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martes, 20 de marzo de 2012

BAM, seguridad marítima, crisis e industria

 
Fernando Armada

martes, 20 de marzo de 2012 



Hace pocos días, cuando regresaba de hacer unas gestiones en Cádiz, me crucé por la autovía con los trabajadores de los astilleros de Navantia en San Fernando, que se dirigían andando hacia Cádiz para concentrarse con sus compañeros de allí y de Puerto Real, en una gran manifestación para protestar por el futuro incierto que se les presenta por la falta de trabajo, que viene a complicar el panorama laboral y social en la bahía de Cádiz, que va perdiendo poco a poco tejido industrial. Situación parecida a la que se puede vivir en los astilleros de la ría de Ferrol, cuando se acabe el programa de la quinta F 100 y las últimas fragatas noruegas, y ante las que no hay por menos que solidarizarse.

El Ministro de Defensa no quiere comprometerse a firmar una nueva serie de BAM, que dejó "apalabrada" el anterior gobierno, hasta conocer el alcance de los ajustes presupuestarios en general y en particular el que afecte a Defensa. Lo cual no deja de ser lógico en un momento de crisis en que todo lleva a apretarse más el cinturón y a estudiar con lupa nuevos compromisos de gastos, y sin haberse aclarado todavía el horizonte de la deuda de los grandes programas. Como en otras cosas, hay que reconocer que el ministro Morenés está dando muestras de prudencia y rigor, como debe esperarse de todo administrador responsable.

Por otro lado, la Armada lleva abogando, entre otros proyectos, por esta nueva serie de BAM, especialmente diseñados para la acción marítima dentro del contexto de los nuevos conceptos de seguridad marítima, en los que lleva trabajando de una forma muy activa tanto en el ámbito nacional como en las instancias internacionales (OTAN, UE, regional, bilateral, etc.) y que merecería también un desarrollo nacional (y más en estos momentos de crisis). Son los BAM buques para permanecer en la mar durante prolongados períodos, de concepto modular que les permite adaptarse fácilmente a distintos cometidos con refuerzos de personal y material "ad hoc", y con el brazo alargado que les proporciona el helicóptero embarcado.

La Armada sabe lo que necesita y que el dinero no es fácil conseguirlo y, por eso, suele tener hechos sus deberes y a punto sus paquetes de necesidades. No es cierto, como más o menos malévolamente se dice a veces, que sus planes se los hace la industria, la virtud es tenerlos estudiados y preparados para cuando haya dinero disponible, pero también es cierto que las necesidades industriales y laborales pueden actuar de catalizador para acelerar el ritmo a su favor.

En los últimos años se ha hecho un gran esfuerzo en cuanto a la construcción naval española para la Armada (los LPD, el BPE, el BAC, las F 100, los BAM, los S 80), que ha coincidido con un período boyante de la economía, en el que también se ha potenciado, con el apoyo activo de la Armada, la construcción naval para otros países, siempre sobre la experiencia tecnológica que se ha ido adquiriendo, y normalmente con proyectos basados en los que se han construido para la Armada española o adaptados de ellos según necesidades específicas. Una conclusión inevitable es que para poder exportar es necesario construir para uno mismo de forma que se puedan ofrecer y contrastar resultados.

Cuando no hace muchos años se hizo la última reconversión de los astilleros públicos españoles, se dio solución transitoria a un problema enquistado, derivado de las condiciones del mercado internacional y de las que se nos obligaban a cumplir dentro de la UE, pero que a fuer de sinceros ya se veía que iba a hacer crisis en tiempos no demasiado lejanos, y es lo que nos está pasando ahora, en los peores momentos de la crisis económica general, cuando confluye que se ha culminado la parte más importante del programa naval español, cuando las construcciones para otros países flojean, y la tendencia es a reducir gastos, más que a adquirir nuevos compromisos.

Desconozco hasta qué punto son renegociables las condiciones de la UE para los astilleros públicos y la construcción naval en España, pero como muy bien se señalaba en otro artículo de este mismo diario, su dimensionamiento y configuración en España merece una repensada. Si no hay programas para la Armada (cuyas necesidades siempre existen, aunque limitadas), si tampoco se construye para la exportación (como consecuencia parcial de lo anterior), es difícil mantener la actual estructura e inevitable su reconsideración.

Por otro lado, dada la posición y difícil tarea del gobierno ante la crisis (la cuadratura del círculo: reducir y contener el déficit y la deuda, impulsar la economía y resolver el angustioso problema laboral), creo que se puede concluir que, a corto plazo, con el estudio 2025 en la mesa y esbozado el horizonte de la deuda de los grandes programas, el ministro de Defensa tendrá que aprobar una nueva serie de BAM, más o menos corta, y quién sabe si la sexta F-100. Pero a medio/largo plazo, mientras se renegocian hasta donde sea posible en la UE las condiciones para los astilleros públicos, no habrá más remedio que reconsiderar su dimensionamiento y estructura que los haga viables. Y al tiempo, y en el mismo horizonte del medio/largo plazo, un desarrollo de la estrategia de seguridad marítima, racional y eficiente, sería también deseable.



*Fernando Armada Vadillo es Almirante


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