Aclarando que oscurece
Lo que está cada vez más oscuro es el futuro de las finanzas norteamericanas. Y si alguien piensa que el acuerdo logrado en esta semana permite “aclarar” el panorama, lamento informarle que la crisis goza de buena salud. Lo único que hicieron, previsible, fue tratar de llegar a las próximas elecciones.
Lo que sí intentaremos “aclarar” desde esta sencilla columna es todo el desbarajuste de los últimos días en que fue más lo que confundió a la gente que lo que ayudó a desasnarla. Veamos un poco.
Entre lo que los EEUU se deben a sí mismos (4,6 billones de dólares) y lo que le deben a los inversionistas (9,7 billones) distribuidos en Bancos, fondos de pensión, tenedores individuales de bonos, China, Japón, Gran Bretaña y otros, llegaron al techo de lo permitido: 14,3 billones y ni un centavo más. O por lo menos, ni un centavo más hasta no tener el visto bueno del Congreso, donde el partido gobernante tiene escasa mayoría en el Senado pero minoría en Representantes. Allí, la oposición republicana afiló la guillotina durante quince días exigiendo medidas que a Barack Obama le hubieran costado sangre explicar a sus votantes. Sin ellas, no aprobaría el aumento del techo; lo que inevitablemente conducía a los EEUU al default, partiendo de la base de que la diferencia anual (déficit) entre ingresos y egresos es de 1,2 billones de dólares.
Repito: por año. Por eso cuando Obama llegó al gobierno EEUU tenía una deuda de 10,6 billones que tres años después alcanzó el tope de 14,3 billones; saque la cuenta y verá que le da justo. Obama, por lo visto, fue absolutamente incapaz de encontrarle una salida al problema; problema creado por los republicanos (Bush) que ahora se hacen los distraídos. Pero esto ya fue comentado en notas anteriores; veamos el punto de “arreglo”, los caminos transitados y lo que se puede esperar.
El “techo de la deuda” es el tope legal que se puede contraer, incluyendo salarios, préstamos y programas sociales. Desde 1917 que es competencia del Congreso aumentarlo, cosa que ocurrió en una docena de oportunidades pero nunca en este contexto: con el coletazo de la crisis financiera, con la economía estancada, con dos guerras truncas y sin destino, con una oposición salvaje y un oficialismo pusilánime que prometió respuestas que nunca tuvo.
¿Qué podía ocurrir si no llegaban a un acuerdo? Hubieran tenido que dejar de pagar los bonos que vencían en agosto, lo que habría desembocado en un caos bursátil. O deberían haber suspendido los pagos de la Seguridad Social, deteriorando aún más la imagen interna. O de última ignorar el techo, generando una crisis constitucional. Seamos lógicos, esto no podía desearlo ni el gobierno ni la oposición. Vivimos tensionados por un tironeo interno entre dos malevos del Far West viendo quién desenfunda primero, sin notar que tenían balas de fogueo. Porque los demócratas no podrían presionar en el estado de debilidad en que se encuentran; pero los republicanos tampoco iban a hacer llegar la sangre al río, porque no caería la imagen de su oponente sino la de toda la nación. Esa nación que pretenden -y aseguran- gobernar dentro de apenas quince meses.
Mal que les pese a los dos, tenían que negociar algo evitando el colapso inminente. Como en toda puja política encorsetada en un cuello de botella, no resolvieron la cuestión de fondo y apenas si lograron estirar esos quince meses que necesitan ambos para barajar y dar de nuevo. Los demócratas intentando sostener el Ejecutivo y recuperar espacios legislativos, y los republicanos que van por todo. Hoy, como están, ninguno puede hacer solo más de lo que hicieron: aguantar. En lenguaje futbolero, todos atrás y pelotazo al 9.
