Los sublevados contra el régimen de Muamar el Gadadi están a un paso de perder el control de la ciudad estratégica de Zauiya, en el oeste de Libia. Las tropas del dictador, apoyadas por tanques y fuego de artillería, se han lanzado este martes al asalto de este importante enclave petrolífero a escasos 50 kilómetros de Trípoli, bajo mando rebelde desde el inicio de las revueltas y que lleva una semana sufriendo el asedio continuado del Ejército, según testigos citados por la agencia Reuters y la cadena catarí Al Yazira.
Residentes en la ciudad aseguran que las unidades del dictador están "intentando destruirla", según el relato de un exiliado libio que ha podido hablar por teléfono con un amigo que vive en Zauiya pese a las dificultades que eso entraña, ya que las comunicaciones con el interior de la ciudad se interrumpieron el pasado domingo. Tampoco hay periodistas que puedan informar de lo que está ocurriendo, porque los pocos reporteros que han intentado penetrar en la ciudad han sido detenidos por las autoridades libias.
"Mi amigo dice que la situación es lamentable y que las fuerzas de Gadafi están intentado destruir la ciudad. Muchos edificios están completamente derruidos, incluidos hospitales y generadores eléctricos", ha dicho este testigo. "La gente no puede huir, no puede escapar de una ciudad acordonada. Todos los que pueden luchar lo están haciendo, también los adolescentes. Las mujeres y los niños están escondidos". "Los tanques de Gadafi están en todos los sitios, disparando. Los rebeldes responden con fuego. La lucha continúa".
Según Reuters, los rebeldes aún controlan el centro de esta ciudad de unos 200.000 habitantes, aunque testigos informan de que muchos edificios, incluidas mezquitas, han sido totalmente destruidas. "Aún continúan los combates... la situación es realmente mala", ha dicho Ibrahim vía telefónica.
Un portavoz del Gobierno, Mussa Ibrahim, ha asegurado desde Trípoli que las unidades del Ejército ya han tomado el control de la ciudad, añadiendo que un pequeño grupo de rebeldes aún no se ha rendido. "La situación es muy difícil, todavía hay focos de resistencia, no más de 30 o 40 personas, escondidas en las calles y en el cementerio". "Están desesperados", ha dicho este responsable.
Mientras,el jefe del opositorConsejo Libio Nacional, Mustafá Abdel Jalil, ha dicho a Al Yazira vía telefónica que los rebeldes no perseguirán a Gadafi por sus crímenes si este deja el poder en las próximas 72 horas. Jalil, ex ministro de Justicia, ha asegurado desde la sede del Consejo en Bengasi que este plazo no es negociable.
Nuevos bombardeos en Ras Lanuf
La ofensiva del Ejército también se ha recrudecido en el este de Libia. Los cazas del dictador han retomado el castigo aéreo conn intensos y constantes bombardeos sobre la ciudad petrolífera de Ras Lanuf, bajo precario control de los rebeldes. Los aviones han bombardeado por tercer día consecutivo las inmediaciones del puerto y el interior de la ciudad. Uno de los proyectiles ha alcanzado una zona residencial, según un periodista de Reuters. "Una bomba impactó contra un barrio. Hay un gran agujero en el suelo de un edificio de viviendas de dos alturas", ha explicado el reportero Alexander Dziadosz. Tras el impacto, varios hombres han salido a la calle gritando "Dios es el más grande". Muchas de las viviendas contiguas a la atacada han sido evacuadas.
El frente rebelde se mantiene estancado en Ras Lanuf y se muestra incapaz de avanzar hacia el oeste por el contraataque de las fuerzas de Gadafi. Puestos de control de los insurrectos custodian la ciudad petrolera sin noticias de la infantería enemiga, pero no pueden evitar que sea bombardeada desde el aire por los cazas del dictador. "Nuestro último puesto de control sigue en el mismo sitio. Hemos lanzado algunos ataques y las tropas de Gadafi tampoco se han movido", ha resumido un combatiente rebelde a Reuters. Este miliciano también ha asegurado que la vecina población de Es Sider ha caído del lado rebelde. Es Sider alberga una terminal petrolera al igual que otras ciudades como la propia Ras Lanuf, Zueitina y Brega.
