Travesías comerciales, científicas y por supuesto militares pudieron hacerse gracias a la labor de los marinos españoles que cartografiaron la costa para mantener la supremacía del Imperio
ERNESTO AGUDO
Corría el año 1500 cuando Cristóbal Colón regresaba al Puerto de Cádiz tras su tercer viaje triunfal por «Las Indias». Un nuevo mundo se descubría ante los pies de los enviados por la Corona y el sol ya no se pondría, al menos durante los próximos tres siglos, en el incipiente Imperio español.
Los territorios descubiertos en el continente transatlántico debían ser «oficializados» de alguna manera, delimitando ante los ojos de las potencias enemigas qué tierras estaban siendo colonizadas por Cristóbal y el resto de marinos al servicio de los Reyes. Surgen así algunos de los mapas más interesantes e importantes de la Historia de España y, por ende, de la humanidad. Losantiguos portulanos–mapas muy detallados de los puertos mediterráneos– se quedaban pequeños ante tanto territorio descubierto; era necesario plasmar la totalidad del planeta en apenas unos metros de tela. [En imágenes: Los mejores mapas del Museo Naval]
Así comienza una historia más, desconocida y olvidada como tantas otras, de éxito de nuestro país. Viajes militares, científicos, comerciales… en los que se enrolaban estos marinos para cartografiar el Nuevo Mundo, convirtiéndose por su importancia en héroes, aún más ignorados incluso que los conquistadores, pero que durante siglos lucharon por mantener a España en la vanguardia náutica mundial y que el Museo Naval lleva más de 80 años recuperando y redescubriendo a sus visitantes.
Pocos países del mundo pueden presumir de tener una cartografía como la española, donde realmente somos una potencia mundial. Apenas el británico museo de Greenwich puede hacernos sombra, pero ellos carecen de joyas como el mapa de Juan de la Cosa de 1500, el primer mapa de la historia con el continente americano cartografiado. En menos de dos metros de pergamino están representados todos los territorios conocidos en la época, con América ilustrada como un vergel culminado por una figura de San Cristóbal, que representa la puerta de entrada a las Indias. Un mapa realizado para los Reyes Católicoscon curiosidades como monstruos marinos en los mares de Asia o Misterio católico a los pies del mar Rojo.
Investigación y desarrollo
La Corona reclutaba los mejores cerebros de EuropaDurante los siguientes tres siglos el dominio del Imperio español se hizo patente ante sus enemigos europeos. Para seguir manteniendo su hegemonía en tierra y mar, la Corona no dudaba en reclutar cerebros de otros países, ponerlos a su servicio y, conjuntamente con las mentes más eminentes que habitaban la Península, trabajar para llevar a cabo mejoras técnicas en la Marina y en la cartografía. Así se trajeron obras de grandes cartógrafos de otras partes del Imperio, como Flandes, donde estaban los más finos autores, como Abraham Ortelius, que en 1584 hizo el importante Atlas «Theatrum Orbis Terrarum».
No solo no había fuga de cerebros, sino que además de atraer a las mejores mentes de Europa, las «creaciones» de nuestro país eran deseadas por las demás potencias. Así se demostró durante la Guerra de Independencia, cuando los británicos utilizaron y tradujeron el Atlas de Tofiño, el primero detallado de la costa de España.
Esta es otra de las joyas que integran el Museo Naval. A finales del siglo XVIII España había cartografiado prácticamente todo el mundo, pero faltaba un atlas pormenorizado de nuestra costa. Así surgió la obra de Tofiño, creada en 1789 como «Atlas marítimo de España», con un perfil pormenorizado de toda la costa. Tal era la precisión de algunas de las cartas náuticas que se incluían que muchas se siguieron utilizando durante más de 150 años, hasta bien entrado el siglo XX. La historia, la leyenda y la labor del navegante Tofiño fue homenajeada por Arturo Pérez-Reverte en su libro «La carta esférica».
Navegación y cartografía «a ojo»
ERNESTO AGUDO
Cuadrantes expuestos en el Museo Naval
Parece imposible pensar que con las herramientas rudimentarias de hace cuatrocientos años –astrolabios, cuadrantes, sextantes, sondas, brújulas y los cinco sentidos puestos en la mar– se pudieran hacer cartas de navegación tan sumamente precisas. Lo mismo ocurre con las de los siglos XVIII y XIX, que aunque con herramientas más evolucionadas –se viajaba buscando las mejores innovaciones– se siguieron utilizando durante años. El Museo Naval guarda planos de Puerto Rico o Montevideo con 200 años de historia que si se superponen con uno realizado por los más modernos satélites apenas variarían unos milímetros.
Los mapas también eran un buen soporte para «contar» lo que sucedía. Así las historias fascinantes de nuestros mejores militares llegaban a oídos de todos. Como la aventura del marino «Yo solo» Gálvez, que se introdujo con 4 navíos en una bahía repleta de barcos británicos durante la batalla de Pensacola (1781) al grito de «El que tenga honor y valor que me siga».
España antes que los intereses propios
Tras el declive del Imperio, esta historia se convierte más en una aventura de hombres nobles interesados en lo mejor para España que en una labor de Estado. Mientras políticos, validos, o primeros ministros se preocupaban por su puesto, por sus intereses o por mantener su estatus, un grupo de hombres tuvieron altura de miras y se centraron en honrar a España en memoria de aquellos hombres que se jugaron la vida en galeones cartografiando las costas del mundo en beneficio de la Corona.
Conseguir reunir todos los mapas bajo el techo de un museo estatal ha sido una labor de personas más que de la olvidadiza España, siempre tan proclive a despreciar su Historia. En 1792 se intentó crear un museo de la mano de José Mendoza y Rios para recopilar la documentación de Europa, pero fue destituido, quedándose el proyecto en nada. Así se estuvo hasta 1842, cuando se retomó la idea, aunque no fue hasta 1933 cuando regresó la mayoría del fondo cartográfico que compone el actual Museo Naval, donde se rememoran las grandes hazañas de todos estos héroes que contribuyeron a España.
El misterio del mapa desaparecido
F.M MADRID
Durante casi trescientos años nadie supo nada de él. Su pista se perdió apenas unos años después de su creación. El mapa de Juan de la Cosa, el primer mapamundi de la Historia elaborado en el 1500 para los Reyes Católicos, simplemente «desapareció». No fue hasta el año 1832 cuando el embajador holandés en Paris lo «descubrió» por casualidad en un mercadillo y lo compró para él.
El mapa estuvo expuesto desde entonces en la embajada, donde varios españoles lo vieron y comprendieron lo importante que sería recuperarlo. Así, cuando el embajador murió y su descendencia optó por vender la biblioteca del padre, España pujó por el mapa y se lo trajo tras pagar 1.800.000 pesetas de la época.
Desde entonces el primer mapamundi de la Historia solo ha salido de nuestro país tres veces, para evitar «accidentes» que acaben con una de las piezas más valiosas de nuestro patrimonio
http://www.abc.es/historia-militar
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