El clásico «Bienvenido, Míster Marshall» se reinventa a sí mismo. En declaraciones a los medios locales, el primer ministro somalí, Abdulahi Farmajo, demandó al Gobierno de Estados Unidos el inicio de bombardeos en su territorio ante la creciente amenaza islamista que experimenta el país.
De igual modo, Farmajo -quien cuenta con un Máster en Ciencias Políticas por la Universidad de Búfalo- dio «la bienvenida» a futuras intervenciones de las fuerzas especiales estadounidenses en suelo somalí.
«Preferiría que la ayuda internacional se limitara al entrenamiento y asesoramiento militar, pero ante su ausencia, si hay algún objetivo o base que debe ser desmantelada, (Estados Unidos) tiene mi aprobación», aseguró el primer ministro.
En 1993, durante la campaña para derrotar al general Mohamed Farrah Aidid, 18 marines fallecieron en la malograda «batalla de Mogadiscio». Un enfrentamiento en las calles de la capital, de apenas un día de duración, pero en el que al menos medio millar de insurgentes perdieron la vida.
Tras este desalentador precedente -enmarcado dentro de la operación «Devolver la Esperanza»-, en los últimos años, la intervención militar estadounidense en el país africano apenas ha quedado reducida a acciones puntuales. Éste es el caso de la muerte, en mayo de 2008, del líder islamista Aden Hashi Ayrow, quien falleció en un bombardeo de las tropas aliadas en la localidad de Dhusamareb.
Sin embargo, la ayuda militar «indirecta» parece no detenerse. Solo en el último año, la Administración Obama ha proporcionado cerca de 40 toneladas de armas y municiones, así como al menos 150 millones de dólares al Gobierno de Sharif Sheikh Ahmed, en sus esfuerzos para combatir a las milicias de Al Shabab, consideradas la franquicia de Al Qaida en la región.
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