Los algo dudosos éxitos militares de los rebeldes libios en Trípoli plantean la posibilidad de que la OTAN participe también en la operación terrestre en el territorio de Libia.
Dadas las circunstancias, en Washington se empiezan a preguntar si merece la pena lanzarse precipitadamente a este tipo de aventura.
Sobre los que combaten de lado de los rebeldes
En Libia todavía no concluye la toma definitiva por parte de los rebeldes y todavía permanecen la conciencia de muchos la existencia aunque prófugo, de Muammar Gadafi.
Los aliados europeos parecen haber pasado a la fase de una intervención militar más activa. De momento se conoce a ciencia cierta si se intensifican las actividades de reconocimiento técnico y de las tropas de misiones especiales.
“Puedo confirmar que la OTAN está facilitando alConsejo Nacional de la Transición” de Libia los necesarios datos de reconocimiento, para ayudarles a determinar el paradero del coronel Gadafi y al resto de sus seguidores”, afirmó en una entrevista a la cadena Sky News el Secretario de Estado para la Defensa del Reino Unido, Liam Fox.
Sin embargo, todo parece indicar que la ayuda a los insurgentes no se limita al suministro de datos de los servicios de reconocimiento; durante varias semanas ya, permanecen en territorio libio efectivos del Servicio Aéreo Especial (SAS por sus siglas en inglés), informa el periódico The Daily Telegraph, citando fuentes en el ministerio de Defensa.
Según esas fuentes, los soldados británicos de dicha unidad desempeñaron un “papel clave en el caída de Trípoli” vestidos con “ropa típica de los árabes y armados igual que los sublevados”.
Se trata del destacamento 22 del SAS, especializado en operaciones de desembarco y asalto y lucha contra el terrorismo. Parece confirmarse también que su más reciente objetivo era establecer el paradero de Gadafi. Según informa la Agencia de noticias Reuters, Liam Fox en su entrevista a Sky News se negó a comentar el artículo publicado por The Daily Telegraph.
El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, fue más concreto que Fox, negando las noticias sobre la participación de fuerzas especiales francesas en la operación terrestre en Libia.
Ocurre que, en Internet, circulan afirmaciones no confirmadas de particulares que hacen referencia a la participación de efectivos de la Legión Extranjera Francesa en la operación en las afueras de Trípoli. Se habla también de que en Libia están combatiendo mercenarios árabes de los Emiratos Árabes Unidos y Qatar, junto con el personal de corporaciones militares privadas.
Anteriormente, Gadafi había manifestado que sus tropas habían hecho prisioneros a mercenarios iraquíes y egipcios que habrían combatido del lado de los insurgentes. Sin embargo, estos prisioneros nunca fueron enseñados a los periodistas y esta oportunidad de propaganda desaprovechada hace dudar de aquellas declaraciones iniciales.
¿Empezó la OTAN una operación terrestre?
A pesar de la abundancia de representantes de la prensa y de blogueros en Trípoli y alrededores, nadie ha sido capaz todavía de presentar pruebas convincentes de la participación de los militares europeos en la operación terrestre, aunque esta posibilidad no debería descartarse del todo.
En primer lugar, porque la facilidad con la que se desarrolló la etapa inicial del asalto a Trípoli hace pensar en que fue orquestada por profesionales cuya capacidad táctica y de combate supera con creces la de los poco organizados insurgentes.
En segundo lugar, porque tampoco se puede evitar la participación directa de los especialistas de la OTAN: para coordinar las acciones de la aviación en el espacio urbano son necesarios los servicios cualificados de corrección del tiro facilitados por profesionales aptos para trabajar con equipo moderno y conocedores de la pertinente terminología de la Alianza.
La versión según la cual podrían ser resultados de 2 ó 3 meses de trabajo de los instructores de la OTAN con los soldados libios parece absolutamente improbable, porque este plazo sólo bastaría para inculcar la necesaria disciplina militar y formar unidades de combate, ni siquiera para enseñar a usar los equipos militares y las armas modernas. Y eso, en el mejor de los casos.