¿Cuáles fueron los argumentos y soluciones que propusieron? Por el lado del gobierno se planteó la posibilidad de ahorrar 3,7 billones de dólares en diez años, fundamentalmente recortando los gastos en Defensa, y reestructurando el Código impositivo para que las petroleras (muy beneficiadas) y los sectores de ingresos más altos proporcionaran un aumento del ingreso de 1,2 billones más. Y eventualmente, reformular el Seguro Social y el Servicio Médico (Medicare) tan simbólico para el Partido Demócrata.
El plan republicano estuvo sostenido por el sector más ultramontano y conservador, el “Tea Party” de la ex candidata Sarah Pallin. La propuesta consistió en reducir 6 billones de dólares, retrasar el aumento del techo de la deuda hasta que ese achicamiento del gasto público esté asegurado, recortando inmediatamente los subsidios a Educación, Medio Ambiente y en especial el Medicare (por el mismo simbolismo político citado). Por supuesto, ni hablar de tocar un centavo de los gastos en Defensa ni de gravar a los sectores más ricos. Obama había promedito vetar este plan si se imponía.
Finalmente, lo que se resolvió fue algo parecido a la “tercera opción” planteada en principio por el republicano Mitch McConnell y el demócrata Harry Reid: el incremento en el techo de la deuda por un monto aproximado a 1,5 billones de dólares, equivalente al déficit que el país volverá a acumular -a sumar en realidad- entre hoy y las elecciones de noviembre 2012. La pulseada ni siquiera fue empate, perdieron los dos.
Algunas cláusulas son casi risibles, aunque como la letra es muy chiquita casi nadie se tomará el trabajo de leerlas. Le ahorro una parte: a medida que el gobierno vea que tiene que seguir pidiendo crédito (es decir, usando tramos de ese billón y medio de dólares), deberá ir explicando en qué rubros achicará el gasto. Esa explicación se la dará al Congreso, que tiene la posibilidad de rechazarla vía “resolución desaprobatoria” (casi asegurada). Pero el Ejecutivo a su vez, conserva la chance de vetar y seguir para adelante porque “total está dentro del techo”, con lo que los republicanos se darán el gusto de seguir criticando y desautorizando todo lo que haga Obama. Y Obama podrá seguir endeudándose todo lo que necesite hasta saber si gana o no la reelección. Y si esto no es huir hacia delante, que me lo vuelvan a explicar.
La imagen se deterioró sensiblemente, aunque en realidad puso en blanco sobre negro una cuestión de fondo mayúscula, una crisis financiera que está muy lejos de haberse resuelto, como declamaron algunos economistas profesionales (que no entiendo cómo los siguen consultando). Se necesita cirugía mayor. O argucias numéricas aprovechando que es un mundo donde la timba y las puñaladas traperas son corrientes.
Por ejemplo, si las aseguradoras de riesgo (Moody´s, Standard & Poors) bajan la calificación de la deuda, ¿qué pasa con los bonos de EEUU? Puede caer un porcentaje importante de su valor. Ahora, ¿esto es tan malo para EEUU? Sí por un lado: la imagen, la credibilidad. Pero no tanto si se tiene en cuenta un detalle: es el único país del mundo que tiene la capacidad de “fabricar dólares”. ¿Qué pasa si emiten? Usted me dirá: inflación; sí, claro. ¿Pero y si arriesgan un par de puntos, 2 o 3 de aumento de precios, y con esos billetes “recompran sus propios bonos” a un precio menor? Si hoy sus bonos valen 10 -un decir- y caen a 9 en el mercado perdiendo 10%, ¿no salen ganando porque licúan deuda pública y bajan el déficit, y después toman medidas anti inflacionarias en la interna? Subir 3% la inflación a cambio de bajar 10% el valor de lo adeuda, es barato.
En fin. Está lindo para analizarlo, sobre todo porque está lejos. Ahora, ojo: por más que algo se haya “aclarado”, tenga plena seguridad de que el futuro sigue en penumbras.
por Rodolfo Olivera
noticiasyprotagonistas.com
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