Fuente: El País.
Mientras la politiquería del PPSOE, el ejército español y las industrias militares se esfuerzan por garantizar el pago de una abusiva deuda militar de más de 36.000 millones de euros por adquisición de armamento innecesario e inmoral, en Italia han visto lo ruinoso que es para el Estado el gasto militar y se deciden a rebajarlo en un 30%.
Para ello van a acometer una reforma de las fuerzas armadas que implicará la reduccción de más de 43.ooo efectivos de su ejercito actual de 183.000. Tabién han cancelado contratos de compra de armas de invasión, como la compra de 41 de los 131 cazas F35 que tenían previsto adquirir y ya no adquirirán.
Esta reducción de gasto militar es coherente, porque Italia, como España, proclama en sus documentos de doctrina militar que no tiene enemigos, lo cual hace aplastante la lógica de que, en esa situación, bien evidente es que sobran los ejércitos (lógica a la que nuestras preclaras mentes del PPSOE aún no han llegado tal vez por su poca afición a los pensamientos complejos y abstractos).
Como era de esperar, este recorte quirúrgico ha sentado mal en el estamento militar italiano y en la parte de su integrismo retrógrado más selecto (los militares se consideran tan agredidos que, dice El País, se consideran ante una auténtica declaración de guerra).
Una medida de este tipo sería pertinente en España, donde el gasto militar se compone de una parte visible (el presupuesto de defensa, que usa más de 7.000 millones de euros en promover su nefasta idea de la defensa), otra semiclandestina (la que ocultan en partidas disfrazadas en otros ministerios para pagos de la OTAN, pagos de las invasiones variopintas disfrazados de cooperación al desarrollo, subenciones a fondo perdido a la industria bélica, etcétera) y una tercera opaca y abusiva, destinada a la adquisición de programas de armamentos innecesarios y agresivos, que supone 36000 millones de euros.
Imaginemos el beneficio económico, social y de avance en derechos que podríamos obtener reduciendo drásticamente el presupuesto militar y destináramos el ahorro a financiar la solidaridad social, o la investigación más desarrollo no militar, o la educación de calidad, o la consolidación de relaciones justas entre los pueblos, o el cambio de nuestro sistema productivo hacia otro modelo sostenible y justo.
Seguro que los militares se sentirían igualmente en pié de guerra.
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