Precisamente por ello parece más verosímil la versión ofrecida en el artículo de The Daily Telegraph: los efectivos del SAS británico ayudaron a organizar y a llevar a cabo el asalto de Trípoli y en la actualidad se dedican a buscar a Gadafi.
Las autoridades del Reino Unido pueden negar que sus unidades de misiones especiales estén participando en las operaciones en Libia. Sin embargo, la práctica mundial en este tipo de operaciones al margen de la legalidad suele llevar aparejada la negación de las mismas, por lo que parecería lógico exigir pruebas adicionales de que algo tan poco habitual esté de verdad ocurriendo.
Así que la participación de la OTAN en la operación terrestre parece ser un hecho. Se desconoce, no obstante, cuántos efectivos y de qué unidades están operando allí y a qué misiones se dedican, aparte del apoyo aéreo y la realización de operaciones de reconocimiento oficialmente declarados.
¿Una pequeña guerra victoriosa?
El pausado ritmo de la campaña bélica libia podría deberse a la idea de “apretar un poco y caerá solo” a la que parecen haberse atenido los mandos de la operación. Posiblemente la “primavera árabe”, que hizo que se vinieran abajo varios regímenes en los países del Magreb y del Oriente Próximo, creó en París y Londres la errónea sensación de fragilidad del régimen de Gadafi.
No obstante, este régimen todavía no se ha venido abajo, lo que significa que habrá que forzar su caída y probablemente con una invasión a gran escala. A nadie, menos a los no demasiado exitosos insurgentes, le gustaría este giro de los acontecimientos. Por otra parte, la OTAN ya no puede echarse atrás, mientras que la campaña libia parece complicarse de día en día.
En realidad, ni habría que mencionar a la OTAN, porque, dados los acontecimientos anteriores y el desarrollo de la aventura libia, habría que llamarla franco-británica con escasa participación de algunos países europeos, Estados Unidos y ciertos países del Golfo Pérsico.
Más aun, los miembros secundarios de la coalición, que al parecer no sentían demasiado entusiasmo desde el principio, ya han empezado a pensar en la retirada. Y, en este sentido, la posición de EEUU es clave.
El ex enviado de Estados Unidos ante la OTAN, Kurt Valcker, publicó en la revista Foreign Policy un artículo no demasiado concreto, pero sí con un toque de amargura y sarcasmo sobre la flagrante descoordinación de los esfuerzos de los países europeos y de Estados Unidos en las operaciones comunes en el marco de la OTAN.
Volcker ha señalado el principal problema de la operación en Libia: tras actuar de una manera egoísta y asumir la toma de decisiones militares, dando una interpretación muy libre a la Resolución de la ONU para Libia, París y Londres se vieron incapaces de llevar sus planes a cabo de una manera eficiente sin una amplia asistencia.
No la recibieron ni por parte de Estados Unidos, que se limitó a mandar en primavera fuerzas de aviación, ni por parte de los principales socios europeos, sobre todo, Alemania, que se negó bruscamente a participar en la operación militar.
Francia y Londres fallan en su intento de realizar esta campaña por su cuenta, aunque tengan unos planes muy ambiciosos: en otoño del año pasado Nicolas Sarkozy y David Cameron de hecho iniciaron la formación de una estrecha alianza política y militar que comprende, entre otros aspectos, uso conjunto de las Fuerzas Armadas en intereses de los dos países y la gestión y el desarrollo de los programas nucleares.
La primera prueba de la “nueva Triple Entente” fue la operación libia y resultó que las posibilidades de sus miembros son bastante inferiores a sus anhelos.
Libia no es, por supuesto, la Bahía de los Cochinos en Cuba, donde en abril 1961 emigrante cubanos adiestrados por la CIA fueron desembarcados por la Fuerza Aérea estadounidense, para que derrocaran el régimen de Fidel Castro.
Los aliados europeos quedan atrapados en Libia de una manera más lenta, pero también más segura. Lo único que les queda es apretar los dientes e intentar aguantar hasta el momento en el que la victoria, lejos de ser conseguida, sea meramente proclamada.
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