Más allá, en Bin Yauad, a 40 kilómetros de Ras Lanuf y en el camino hacia Sirte, la cuna del dictador, los mercenarios extranjeros de Gadafi han expulsado a los rebeldes y mantienen una primera línea defensiva que corta el camino hacia Sirte, el verdadero objetivo de la insurgencia. El éxodo de habitantes de la ciudad continúa.
Gadafi se siente observado
En la ciudad rebelde de Misrata, aislada entre Trípoli y Sirte, los heridos en los combates están siendo atendidos en el suelo de los hospitales debido a la ausencia de material médico de primera necesidad, según ha relatado un testigo a Reuters. Misrata se ha erigido en un símbolo de la resistencia para los sublevados, al tratarse de la ciudad más grande del oeste de Libia que aún no ha sido conquistada por Gadafi pero que soporta a diario un duro castigo de las milicias lideradas por Jamis Gadafi, hijo del sátrapa. Un médico local aseguró ayer a EL PAÍS que los combates han dejado más de 23 muertos.
No obstante, Gadafi no está cometiendo una carnicería sobre la población sublevada. El líder libio, un superviviente nato, se siente observado por la comunidad internacional y está dando una respuesta muy calculada al desafío rebelde. Las incursiones de sus tropas en los focos insurgentes no han dejado un alto número de muertos, en un intento de restar fuerza al movimiento rebelde pero también para rebajar el tono de las acusaciones contra su régimen.
Mientras se intensifican los ataques aéreos, los buques petroleros apenas pueden atracar para cargar sus depósitos; los alimentos llegan a Libia oriental por la frontera con Egipto, pero cierta escasez de productos es notoria porque el país ha paralizado casi toda actividad económica; los bancos apenas funcionan y las colas para extraer dinero son cotidianas. Aunque la zona dominada por los insurrectos y el Consejo Nacional cuenta con tres grandes puertos (Bengasi, Tobruk y Darna), los cargueros no arriban a sus muelles. Inquieta sobremanera a los dirigentes políticos de la insurgencia que el dictador ordene el bombardeo de instalaciones petroleras de un país que exportaba 1,7 millones de barriles de crudo al día y que vive sumido en el caos.
El régimen niega el diálogo
El Gobierno libio ha negado este mediodía haber ofrecido diálogo a los rebeldes para negociar la salida de Gadafi, según informa la televisión árabe Al Arabiya sin añadir más detalles. Un portavoz del Consejo Nacional, una especie de Gobierno de transición y máximo órgano político de la Libia liberada, aseguró esta mañana que había rechazado una oferta de diálogo presentada por un enviado de Gadafi. "Puedo confirmar que nos ha contactado un representante de Gadafi para buscar una salida negociada. La hemos rechazado. No negociamos con alguien que derrama la sangre libia y pretende seguir haciéndolo. Además, ¿por qué tenemos que creerle ahora?", ha asegurado Mustafa Gheriani, portavoz del Gobierno interino.
Anoche, Al Yazira y dos periódicos árabes informaron de algunos de los acuerdos a los que Gadafi habría intentado llegar con los revolucionarios, algo que el Consejo Nacional rechazó de plano por considerar que sería una salida que ofendería a las víctimas de la represión desatada por el dirigente, según han señalado fuentes del bloque opositor. Según estos medios, en la negociación Gadafi pretendía negociar su salida a cambio de que se le garantizara la seguridad a él y a su familia así como también que no sería juzgado -una medida solicitada por el Consejo General de la ONU a la Corte Penal Internacional de La Haya-.
Incertidumbre en Bengasi
En Bengasi la situación es de incertidumbre. La euforia por una victoria temprana se ha evaporado. El Consejo Nacional que dirige la ciudad desde la estampida de los militares se encuentra en una encrucijada. No sabe si reforzar el frente rebelde con el envío de más hombres o atrincherarse en la ciudad ante los rumores crecientes de que Gadafi prepara un golpe.
Inmigrantes africanos citados por Reuters aseguran que son perseguidos por los uniformados de Gadafi para obligarlos a combatir. Son recompensados con cientos de dólares. Si este reclutamiento forzoso es cierto, puede deducirse que el dictador afronta un problema: su capacidad de fuego es infinitamente mayor, pero carece de los suficientes soldados y mercenarios para luchar en todos los frentes en un país tan enorme -1,8 millones de kilómetros cuadrados- como despoblado: poco más de seis millones de habitantes, de los que dos eran trabajadores extranjeros. La situación de los insurrectos es la opuesta: sobran hombres, pero su armamento es escuálido.
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