Álex Calvo
Transcurridas las maniobras en Yeonpyeong, no se han materializado las amenazas norcoreanas. Observamos sin embargo un creciente papel ruso y la continua pretensión china de forzar un nuevo derecho del mar.
Maniobras: entre la guerra y la diplomacia. El cierre en falso de la guerra de Corea por el miedo de Truman a una tercera guerra mundial y la consiguiente destitución del General MacArthur parecen haber condenado a la Península Coreana a una permanente inestabilidad, alimentada por su estratégica posición entre cuatro potencias de primer orden como son China, Rusia, Japón, y Estados Unidos.
Asistimos los últimos años a una serie continuada de provocaciones norcoreanas, tanto en el ámbito convencional como nuclear, cuya respuesta por parte de Seúl y Washington son a menudo las maniobras militares, herramienta de demostración de poder militar sin llegar al contraataque.
El último episodio de esta naturaleza han sido las maniobras con artillería anunciadas por Seúl y que han tenido lugar el lunes en la isla de Yeonpyeong, bombardeada, con víctimas civiles, por la artillería comunista el mes pasado.
Corea del Norte: ¿vuelta al ciclo provocación-diplomacia? La reacción verbal de Pyongyang ante el anuncio de maniobras, incluido el de la participación de una veintena de efectivos estadounidenses, fue muy dura. Destacaron expresiones como la amenaza de un "castigo decisivo y sin compasión", acompañadas del despliegue de unidades de artillería así como de baterías simuladas en la costa.
Sin embargo el Norte no respondió en esta ocasión, y es más, movió diversas fichas en el campo diplomático. Por ejemplo las maniobras coincidieron con una visita de cinco días del gobernador de Nuevo Méjico, Bill Richardson, en su papel de enviado semi-oficial norteamericano.
Según algunos medios de comunicación la visita habría desembocado en varias ofertas por parte de Pyongyang, incluido el retorno, por primera vez desde su expulsión en abril del 2009, de inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica. El Norte estaría también dispuesto a la creación de una comisión militar trilateral con Corea del Sur y Estados Unidos, así como a la instalación de un "teléfono rojo" con Seúl.
Todo ello no deja de tener un cierto regusto a "déjà vu", puesto que es tradicional que Pyongyang combine la presión militar con los gestos diplomáticos, para ir avanzando en su programa nuclear y obtener contrapartidas de todo tipo, políticas y militares, bajo la alargada y protectora sombra china.
Rusia: una potencia asiática dispuesta a jugar en primera división. Una diferencia notable con crisis anteriores ha sido el papel de Rusia, que no solamente ha expresado su preocupación por una posible escalada bélica, sino que solicitó una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, celebrada el sábado.
Tres factores parecen estar impulsando un papel más activo de Moscú en la región. En primer lugar la consolidación de su espacio defensivo en Ucrania, que le permite dedicar más atención al Lejano Oriente. En segundo, una creciente relación económica con Seúl (y potencialmente con Tokio, pese a sus disputas por las Kuriles), que suponen la necesidad de una política más equilibrada en la Península Coreana. Finalmente, el miedo, no admitido públicamente, a que el expansionismo chino amenace Siberia.
¿Un nuevo derecho del mar? Beijing y la libertad de navegación. Las maniobras han despertado una vez más la hostilidad de Beijing, disfrazada de preocupación por la estabilidad regional. Más allá de su postura sobre estos ejercicios militares, de pequeña escala pese a lo sensible de su naturaleza por la proximidad del territorio norcoreano, destacan las pretensiones chinas de forzar un cambio fundamental en el derecho internacional, concretamente el derecho del mar.
Uno de los puntales del orden jurídico internacional es la libertad de navegación en aguas internacionales, más allá de las 12 millas. Es de la máxima importancia, aunque como tantos otros elementos imprescindibles de la vida económica moderna, la electricidad o el acceso a Internet por ejemplo, tendemos a olvidar su trascendencia hasta que falta.
Beijing sin embargo pretende otorgarse el derecho de excluir el paso de barcos de guerra por su zona económica exclusiva (ZEE), es decir hasta 200 millas de sus costas. Ello supondría acabar con el concepto mismo de ZEE, que pasaría a confundirse con las aguas territoriales, con un régimen hasta más restrictivo que el actualmente imperante en las mismas en relación al "tránsito inocente" de buques de guerra. Se tendrían que reescribir los manuales de derecho internacional público, y la economía global, que depende del mar, quedaría bajo una nueva espada de Damocles.
¿Fin de los "commons" y vuelta al "Sistema Tributario"? No debemos olvidar que el derecho internacional actualmente vigente es visto por China como un cuerpo extraño, impuesto por la fuerza. Durante siglos Beijing se relacionó con sus vecinos (incluida precisamente Corea) mediante un conjunto de normas muy diferentes, conocidas como "Sistema Tributario".
Un triunfo de las tesis chinas sobre el derecho del mar supondría el fin del derecho internacional actual, así como del concepto de "commons", es decir los espacios no sometidos a la soberanía de ninguna potencia en particular y abiertos a todas ellas: mar, aire, espacio, e Internet.
Tras las maniobras: ¿cómo hacer frente a Pyongyang? Emprender una nueva ronda de negociaciones, con Beijing en su cómodo papel de parte de la solución, no resolvería nada.
Se impone la necesidad de trazar una política explícitamente dirigida a abrir una brecha entre Corea del Norte y China, manteniendo la presión militar en el Mar Amarillo no como medida dirigida contra Corea del Norte sino como freno a las pretensiones chinas de apoderarse del mismo.
Casi 40 años después del viaje de Nixon a China, vuelve a ser la hora de los valientes, la hora de dejar atrás la historia reciente y centrarse en la geopolítica, la hora de negociar sin miedo teniendo muy claro donde reside la principal amenaza.
En este sentido el creciente interés ruso en Corea podría ser visto como una oportunidad.
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