La Pupila Insomne
Las sanciones económicas de los Estados Unidos contra la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), como represalia por la aprobación de la entrada de Palestina en ese organismo, fueron noticia esta semana. El gobierno de Obama anunció el retiro del aporte de sesenta millones de dólares que realizaría este mes, decisión secundada por Canadá, quien abonaría una cuota de diez millones (1). Sin embargo, las presiones de los diplomáticos estadounidenses en la UNESCO no revirtieron el voto mayoritario (2).
La portavoz del Departamento de Estado, Victoria Nuland aseguró: “Consultaremos con el Congreso para garantizar que los intereses y la influencia de Estados Unidos se mantienen”, y después agregó: “Estados Unidos no se retirará de la UNESCO”. Lo hizo durante el gobierno de Ronald Reagan –seguido por Gran Bretaña y Singapur -, al considerar que la organización se había politizado, pues esta asumió posturas que defendían la paz, el fomento de los derechos humanos, y la lucha contra el racismo y el colonialismo (4). En ese momento se designó a la Heritage Foundation – think tank de los neocons – para diseñar una estrategia de presión con el objetivo de contrarrestar a la UNESCO, y estudiar una posición definida como Aufhebung (negación – conservación), que desproveía de interés a la ONU en la lucha contra el bloque socialista y en la legitimación imperial del gobierno estadounidense. En 1986, Estados Unidos creó el Fondo para la Cultura, la Ciencia y la Educación (FOCUSED), con una estructura similar al Fondo Monetario Internacional (FMI). El afianzamiento de la “arterioesclerosis burocrática y espiritual” de las Naciones Unidas tras la caída del socialismo, cuando el Consejo de Seguridad comenzó a funcionar como un departamento de la Secretaría de Estado, condicionó un desplazamiento de las posiciones bilateralistas estadounidenses asumidas desde finales de la década del setenta y los ochenta (5).
Después de los últimos traspiés de la “diplomacia coercitiva”, el actual escenario se torna turbulento para la Casa Blanca. China y Rusia – miembros del Consejo de Seguridad – votaron a favor de Palestina. Igual posición asumieron el resto de los miembros del BRICS – Brasil, India, Sudáfrica -, los países de la Liga Árabe e integrantes de economías emergentes como Indonesia, Nigeria y Turquía. La Unión Europea se mostró dividida – a pocos días de la proclamada victoria en Libia – y el voto de Turquía fue un espaldarazo a la administración Obama, evidencia de que a pesar de los esfuerzos, las fricciones entre Israel y Turquía se mantienen. Discordantes en América Latina –aunque no sorprendentes – las abstenciones de Colombia y México, y la oposición de Panamá, cuyo presidente Ricardo Martinelli tiene negocios con Israel y su canciller Roberto Henríquez -de origen judío- , estudió economía en la Universidad de Jerusalén.
El presupuesto de la UNESCO para el próximo año vislumbra ajustes que afectarán los programas para el desarrollo. La directora general de esa organización, Irina Bokova, aseguró: “Pienso en los miles de niñas y mujeres en Afganistán, África y en el resto del mundo, que han aprendido a leer con la ayuda de la UNESCO”, y subrayó que la decisión de aceptar a Palestina es una “muestra de respeto y confianza (…) constituyendo un momento histórico”. El actual Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon, quien se sabe el libreto de memoria, al evaluar la postura estadounidense apuntó: “No creo que sea una política del Gobierno de Estados Unidos, que apoya el proceso de paz en Oriente Medio, a Palestina y, según entiendo, toda ayuda socioeconómica y educacional al pueblo palestino”. Nada sorprendente, Ban Ki Moon fue propuesto para el cargo porque se adaptaba a un modelo bien alejado del encarnado por Boutros- Ghali en los años noventa del pasado siglo.
