada al efecto ha tenido poco resultado. En los órganos de orden público persisten los viejos hábitos abolidos “de iure”, como la obligación de esclarecer un determinado número de delitos, lo que fomenta las falsas acusaciones y los malos tratos a los detenidos con el fin de “encontrar culpables” como sea para cumplir los planes.

Medvédev no ha querido indultar al magnate Mijaíl Jodorkovski, encarcelado en época de Vladímir Putin, pese a los informes favorables al ex presidente de Yukos que le fueron presentados por el CDSCDH. Tampoco ha querido llegar hasta el final en el caso de Serguéi Magnitski, el abogado que falleció en prisión por falta de asistencia médica. De una lista de una cuarentena de presos políticos que le fue presentada por la oposición, el presidente ha indultado solo a uno, Serguéi Mojnatki, un hombre que tuvo la desgracia de pasar junto a una manifestación no autorizada en 2009 y fue condenado a dos años y medio de prisión por oponer resistencia a la policía que lo detuvo.

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