Common Dreams
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El otoño pasado argumenté que la reacción violenta contra el movimiento Ocupa y otras manifestaciones de protesta en todo el mundo tenía que ver con el temor del 1% a que la gente común sacara a la luz el fraude masivo si llegara a ver los libros. Entonces no tenía evidencia de esa motivación aparte del hecho de que la reforma del sistema financiero y un aumento de la transparencia estaban en los primeros puestos de la lista de las exigencias de los manifestantes.
Pero esta semana aparece un repugnante tesoro de nuevos datos que demuestra con creces esa hipótesis y confirma el cuadro. La noción de que todo el sistema financiero global está plagado de fraude sistémico –y que los protagonistas cruciales en los papeles de guardianes, tanto en las finanzas como en el gobierno, incluidos los organismos reguladores, lo saben y prefieren mantener en silencio esa realidad– hasta hace poco habría parecido una loca hipótesis de adeptos a las teorías de la conspiración, pero los titulares de esta semana nos llevan a una conclusión, por desgracia, inevitable.
La sección de negocios de The New York Times del 12 de julio muestra múltiples denuncias de fraude sistémico en todos los bancos: bancos que se coluden con otros bancos en la manipulación de tasas de interés, reguladores informados del fraude sistémico y funcionarios clave del gobierno (por lo menos un banquero que se convirtió en el funcionario más crucial del gobierno) que están informados y también se coluden. El fraude de los bancos en general se ha percibido, y yo diría que se ha tratado, como un fallo imprevisto. Como en la defensa a viva voz de los dirigentes de Barclays por parte del alcalde de Londres Boris Johnson la semana pasada, nos presentan el fraude bancario como si se tratara, cuando sale a la superficie, de algunas “manzanas podridas”.
En la sección de negocios del New York Times, leemos que el grupo bancario HSBC está recibiendo multas de hasta 1.000 millones de dólares por no impedir el lavado de dinero (una actividad altamente lucrativa que no hay que impedir) entre 2004 y 2010, un “¡uy!” que ya dura seis años. En otro artículo del mismo día, el senador republicano Charles Grassley dice respecto al grupo financiero Peregrine capital: “Es una compañía que tiene todo bajo control”. El artículo explica a continuación que en Peregrine Financial “los reguladores descubrieron que faltaban unos 215 millones de dólares en dinero de los clientes”. Ahora su fundador se enfrenta a demandas judiciales. Más adelante, el artículo menciona que esta revelación llega algunos meses después que MF Global “perdiera” más de 1.000 millones de dólares de dinero de sus clientes.
Lo extraño es que esos informes describen constantemente la actividad que condujo a la desaparición de todo ese dinero como si fuera simple torpeza: “los reguladores no vieron la bandera roja durante años”. Señalan que un cliente de Peregrine advirtió al regulador primordial de la firma en 2004 y que otro mencionó problemas al regulador cinco años después, pero “al parecer no se vieron señales de dificultades durante años”, señala el titular del Times.
Una página más adelante, “Wells Fargo pagará por las acusaciones de prejuicios en las hipotecas”, mientras ese banco acepta pagar 175 millones de dólares en multas –otra vez- por haber cobrado a acreedores hipotecarios afroestadounidenses y latinos intereses más altos por sus hipotecas de alto riesgo que a ciudadanos “blancos” con las mismas calificaciones crediticias. Hay que recordar que se trataba de una época en la que “las firmas de Wall Street desarrollaron un inmenso mercado de préstamos de alto riesgo que compraron y combinaron con otros valores de inversión, creando incentivos financieros para que los prestamistas hicieran semejantes préstamos”. Por lo tanto, Wells Fargo se estaba beneficiando mediante cobros excesivos a clientes de las minorías y beneficiándose de productos basados en la tasa de préstamos más elevada que el promedio que se esperaba. El artículo termina mencionando discretamente un juicio del Bank of America de 335 millones y un arreglo hipotecario de Sun Trust por 21 millones de dólares por haber participado en discriminaciones semejantes.
¿Se trata en todos estos casos de fallos de supervisión y fraudes bancarios solo de antiguos errores? ¿Se trata solo de distracción de los reguladores?
El principal titular de las noticias del día resume el motivo por el cual no es tan simple: “Geithner trató de poner fin al amaño de las tasas bancarias en 2008”. El artículo menciona que cuando Timothy Geithner dirigió el Banco de la Reserva Federal de Nueva York, supo de “problemas” relacionados con el amaño de tasas de interés en Londres, el centro financiero del escándalo del Libor en Barclays. Hizo que las “máximas autoridades británicas” conocieran los problemas y escribió un correo electrónico a sus homólogos sugiriendo reformas. ¿Fueron sus acciones éticas o prudentes? Una posible interpretación de la acción de Geithner es que trataba de protegerse por anticipado de posibles críticas, sin ninguna expectativa seria de lograr una reforma de lo que sabía que era un abuso sistémico.
¿Y qué pasó en realidad? Barclays siguió presentando tasas falsas, tratando de aumentar sus beneficios. El pasado mes, el banco aceptó pagar 450 millones de dólares a autoridades estadounidenses y británicas por manipular el Libor y otros parámetros claves de los que dependen grandes sectores de la economía. En numerosos pleitos se afirma que esta manipulación defraudó a miles de clientes de los bancos. Por lo tanto “las advertencias de Geithner fueron demasiado tardías y sus esfuerzos no impidieron esa actividad ilegal”.
¿Y qué pasó entonces? ¿Convocó Geithner, presumiblemente frustrado de que no se hubiera hecho caso de sus advertencias, a una conferencia de prensa? No. Mantuvo silencio mientras continuaba una práctica que ahora parece que también fue perpetrada por varios grandes bancos.
¿Y qué pasó entonces? Tim Geithner fue nombrado secretario del Tesoro. Y entonces tampoco hizo nada.
Es muy difícil, considerando los complicados sistemas de fraude que emergen en todo el sistema financiero, ignorar la posibilidad de que este tipo de silencio –la disposición a no causar perturbaciones– simplemente se recompensa con la promoción a puestos cada vez más elevados, incluso más autoridad. Si se sabe que el amaño de tasas y los fallos de la regulación son sistémicos pero no se dice nada, bueno, tal vez se ha mostrado que uno es verdaderamente de fiar y merece ser miembro del club.
Sea lo que sea lo que motivó el silencio de Geithner, o el del “funcionario gubernamental” de los correos a Barclays, lo siguiente es obvio: los medios dominantes tienen que abandonar las narrativas de “¡Dios mío!, ¡otro descuido!” Hay que reconocer que la corrupción del sector financiero es sistémica.
Mientras tanto, Gran Bretaña marcha como una sonámbula hacia la vigilancia total de los correos electrónicos, mientras EE.UU. presenta nuevas propuestas para castigar a los denunciantes ampliando la Ley de Espionaje. En un mundo electrónico, la evidencia de esos crímenes dura, si se logra encontrar la evidencia. El caso del Libor, un crimen importante, no ha merecido mucho interés en procesamientos penales en la cima. Esa asimetría es una de las pólizas de seguro del poder. Otra es reprimir la protesta ciudadana.
© Guardian News and Media Limited 2012
Autora, crítica social y activista política, Naomi Wolf es autora del éxito de ventas de The New York Times: The End of America (Chelsea Green) y más recientemente de: Give Me Liberty: A Handbook for American Revolutionaries. El éxito de ventas internacional de Wolf,The Beauty Myth, cuestionó la industria de los cosméticos y el mercadeo de estándares irreales de belleza, lanzando una nueva ola de feminismo a principios de los años noventa.
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