Israel ya lanzó una escalada contra los palestinos al anunciar –entre otras medidas – que va a retirar los permisos de circulación por su propio territorio a personalidades políticas de Cisjordania y la construcción de 2000 viviendas en Jerusalén oriental - capital de un futuro estado de Palestina. El embajador de Israel ante la UNESCO, Nimrod Barkan, calificó la decisión como “una maniobra unilateral palestina” que aleja aún más la posibilidad de un acuerdo de paz. Y al evaluar la decisión señaló que con estas actitudes “va a ser imposible que la UNESCO pueda cumplir su misión”. La impotencia por la posición de la Liga Árabe o la prepotencia israelí, llevaron en las últimas horas – según el diario Haaretz – al primer ministro Benjamin Netanyahu, a su ministro de Defensa, Ehud Barak, y al ministro de Relaciones Exteriores, el ultraderechista Avigdor Lieberman, a intentar convencer a otros miembros de su gabinete de atacar instalaciones nucleares iraníes.
Al ser aceptada en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), Palestina puede integrarse al resto de las organizaciones de la ONU y solicitar la inclusión de Belén, Hebrón y Jericó en la lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad. Sobre el tema, el ex senador Timothy Wirth, presidente de la Fundación de las Naciones Unidas planteó que “si Palestina ingresa a la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI), Estados Unidos tendrá que retirarse, limitando su capacidad de aplicar políticas a favor de sus intereses económicos y de la creación de empleos domésticos”.
El próximo 11 de noviembre el sólo voto en contra de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad – se pueden unir Francia y Gran Bretaña que esta vez se abstuvieron – invalidaría la entrada de Palestina a la ONU. Sin embargo, si China y Rusia, junto otros miembros no permanentes los apoyan, podría convertirse en una victoria pírrica para la administración estadounidense e Israel. Entonces, a los palestinos les quedaría solicitar su inclusión con status de observador en Naciones Unidas, lo cual se dirimiría en el seno de la Asamblea General, donde deben salir victoriosos como se vislumbra en el actual escenario.
Los días que corren nos evocan el período maccartista, cuando el “American Flag Committee” (Comité para la Bandera), lanzó una campaña de desprestigio contra la UNESCO, acusándola de querer envenenar el espíritu de los niños con misivas antipatrióticas de corte comunista. En el actual contexto global la vigencia de las palabras del senador George William Norris es inusitada: “…millones de americanos deben sufrir, millones de seres humanos deben derramar su sangre, millones de mujeres deben llorar, millones de niños deben sufrir con el frío y morir de hambre para preservar los derechos comerciales de los ciudadanos americanos, para poder construir armas y hacer la guerra”.
Por eso no faltarán los “halcones” que ya hayan pensado: ¿Por qué no comisionar a la OTAN para arremeter contra la UNESCO?1. El presupuesto de la UNESCO en el próximo año se estimaba en alrededor de 325 millones de dólares. Estados Unidos realiza un aporte mayoritario de un 22%.
2. Votaron en contra Israel, Estados Unidos, Alemania, Australia, Canadá, Holanda, Lituania, Panamá, la República Checa, Suecia y un puñado de naciones del Pacífico sur. La Unión Europa (UE) no logró consensuar una política común sobre Oriente Próximo entre sus veintisiete miembros. Dinamarca, Gran Bretaña, entre otros países, se abstuvieron, mientras Austria, Bélgica, Chipre, España, Eslovenia, Finlandia, Francia, Grecia e Irlanda votaron a favor de la resolución.
3. La Ley –estadounidense – de Asignaciones de Operaciones en el Exterior, Financiación de Exportaciones y Programas Afines, año fiscal 1997 (30 de septiembre, 1996). La Sección 553 impone condiciones para la entrega de ayuda exterior a la Organización para la Liberación de Palestina.
4. El suceso tuve lugar en 1984, mientras el retorno de Estados Unidos a la UNESCO fue en el año 2002. La crisis surgió en 1978 desde la presentación del proyecto “Nuevo Orden Internacional para la Información” (NOEI). Estados Unidos consideró al proyecto una amenaza directa a la libertad de prensa (free flow of information) pues legitimaba un control de los medios de información que «impondría restricciones a los medios occidentales y restringirían las actividades de las empresas transnacionales. La crisis, desatada en 1984 se suscitó con la retirada de Estados Unidos del seno de la organización, seguida en 1985 por Gran Bretaña y Singapur.
5. El nuevo contexto condicionó el retorno estadounidense a la UNESCO en el 2002.
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