El gobierno se esfuerza en negarlo: «Será un evento deportivo con una gran operación de seguridad vinculada, y no una operación de seguridad con un gran evento deportivo al lado», aseguraba David Cameron en marzo. Londres sueña con mantener durante los Juegos 2012 la principal característica de su estrategia de seguridad: la invisibilidad. Pero la obsesión es evidente. Y no podía ser de otra manera en una candidatura que fue proclamada ciudad anfitriona la víspera misma de los atentados yihadistas del 7 de julio de 2005, que dejaron 52 víctimas mortales en metros y autobuses de la capital británica. Por eso, los organizadores no dudaron en duplicar la estimación de necesidades en diciembre pasado, a la luz de los resultados de los primeros tests reales de seguridad.
El presupuesto
El presupuesto de seguridad en las 34 sedes olímpicas pasó de 330 millones de euros a 640. Y el «ejército» de agentes necesarios de 10.000 a 23.700. La decisión puso en apuros a G4S, una de las mayores compañías de seguridad privada del mundo, concesionaria de un contrato de 360 millones para aportar el componente privado de la operación. Este miércoles, a solo dos semanas de la inauguración, la empresa reconocía que no llegaba a tiempo para reclutar 13.700 agentes privados, lo que ha obligado al gobierno a movilizar a 3.500 soldados más. Junto a los 12.000 agentes de policía que se calcula que habrá en las calles cada día, al final serán 17.000 los militares que participarán en el plan de seguridad de los Juegos, casi el doble que el contingente británico en Afganistán. Unos 11.000 se encargarán de tareas que han irritado a las Fuerzas Armadas, como el control de accesos y la revisión de bolsos en las entradas. En Sydney 2000 se movilizaron a 4.000 militares (incluidas todas sus fuerzas especiales) y 30.000 agentes privados mientras que, en Pekín, se estima que emplearon a 100.000 soldados y policías, apoyados en más de 300.000 cámaras de seguridad.
Las cinco amenazas
La dirección de terrorismo del ministerio de Interior británico ha sido la encargada de elaborar el análisis de riesgo. El documento identifica cinco amenazas: el terrorismo; el crimen organizado y las conexiones criminales y económicas de las mafias internacionales en el Reino Unido; los grupos extremistas locales; los posibles desórdenes públicos y protestas callejeras de manifestantes anticapitalistas o de grupos radicales islámicos o xenófobos; y, finalmente, grandes accidentes y desastres naturales. «El terrorismo está considerado firmemente como la amenaza más seria a la seguridad en los Juegos», escriben Barrie Houlihan y Richard Giulianotti en un reciente informe de Chatham House titulado «Los Juegos de la (in)seguridad».
Los preparativos para esta inmenso operación de seguridad comenzaron en lo menos perceptible. Así, las detenciones de prostitutas en Tower Hamlets, un barrio conflictivo cercano al Parque Olímpico de Stratford (al Este de Londres) fueron mayores en enero y febrero que en todo 2011. En 2011, se cerraron 80 burdeles en los cinco barrios afectados por los Juegos, mientras que fueron solo 32 en el resto de la ciudad, según«The Times».
La sutileza en la concepción de la seguridad comienza en la gestión de masas
Pero la sutileza de la concepción de la seguridad en Reino Unido es aún mayor, y comienza en la gestión de masas. El flujo de viajeros en las estaciones de tren y metro más afectadas estará obsesivamente dirigido por vallas y empleados. En muchas estaciones, se entrará solo por un acceso y se saldrá por otro. La propia arquitectura en el centro comercial de Westfield que sirve de antesala del Estadio Olímpico está concebida al servicio de la gestión de masas y la seguridad. El siguiente eslabón «invisible» de la «fortaleza Londres» son las cámaras de seguridad de circuito cerrado (CCTV en inglés). Se desconoce su número. Pero más de 3.000 personas fueron identificadas así, y procesadas por los disturbios del verano pasado.
El centro neurálgico del «gran hermano» londinense está en un edificio de Picadilly Circus
Escáneres, tecnologías nuevas de reconocimiento facial y de matrículas y sistemas de detección de enfermedades amplían la telaraña. El centro neurálgico del «gran hermano» londinense está en la sala de control del distrito de Westminster, en un edificio no identificado en Picadilly Circus. El antecedente en este aspecto es Atenas 2004, donde gran parte del presupuesto de seguridad se gastó en un hiper-sofisticado sistema de vigilancia llamado C31, que dejó 1.200 cámaras que procesan rostros y voces por toda la ciudad. Houlihan y Giulianotti hablan de «hiper-seguridad», que describen como el desarrollo —tras la bomba en Atlanta 96 y el 11-S— de una «cultura de extrema aversión al riesgo y de asignación de recursos en función, no de la probabilidad, sino de la posibilidad de una amenaza».
Los aspectos más disuasorios
Los aspectos más visibles y disuasorios en Londres 2012 serán los misiles de tipo Starstreak (capaces de derribar un helicóptero en movimiento) instalados en algunas azoteas del Este de Londres, que dieron lugar a una demanda infructuosa de vecinos descontentos con la idea de tener una batería de cohetes en el tejado. Además, cazas tipo Typhoon estarán en alerta permanente en la cercana base de Norfolk para «interceptar cualquier amenaza». En el Támesis, el portaaviones HMS Ocean, con una dotación de infantería de marina, ofrecerá una de las estampas más disuasorias del operativo. «El componente militar en la seguridad olímpica es una práctica estándar, y la respuesta militar será proporcionada», nos explicaba recientemente un representante del ministerio de Interior. Pero algunas voces críticas cuestionan que esto sea así: «La importancia simbólica y el prestigio de los Juegos para las ciudades y las empresas supone que nociones tradicionales de proporcionalidad han sido abandonadas», escribe el profesor Stephen Graham en «Ciudades asediadas».
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