Buenas noticias para Europa, con remitente indio. Probablemente, buenas noticias para Alemania y Reino Unido, pero también donde más falta hacen, en Italia y España. El avión de combate Eurofighter Typhoon, fabricado conjuntamente por estos cuatro países, tiene casi todos los números para llevarse el llamado “contrato del siglo”, un encargo inicial de 126 unidades (más 74 opcionales) para el ejército del aire indio, por un importe situado entre los ocho mil y los diez mil millones de euros. El viernes pasado se abrieron las plicas comerciales de los dos finalistas, el Eurofighter y el Rafale (de la francesa Dassault). Por el camino se quedaron las ofertas de cazas polivalentes de Rusia (Sukhoi), Suecia (Grippen) y Estados Unidos (F-16 y F-18). El proceso de selección dura ya más de cuatro años y se ha visto sacudido por codazos al más alto nivel gubernamental y diplomático.
Aunque el anuncio del ganador se puede demorar todavía algunas semanas, la rumorología india da casi por seguro que el Eurofighter se va a llevar el gato al agua. La reciente cumbre del G-20 aportó a algunos observadores indios (y no solo indios) la prueba definitiva de que el avión francés ha sido derribado por el Eurofighter. En Cannes, el primer ministro indio, Manmohan Singh, fue claramente ninguneado por Nicolas Sarkozy, ante las cámaras. La frialdad de Sarkozy con Singh fue emulada por Barak Obama, que también se acercó a saludar a un mandatorio que se encontraba cerca del premiere indio, ignorando ostensiblemente a este último. Tanto a Francia como a EE.UU. les escuece que el gobierno indio se haya zafado de la presión al más alto nivel. La temprana descalificación de los aviones de Lockeed y Boeing suposo además un sonoro portazo para dos modelos, el F-16 y el F-18, que, pese a sucesivas actualizaciones, fueron concebidos hace un montón de décadas.
Eurofighter nació como proyecto compartido entre Alemania (33%), Reino Unido (33%), Italia (21%) y España (EADS-CASA, 12%). En la práctica, supone que España fabrica el ala derecha del avión y otros componentes menores, principalmente en Sevilla y Getafe. De momento han entrado en servicio trescientas unidades, por lo que el encargo indio equivale a más del 40% de la producción desde que se entregó la primera unidad, en 2003. Hay que añadir que India es, desde el año pasado, el primer importador mundial de armamento. En caso de materializarse el encargo indio, supondrá un auténtico revulsivo para la industria europea de defensa y con toda probabilidad estimulará el interés de otros ejércitos. Hasta ahora, el Eurofighter solo ha sido adquirido por los ejércitos de los países fabricantes, además de Austria y Arabia Saudí. El Rafale, por su parte, nunca ha conseguido ser vendido fuera de Francia, después que a principios de año se frustrara la venta de treinta y seis unidades a Brasil.
Pero volvamos a Cannes. Hace un año, en el G-20, Manmohan Singh era un economista respetado y escuchado, pero en la última edición de Cannes todos los ojos y todos los oídos estaban con los representantes de China. El feo, por partido doble, a Manmohan Singh, es más evidente, habida cuenta que la diplomacia francesa y norteamericana han demostrado saber muy bien la importancia que tiene en India el reconocimiento del estatus, tanto a nivel personal como de nación. No en vano, Barak Obama ofreció la primera cena de estado de su mandato al primer ministro indio Manmohan Singh (vegetariano y abstemio). Luego, en el parlamento indio, ofreció a India sentarse en la mesa de las grandes potencias, como miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (anteriormente lo habían hecho Francia, Gran Bretaña y Rusia).
En su día, un alto responsable de Boeing (fabricante del F-18) calificó al asunto que nos ocupa como “el contrato del siglo” y “el mayor contrato de aviones de combate desde principios de los noventa”. No es de extrañar que la decepción en Estados Unidos sea mayúscula, como demostró en su día su embajador en Nueva Delhi, al dimitir tan pronto como se supo que Boeing y Lockeed habían sido descabalgadas del concurso. Luego, su nuevo embajador ha intentado torpedear hasta el último momento el concurso de adquisición de 126 aviones, llamando a su cancelación y ofreciendo a India in extremis -la semana pasada!- el F-35, después del ridículo del
F-16 y F-18. Pero India, que ya tiene su propio proyecto de caza de quinta generación con Rusia, ha hecho oídos sordos.
Para un observador imparcial, Washington minusvaloró el criterio y la independencia del gobierno, la diplomacia y la administracion indios. India no es un país de tercera y su política exterior siempre ha sido orgullosamente independiente. Claramente, las cenas semanales en hoteles de cinco estrellas de Nueva Delhi no han surtido el efecto deseado para EE.UU., en un momento en que la susceptibilidad ante la corrupción están en máximos. Además, para India, el equipamiento de sus fuerzas armadas no es puramente disuasorio (para eso ya tiene el arma nuclear). La última vez que utilizó aviones de guerra para defender su territorio contra Pakistán -en la guerra de Kargil- fue hace apenas doce años. Prácticamente ayer.
Estados Unidos creía que su contribución a sacar a India de la condición de paria nuclear (con un pacto nuclear civil que posteriormente ha sido suscrito en términos parecidos entre India y otros países productores de energía atómica) se vería automáticamente recompensada con jugosos contratos en el ámbito energético y militar. En el caso de la aviación militar hubiera sido revolucionario, puesto que India (a diferencia de Pakistán, cliente norteamericano) ha contado tradicionalmente con aviones de guerra de fabricación soviética/rusa o francesa. India ha querido compensar el feo con compras voluminosas de aviones civiles o de transporte militar, pero no con un asunto estratégico de primera magnitud como “el contrato del siglo”.
Tampoco se ha dejado seducir por los cantos de sirena de la industria nuclear norteamericana, a sabiendas de que EE.UU. no ha iniciado y culminado la construcción de ninguna central nuclear en su territorio desde los años setenta (aunque sobre el papel el motivo de discordia sea que EE.UU. pide un umbral bajo de compensaciones en caso de accidente, lo que constituye un delicado tema de conversación entre los dos protagonistas -activo y pasivo- de la catástrofe química de Bhopal). Las visitas de Sarkozy a Nueva Delhi en los últimos años, con el Rafale y la construcción de nucleares como grandes protagonistas, tampoco le están dando el resultado esperado. De acuerdo con todo lo dicho, India se ha guiado por motivos estrictamente técnicos (lo que incluye no solo la calidad del avión, sino también asuntos como la transferencia de tecnología). Y al final, el conflicto libio podría haber servido para decantar la balanza.
Aunque India se opuso a la intervención militar de la OTAN en Libia, luego Nueva Delhi ha estado muy atenta al campo de tiro en que se ha convertido dicho país, así como en las zonas de exclusión aérea. No ha perdido de vista la actuación y el desempeño de los Eurofighter británicos y los Rafale franceses. Para el Eurofighter, Libia ha supuesto el bautismo de fuego, imprescindible para cualquier comprador. El Rafale no tenía mucha más experiencia. Finalmente, la demostrada inferioridad del Rafale a la hora de apuntar objetivos autónomamente y con precisión habría sido decisiva para los indios, según fuentes cercanas.
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